La coronación del presidente

Una niña de ocho meses, Marina, estaba ayer entre los que esperaban a las puertas del Auditorio de León, la llegada del presidente, Aznar, y Ana, Botella. La bebé, que vino desde Benavente con papá y mamá, por poco se lo pierde. Los celosos hombres de la seguridad que conducían el séquito desde San Marcos se equivocaron al dirigir a la pareja presidencial por el exterior del paseillo humano. Allí les esperaban Herrera y Lucas, Lucas y Herrera, unas señoras con rosas amarillas y rojas (color bandera de España, dijo la que se las dio a Aznar), alguna jovencita con el traje regional que pasaba por allí y parte de los invitados. Marina se dejaba hacer carantoñas y en pocos minutos cambió la cadena de su chupete por una cinta muy popular. «Las nuevas generaciones están aquí», gritaban otros señores con niño. Aznar venía de Bilbao, de clausurar otro congreso, con acento vasco y con corbata -confirmó Herrera, que no la llevaba- pantalones y cazadora deportiva, camisa de cuadros y gemelos. Ana, pisando fuerte, con las botas estampadas de leopardo y marrones a la última, esposa entre las esposas, se sentó entre la de García Monge y la de Alfonso Fernández Mañueco. Había muchos cuadros ayer en el Auditorio; en las camisas de ellos y en las caras de algunos que se cayeron del organigrama del PP, como los leoneses José Antonio Díez y Juan Morano. También hubo pasamanos y espaldarazos en gran abundancia e incluso guiños como el que Herrera hizo a Juan Martínez Majo, alcalde en ascenso de Valencia de Don Juan, para confirmarle que iría a Valladolid como vocal de la comisión ejecutiva. De la Diputación, nada de nada, al menos de momento. «Es un paso más en la participación en la organización del partido, en el que llevo más de la mitad de mi vida». A Lucas no le sirvió encomendarse a San Froilán para evitar los gazapos y se remontó a 1965 para hablar de su trayectoria con Aznar (1985), casi dijo comunismo por comunicaciones y endosó a Agricultura el inglés desde los tres años. Convidados y militantes aplacaron con aplausos los errores, que él mismo atribuyó a los perniciosos efectos de un puro («¿Cómo un puro me hace tanto daño y al presidente no se le nota nada?). También dijo que en esta comunidad se restauraba un bien mueble cada semana y que se plantaba un millón de árboles cada semana. El presidente del Círculo de Empresarios, Domingo Fuertes, salía maravillado: «Mucho optimismo -dijo- no sé si será realidad». El ex senador Arvizu, incorrupto, aseguró él mismo: «Quienes creían que era un cadáver político ya ven que no es así», aseguró. Fue el congreso del impulso: «Desde la experiencia se ha animado a conseguir lo que falta por hacer», remató. Impulso a base de experiencia, veteranía, jóvenes y «mucha mujer», como dijo Amilivia al elogiar el equilibrio territorial, generacional y sexual de la nueva dirección del PP en Castilla y León. Los agraciados recibían las felicitaciones cuando hacían cola para votar en el mostrador abierto para cada provincia: 100% de apoyo a Herrera en la urna de Burgos. Luis Aznar restaba importancia a su desembarco en el Valladolid orgánico, mientras los alcaldes de los municipios más alejados le recordaban que no se olvidara de ellos. Fátima López Placer estaba radiante. Amilivia también quedó como estaba. En la vicesecretaria bicéfala que comparte con Valladolid, Tomás Villanueva.