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Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

La dedocracia

Publicado por
León

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PUES que quiere usted que le diga, señora, lo mismo que hay gentes sencillas y pacíficas que creen en la democracia, en la memocracia o en la autocracia, existen otras, no menos dignas de respeto, que creen a pies juntillas y que incluso están dispuestas a jurarlo con la mano puesta sobre el Fuero Juzgo del juez señor Garzón, en la dedocracia, o sea la designación a dedo alzado de algún cargo o puesto de trabajo o de representación, sin necesidad de pelearse en ninguna clase de oposición. La «dedocracia» ha sido y a lo que se comprueba y denuncia continúa siendo una práctica, social, política y hasta religiosa de la sociedad española. En algún momento, el que suscribe se permitió la licencia de asegurar que entre nosotros, leoneses de honor, de historia limpia y de costumbre, el que no tuviera padrino se quedaba para vestir santos o para las listas del paro eterno. Conscientes tal vez, quién sabe, de esta realidad, los señores que forman, conforman y deforman la composición rectora de la Excelentísima (que como todo el mundo sabe, no hay más que una, la Diputación), ha sido descubierta en el ejercicio, se supone que a cara descubierta, de la práctica de la dedocracia democrática, para colocar a sus padres, hijos, y demás familia en los puestos más selectos de la nómina general. La denuncia no es que sea motivo de escándalo, porque entre nosotros y a estas alturas, ya no se escandaliza nadie, caiga quien caiga y sea quien sea el recién inculpado o el descubierto. En la Diputación Provincial, según sostiene la parte de la otra parte contratante, se maneja la aguja de marear con tal soltura y desparpajo, que (insisto en que la información procede de los escaños de la santa oposición) no solamente los miembros de familiares de derechas de toda la vida, sino incluso hasta familiares de la purísima concepción marxista leninista, se han aprovechado de la tendencia aperturista de los ilustres miembros de la santa hermandad provincial, para colocar por los siglos de los siglos a sus familiares directos e indirectos en cargos de poca carga pero de mucho precio. Y todo se produce como en un juego divertido, pintoresco. En silencio, a la chita callando, tirando la piedra y escondiendo la mano, como el que no rompe un plato. «Son cosas de la dedocracia», nos aclara un técnico en la Ley de Bases. Y así que en España se menciona un libro legal o se menciona la posibilidad de que pueda intervenir un juez como el Garzón famoso, nos echamos a temblar y escondemos la cabeza debajo del ala. Con la cabeza debajo del ala estamos los leoneses de tercera, esperando, como parece ser que corresponde cuando se trata de la defensa de la dignidad y del buen nombre de la familia política, que los afrentados por la denuncia, digan algo, aunque no sea más que ¡hola!, sobre todo porque como el sabio refranero de la nación proyecta en pantalla, en León como en Astorga, el que se calle otorga. Y es que, precisamente en una etapa político-económica-electoral, en la cual corresponde aconsejar que los lascivos dedócratas se la cojan con papel de fumar, parece que debiera imponerse la honradez de la cerradura siquiera, porque a las diputaciones, como a los ayuntamientos (donde acaso, quizá, tal vez también se practica la dedocracia) no les basta con ser honrados y que lo proclamen en sus anuncios oficiales, sino que además han de parecerlo. Y no sólo eso, sino también tienen que conseguir que nosotros, los paganos, lo creamos. La Diputación Provincal se dispone a impartir jornadas sobre drogas y no regatea denarios ni euros cuando se trata de ponerle un tejado morisco a la ermita de san Fulano, pues por algo la Excelentísima es de derechas. Todo eso es correcto, admirable y digno de encomio... ¡Pero coña, lo de la práctica descarada de la dedocracia para colocar a los familiares nos parece «demasié»!

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