Debacle hispana
En 1586 el inglés Francis Drake intentó tomar la plaza al frente de una nutrida flotilla, pero fue rechazado por las defensas. Este y otros asaltos provocarían el amurallamiento de la ciudad, completado en 1672. Apenas un siglo más tarde, tras bombardear La Habana, los británicos consiguieron rendir la ciudad. Aquí entraría el juego de los intereses políticos y España recuperó la Isla de Cuba, a cambio de entregar La Florida a Inglaterra. Así, convertida en un emporio de riquezas gracias al comercio del tabaco y el azúcar, se entraba en el catastrófico siglo XIX. Porque al igual que el resto de los países sudamericanos, Cuba comenzó a reclamar su independencia. La primera intentona aconteció en 1868, pero fue rápidamente atajada por el ejército español. Resultó inútil, pues a pesar de las medidas liberalizadoras adoptadas desde la Península, como la Ley de abolición de la esclavitud firmada por Alfonso XII en 1880, la semilla de la libertad había prendido en Cuba. Encabezada por José Martí, en 1895 comenzó la insurrección que acabaría con la presencia hispana. Además de bregar con los rebeldes cubanos, los Estados Unidos entraron en la guerra con la intención de poner la primera piedra de su propio imperio. En el año de 1898, una vez hundida la flota y sufrido miles de bajas, se arrió la bandera rojigualda en la isla cubana, emprendiendo un periplo histórico que la ha llevado, en nuestros días, a una revolución protagonizada por Fidel Castro. A modo de dato complementario, en 1951 fallecía en nuestra capital Miguel Santamaría Pérez, sargento retirado y conserje durante cuarenta años del Instituto Masculino. Fue uno de los escasos supervivientes de la gesta vivida en el pueblo de El Caney durante la guerra de Cuba de 1898, campaña en la que España perdió la hermosa perla del Caribe.