Diario de León

RETABLO LEONÉS

León hace medio siglo (y IV)

Hace medio siglo, León era apenas un poblachón en el que una multitud variopinta, procedente de los pueblos, llenaba las grandes plazas en días de mercado en una ciudad aún marcada de un gran ambiente militar por la cercanía del f

La calle Ancha conservaba hace medio siglo unos estupendos adoquines

La calle Ancha conservaba hace medio siglo unos estupendos adoquines

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Redacción - LEÓN. Enrique Alonso Pérez
León

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Todavía León en esta época, dependía en gran parte de la economía ligada a la ganadería provincial. Ferias y mercados llenaban el ambiente leonés de una variopinta muchedumbre procedente del ámbito rural, con un colorido especial en las grandes ferias de San Juan, los Santos o San Andrés, que se concentraba en las plazas habilitadas por el municipio para estos eventos y ¡claro está!, la plaza de la Corredera, es la primera que conocimos los chicos de los años cincuenta. Allí aprendimos a disfrutar de las distintas fases que seguían comprador y vendedor en el sagrado rito del trato, y cómo terciaba un moderador, hasta convenir en el precio a las dos partes, para terminar todos ellos, en la tasca más cercana, donde se rubricaba el compromiso alrededor de un buen plato de callos regado con un clarete de los Oteros. Años después, supimos que esta última fase era la conrobla, que cerraba el trato con toda la fuerza de los acuerdos entre personas sin necesidad de pólizas ni papeles oficiales. También disfrutábamos de lo lindo, al escuchar con la boca abierta a los charlatanes, que en su afán por vender maravillosas mercancías a precios de ganga, desplegaban una oratoria que hubiera sido más propia de las mismísimas Cortes de Castelar. Pues éste, mis queridos lectores, era el panorama que vivíamos los leoneses de hace medio siglo, adobado todo ello por una buena dosis de fervor militar que alimentaba el rescoldo de una todavía reciente victoria y la tradición secular del mantenimiento de unidades militares de Tierra y Aire en la capital. No en vano, en el año 1939, una vez acabada la Guerra Civil, las autoridades militares creyeron conveniente que la ciudad de León fuese receptora de la Academia de Oficiales de Aviación Militar, en su Base de la Virgen del Camino, que había tenido un cierto protagonismo en la contienda como Base estratégica en las operaciones de ataque y repliegue en el apoyo aéreo. Los cadetes de Aviación Pero cuando los leoneses ya nos habíamos familiarizado con aquellos apuestos cadetes de Aviación, y su presencia en la ciudad vino a dar un tono de jovialidad a nuestros paseos y círculos sociales, nuevamente es removida la Academia diez años después de su establecimiento. La noticia fue un mazazo para el sentir leonés y el propio Coronel Jefe de la Academia, don Manuel Martínez Merino no pudo contener las lágrimas aquel diez de julio de 1949 en el acto de despedida oficial. Pero la semilla de la aventura aérea había germinado en el León de los años cincuenta. La Base Aérea mantenía su apostura, y sus mandos quisieron compensar de alguna manera el vacío que dejaban los cadetes, perpetuando de algún modo la bonita historia de la aviación leonesa. Y allá, en la primavera del año 1951, en el transcurso de una participativa sobremesa en el pabellón de oficiales de la Base, un selecto y dinámico grupo de aviadores, al frente del Comandante Cabeza, hablan, discuten, proponen y se entusiasman, con la idea de crear un Aero Club donde convivan elementos militares y civiles coordinados armónicamente por una Junta Directiva de amplitud y representatividad reconocida. De tal manera cuajó aquella idea, apoyada desde el primer momento por los coroneles del sector Aéreo y de la Maestranza, que los leoneses dispararon sus solicitudes de ingreso en la neonata sociedad pasando del centenar previsto a priori a los setecientos que abultaban la nómina antes de un mes. A partir de este momento, se suceden a gran ritmo todos los pasos que llevaron a la Comisión Gestora a convocar una sesión el día 20 de mayo de 1951 para estudiar en detalle las gestiones realizadas y proceder a la elección de una Junta Directiva que encauzase la explosión participativa y representase al naciente Club ante las Instituciones. La elección se convirtió, más bien, en aclamación, pues la unanimidad fue tan rotunda en el nombramiento, que la figura del nuevo Presidente recibió el cien por cien de las nominaciones. Se trataba del conocidísimo y relevante leonés, Francisco de Cadenas y Vicent, esposo de la ilustre dama buronesa, Elvira Allende, vinculado a la Hidalguía española, al que en 1958 le fue otorgado el título nobiliario de Conde de Gaviria, creado en el país vasco por el aspirante Carlos V en el año 1837. Personas tan sonoras en la vida social de la época, como don Octavio Canseco, el doctor Ucieda, o don Gerardo González Uriarte, a la sazón Director de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, formaron la vieja guardia que arropaba incondicionalmente al Presidente Cadenas.

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