OPINIÓN Manuel Portela
Mal momento de subir las tarifas
En Grecia, Italia y Alemania se han producido grandes debates porque las asociaciones de consumidores han protestado oficialmente contra la presunta falta de fiabilidad en la medición oficial del IPC: dicen que la inflación «percibida» es mucho mayor que la registrada por los institutos estadísticos. En España pasa lo mismo aunque nadie diga nada: los billetes de 50 euros duran en el bolsillo casi la mitad de tiempo de lo que hace poco duraban 8.000 pesetas. Además, a partir de ahora va a acelerarse el crecimiento del IPC tan sólo por el efecto «escalón» provocado por la comparación con el hundimiento de los precios del crudo que hubo en el segundo semestre del año pasado. Luego están todas las subidas de precios de materias primas, incluyendo los del petróleo. Así que no acaba de entenderse por qué conviene que suban ahora las tarifas de energía y telefonía. Si hay transparencia es difícil que no se reflejen en el IPC. En Italia han congelado, por tres meses, el precio del agua, la electricidad y el correo. Si esto sigue así el Gobierno podría ir pensando en modificar al alza el objetivo de inflación definido en los actuales y futuros presupuestos. Quedan efectos peores. El dato de IPC publicado ayer ayuda a que «todo el mundo» intente cuanto antes incrementar precios. Perjudica los intentos de lograr la renovación del pacto de rentas con los sindicatos para que las subidas salariales obtenidas en convenio queden limitadas al 2,0%. Pero, sobre todo, perjudica la competitividad de nuestros productos al mantenerse mucho tiempo un elevado diferencial de inflación para con el de nuestros principales clientes. Exportaremos menos, incentivaremos la huida de fábricas, desalentaremos la llegada de nuevos capitales. Es cierto que una parte de este diferencial de inflación se debe a que el proceso de convergencia real entre economías que tienen distintos niveles de renta tiende a igualar los precios hacia los más altos (los del centro europeo) y no hacia los más bajos (los españoles). Es decir, que es precisamente la mayor velocidad de crecimiento de la economía española provoca nuestra mayor tasa de crecimiento de la inflación. Así que o reducimos el ritmo de crecimiento (subida de impuestos o menor actividad pública) o nos conformamos con fuertes subidas de precios. Como eso no es posible en periodo electoral habría que facilitar la introducción de nuevos inversores, aumento de la competencia, en el sector servicios.