Diario de León

OPINIÓN Tomás Álvarez (*)

Salvar León

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EN este tramo final de agosto de 2002 retorno a la redacción con cierta sensación de melancolía. Aún suenan en mis oídos las palabras de Concha Casado: "Hay que hacer algo para defender de la piqueta al inmueble protegido de la Plaza del Grano". Y, cargado de escepticismo ante las expectativas de defensa del bello y humilde edificio de soportales de madera, me uno al coro crítico que defiende a este vestigio de la arquitectura popular leonesa. Confieso que no me sorprenderá que al final llegue la demolición. En ésta ciudad, los intereses de los constructores han prevalecido tradicionalmente sobre los de la sociedad. De este modo, hemos conseguido cercar a los emblemáticos edificios artísticos con un urbanismo cutre y ramplón. En realidad, parece que la gente de la calle no se preocupa en exceso de esta lamentable trayectoria. La emigración, el envejecimiento de la pirámide de población, ha contribuido a la pérdida del vigor de la sociedad leonesa, más proclive a la melancolía que a la movilización en defensa de sus intereses. Y hay que defender a la Plaza del Grano, pero también hay que alertar a la propia sociedad de sus propias debilidades, entre las que está esa apatía general, que permite la pervivencia de unos representantes políticos más atentos a la conservación del sillón que a la defensa de los intereses colectivos, patrimoniales o de otro tipo. No defender a la sociedad a la que se representa es algo muy grave. El diccionario dice que prevaricar es el delito de los servidores públicos que a sabiendas de lo que hacen -o por ignorancia inexcusable- conducen a resoluciones que no son justas. En un sentido amplio, prevaricar es permitir - a sabiendas- el destrozo de las riquezas del patrimonio artístico e histórico leonés. Hoy puede ser la Plaza del Grano ayer fue el derribo de parte de la Muralla para hacer un acceso a un garaje... Y mañana... Hay que salvar la lo que queda de la Plaza del Grano, pero también hay que soliviantar a la sociedad contra los que permiten o consienten los desafueros. Por desgracia, esa inoperancia en la defensa de los intereses colectivos afecta a otros muchos campos, en los que siempre pierden los mismos y hay los mismos ganadores... Por cierto que hablando de campos, hay que clamar contra la lamentable administración del agua en nuestra tierra. El campo leonés pasa por una alarmante situación de sequía. Nadie parece reclamar ayudas para el agricultor ni llevar a los tribunales a los responsables del despilfarro. Cuando aún están en nuestra retina las crecidas que derribaron puentes e inundaron valles, es indignante saber que los pantanos están vacíos, y lo están porque se ha echado el agua cauce abajo a destiempo, cuando debía de estar almacenándose... ¿Quién es el responsable? ¿Quién defiende aquí al agricultor? ¿Quién defiende los intereses leoneses? Por un motivo u otro, parece que no corren buenos tiempos para esta provincia, que inicia con mal pie el nuevo siglo. Al menos, tengamos la dignidad de la protesta. Leyendo los medios de comunicación se suele percibir un victimismo, atribuyendo los problemas al centralismo de la Administración Autonómica. Pero el lector inteligente piensa: ¿Qué cabe esperar de una Administración que está a cien o trescientos kilómetros de León, cuando los representantes leoneses no se ponen al frente de la defensa de la sociedad a la que representan?. Por desgracia, creo que no merecemos esto. Me uno a la llamada de Concha Casado: ¡Defendamos la Plaza del Grano! ¡Defendamos León!. (*) Tomás Álvarez, leonés, es director del área de reportajes de la agencia Efe

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