Luis Artigue EL AULLIDO
Jornadas culturales en La Cepeda
EL sábado pasado en Carrizo de la Ribera y hoy en Ábano de Cepeda. Ya desde hace varios años se vienen repitiendo estas Jornadas como una convocatoria importante de los veranos culturales leoneses, una cita recurrente e ilusionantemente distinta. No se trata de otro congreso erudito, sino de un regreso a los orígenes, notable esfuerzo por llevar la cultura a los pueblos, por homenajear a alguna persona que represente y porte los valores que inspiran el evento -este año le ha tocado el turno a la etnógrafa Concha Casado-, por promover publicaciones y enriquecimiento altruista, interacción e iniciativas. La movida suele acabar con un recital de poemas voltaico en el que Antonio Pereira te hace reír y volar, Marifé Santiago Bolaños te pone vitalmente introspectivo, Eugenio de Nora te sitúa ante el paisaje mostrándote la luz de otra manera y el resto de poetas que circulan por allí llenan en voz alta la vida de matices. De colores. Escuché el otro día, en la inauguración, a Alfonso García disertar lúcidamente sobre la cultura en León. Hablaba de una situación peligrosamente politizada, utilizada y gestionada generalmente por funcionarios en lugar de por amantes de lo que hacen. Los políticos se acercan a la cultura pero no porque les interese en si misma, sino por el brillo que ésta tiene, sí. Quería hacerme eco a vuelapluma de sus palabras por lo profundamente de acuerdo que estoy con ellas, al mismo tiempo que le aplaudo a él como excepción en este panorama (no la única, por supuesto), porque su ejemplo me motiva y ayuda a seguir. Y no resulta menos animadora la utópica senda que año a año prolongan los organizadores de estos encuentros culturales que, sin grandes presupuestos pero con ilusión e ideas éticamente encomiables, están dando en el clavo de lo que, en mi opinión, la cultura realmente es: un criterio rico para ver el mundo y lo que nos rodea -que también conforma el mundo-, una mirada interior proyectada al exterior para transcender lo material, para ver más allá. Pero ver más allá no equivale a estar por encima sino más con los pies en la tierra, es tener algo claro nuestro auténtico lugar entre los demás y en el planeta. Es una buena perspectiva. Una antorcha. Un criterio personal formado e informado para posicionarse como ciudadano a pesar del fuerte impulso ovejizante de la masa. Sé que hoy en Ábano se entregan a dos autores los premios "Eugenio de Nora" de poesía, y tras un concierto del guitarrista Gonzalo Valladares y varias intervenciones, se termina con un filandón en el que algunas personas del pueblo y unos cuantos escritores desgranarán oralmente sus historias. Si pueden, no se lo pierdan. Mas por si fuera poco, también está el paisaje, La Cepeda del agua, ruralismo mágico, el verano aportando a la vida tonalidades del trigo en un entorno de hierba y adobe que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos porque, como dice un verso certero de Antonio González-Guerrero: "los hombres sin raíces tienen el vuelo corto/ como un gallo". La Cepeda de la cultura, La Cepeda del alma, tierra adentro, excelente entorno donde escribir un libro de piel al aire libre, iniciar otra revolución que convierta la sangre en gaseosa o seguir bailando en el paredón cuando ya te han fusilado. Regresamos en procesión pagana cada año a La Cepeda como a una Arcadia mítica concreta cuyas murallas están hechas de palabras y sueños. Piedra y prosa. Quede claro: Ítaca está en La Cepeda y no es una ciudad.