Luis Artigue EL AULLIDO
América, América
Aquí, en esta playa tan distinta de todas cada rostro, es curioso, se parece un poco a ti. Mientras el señor Bush, que no ha encontrado tiempo para acudir a la Cumbre de Johannesburgo sobre desarrollo sostenible, sueña con otra guerra mientras toma café en su rancho de Texas y, cuando leo el periódico, le imagino sonriendo ante algún mapamundi con su sombrero de vaquero puesto. Dice que es necesaria una intervención bélica en Iraq, que urge teñir de rojo el cielo de Bagdag y enrojecer los ríos, el Eúfrates y el Tigris. Coagulará el desierto los torrentes de sangre que ocasione cada uno de los daños colaterales derivados del nuevo conflicto armado imprescindible. Las madres correrán a los refugios y allí calmarán a sus hijos con nanas orientales mientras caen las bombas. Ya ven, en las grandes discusiones tiene razón el que más mata. Pero Bush no cuenta que el motivo real sea que quisiere controlar el petróleo de Iraq para prescindir así del de Arabia Saudí, y poder castigar entonces a la medieval monarquía de los Said. Castigarla al modo en que castigó Afganistán, claro. No menciona siquiera que exista un motivo concreto para esta nueva guerra, pero estamos seguros de que sabrá inventarlo. La Cumbre de Johannesburgo estuvo paralelamente reflexionando y trabajando para hacernos ver que el desarrollo industrial no debe cargarse medioambientalmente el planeta. Trató de hacernos saber que un nuevo concepto económico más equitativo es posible, que el tercer y cuarto mundo claman mientras el Señor Bush -un gobernante que actúa tan al dictado de las multinacionales que en ningún caso podría haber ido a esa Cumbre- está entusiasmado entre sus juguetes bélicos pensando en mares de oro negro. Estados Unidos se publicita a si misma en las películas, las series de televisión y los anuncios, pero a su modo trata de extender los tentáculos económicos e ideológicos a todo el globo terráqueo usando la seducción del marketing o la de las armas. Trata de imponer su estilo de vida, su sueño americano y su Cocacola. ¿No subyace en esta actitud cierto eje dictatorial de guante blanco? Incluso los intelectuales más críticos con esa sociedad, encabezados por Noam Chomsky, están casi totalmente silenciados y no pueden escribir en ningún periódico de ese país, para que la opinión pública made in USA esté suficientemente distraída o manipulada. Uno, frente a un mar que une y separa, vive estos días al ritmo de uno isla y compra el periódico para leerlo descalzo con la esperanza de que, entre sus páginas, descubrirá por fin que el mundo ha vuelto a cotas más normales. Estados Unidos, en mi opinión, actúa siempre movido por su propio interés, pero trata de convencernos con sofismas de que se mueve altruístamente en pro de los intereses de todos. ¡Venga ya! Ahora está muy preocupado por el fanatismo islámico de estado y quiere salvarnos de él, pero no le preocupa nada ni nos salva del fanatismo judío de estado, igualmente peligroso para los derechos humanos, y de similar radicalidad. América, América: el paraíso de las contradicciones, elitistas ciudades industriales con arrabales selváticos y carnívoros, edén del pelotazo empresarial y de la vida prefabricada o en lata, país sin pasado que, actualmente, parece tratar de improvisar su historia. Ahora mismo Estados Unidos no es precisamente un ejemplo para el mundo. Creo yo.