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Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

Ni pan ni circo

Publicado por
León

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VERÁ usted, señora, a mí no es que me caigan mal los cantores, los danzantes o los malabaristas. Desde niño me sentí parte de la algazara popular, hasta el punto de considerarme yo mismo parte importante e indispensable de la fiesta. Y convencido de ello, acudía a todas las manifestaciones populares que el buen pueblo inventaba para su propio divertimiento. Y cuando en la plaza del Grano, los títeres de la cabra y el cornetín, anunciaban sesión nocturna, allá me iba yo con mi sentajo y mi disposición para la felicidad buena, bonita y barata. Sobre todo barata, porque ni al erario municipal ni al contribuyente le costaba el espectáculo ni un céntimo de peseta. Eran los tiempos benéficos del pan y circo, del palo y la zanahoria, del monta aquí y verás Madrid. El pueblo no diremos que fuera feliz, porque el pueblo nunca ha tenido ocasión de ser feliz, pero al menos se divertía y engañaba sus hambres con espontáneas risas y palmas de tango. Las fiestas de barrio se celebraban sin necesidad de recurrir al erario público, o sea al presupuesto general, dispuesto en teoría para escuelas, guarderías y asilos para ancianitos ya en las últimas: los vecinos contribuían a la exaltación poniendo su «óvulo», que decía el Pernales, recaudador por derecho, para pagar el organillo. Y cada palo que aguantara su vela. Ahora con partidos poderosos en el poder y en la oposición, con candidatos a lo que sea de mucho fuste y mayor ambición, con presupuestos que harían temblar las esferas si estas ya todavía tuvieran capacidad para el asombro, pues con todas las ventajas que proporciona el Internet y los «Cursus» de dulzaina, las fiestas nuestras nos cuestan a los ciudadanos un ojo de la cara y la yema del otro. En esta actualidad exuberante, poderosa, rica y misteriosa, la celebración del santo Froilán de Lugo, nos deja sin aliento económico para los restos, salvo que el Municipio económico, nos coloque otra nueva contribución, por respirar el aire puro de la calle, por ejemplo. Así es que cuando me dijeron que las Fiestas de San Froilán, con el Julito Iglesias de cabecera (que es un tostón amanerado que ya no le aguantan ni las vacas locas) le han costado al leonés de a pie más de veinte millones de la peseta de siempre y que esta aportación servirá principalmente para subvencionar a una empresa privada que se está forrando con León, en donde cree haber descubierto, las minas del Rey Salomón, cuando el vecino, el contribuyente, el pagano se percibe de que le están burreando, la verdad, se enfada mucho y piensa en tener en cuenta tanto despropósito a la hora de depositar su voto en las urnas si es que decide al fin por aproximarse a ellas, cuando le convoquen. La parafernalia de las fiestas es un capítulo escandaloso de gastos y de incapacidad para entender lo que debe representar el ocio popular y la cultura, que obliga a la municipalidad a sacarle los dineros al común hasta la estrangulación. El pueblo es posible que tenga derecho a fiestas y a zarandajas, pero también a pan, a enseñanza calificada, a hospitales bien dotados, a bibliotecas bien atendidas, a recintos dignos para acogimiento de abuelos. Si gastamos nuestros recursos en amparar a industriales de lo más privado para que nos monten espectáculos de pago, llegará un momento en que no tengamos para pan. Verá usted, señora, no intentamos ni mucho menos interferir negativamente con nuestras consideraciones en el ánimo gastador del ayuntamiento, sino en conseguir que el pueblo, o sea usted y yo y el vecino de enfrente, se dé cuenta, nos demos cuenta, de que los dineros públicos son sagrados y que nadie tiene derecho a usarles como si fueran de su exclusiva propiedad y los euros se fabricaran gratis de noche. No estamos para gastos superfluos, entre otras cosas porque el Ayuntamiento tiene más trampas que el Sahara y sus islotes y porque los ayuntamientos no están para facilitar el enriquecimiento de los empresarios privadísimos, sino para servir al pueblo mediante las atribuciones que mejor y más contribuyen a su felicidad así en la tierra como en el cielo, Amén.

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