García de Paredes

Falta en el rótulo callejero que titula la arteria correspondiente al día de hoy la preposición «de», un detalle que puede parecer sin importancia a primera vista pero que identifica, sin duda alguna, al personaje protagonista. Así sigue nada menos que desde la lejana y bulliciosa década de los años sesenta, cuando le fuera asignado el citado y mutilado nombre. Comienza al poco de iniciarse la larga avenida de Antibióticos, en lo que antaño fueran «Solares de don Paco», y aunque en algunos planos de la ciudad aparece con una salida bien visible, lo cierto es que el final se encuentra vallado y nunca ha tenido comunicación urbana con otra calle. Hoy nos hemos acercado hasta Armunia, a la vía que por los años 1968-69 saltó a los medios de comunicación por la falta de entendimiento entre los Ayuntamientos hermanos de León y Armunia. El motivo de la polémica se hallaba en el inicio del proceso de tramitación por parte de esta última corporación, para la expropiación de esta calle que homenajea al gran militar y aguerrido luchador que fuera García de Paredes. Al final todo se solucionaría de la forma más simple, pues en ese medio tiempo el Ayuntamiento de Armunia quedaría anexionado a León. La vía es de mediano trazado, recta y en suave descenso a su inicio. Al igual que sus aledañas, presenta un mosaico de construcciones más o menos remozadas, combinadas con algún retazo urbano que, perdonen la exageración, casi nos lleva a la misma época del personaje titular. Se halla a escasos metros del degradado entorno que supone la que fuera Azucarera Santa Elvira, uno de los más poderosos iconos del León de antaño y cuya ruina produce un espectáculo casi fantasmagórico para los viajeros que acceden por esta olvidada parte de la ciudad. El nombre del rótulo nos remite a un guerrero del pasado al que no encontramos relación alguna con la barriada ni siquiera con la capital. Pero, en fin, vamos a recordarles la extraordinaria vida del forzudo Diego García de Paredes, nacido en la localidad extremeña de Trujillo en 1466. A propósito de su colosal fortaleza, cuenta la tradición que encontrándose enferma su madre, la piadosa doña Juana de Torres, el joven Diego por entonces un chiquillo de 12 años, fue a la iglesia de Santa María y arrancó la pila de agua bendita, para llevársela a la casa familiar.