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ÁLVARO DE MARICHALAR NAVEGANTE

«El recuerdo de una viejecita a la que di de comer es el cuadro de mi salón»

Inicia negocios que deja en cuanto tiene atesorado un mínimo de dinero para echarse a la mar. Es un hombre de convicción, no de convención. Propone que la revolución del siglo XXI sea contra el consumismo y prefier

Álvaro de Marichalar, esta semana, durante su primera visita a León

Publicado por
Marco Romero Redacción - LEÓN.
León

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Álvaro de Marichalar acepta conceder la entrevista aun interrumpiendo su cena. Pelo canoso, dos camisas superpuestas (con gemelos), un blazier de lana fría azul claro, sello de oro en su dedo meñique y una moneda numantina colgada de su cuello tapizan la imagen del navegante. La corrección y el romanticismo solapan la idea de niño «pijo» y rompecorazones que se proyecta en la prensa rosa. Parece un hombre de sensaciones, de principios y de impulsos. -¿Qué es más duro, una noche de navegación en el océano o la resaca de una noche de verano? -No bebo. Mis noches de verano o invierno son absolutamente fáciles, por eso nunca he tenido una resaca. En la mar, la noche es dura porque hace frío. En cualquier caso, es parte intrínseca de la navegación porque el 40% del día es nocturno. -Tengo entendido que le impresionó mucho avistar en el sky line (silueta) de Nueva York la figura de «Lady Liberty». Palabras suyas. ¿Por qué? -Después de tantos días de navegación y de tantos años de pensarlo, ver en el horizonte esa cabeza coronada por ese símbolo de la libertad fue algo mágico. Creí que estaba viviendo algo irreal de tanto haberlo soñado. -Colón le echó un par. ¿Cuántos pares le ha costado a usted este viaje? -Quien se enfrenta a la mar se enfrenta a la vida condensada. En la mar se viven situaciones límite, parecidas a las de la vida pero condensadas en el tiempo. Los sinsabores, miedos, anhelos, esperanzas, horrores... todos los sentimientos humanos, en la mar, los tienes en pocas horas. En una jornada de navegación tienes sensaciones que tardas un mes en tenerlas en la vida real. -Después de las ballenas, tiburones, medusas venenosas y tortugas que ha visto, ¿ahora le dan menos miedo las mujeres? -A las mujeres no hay que temerlas nunca. Las mujeres son para mí seres maravillosos que hay que respetar y querer lo más posible. Desde luego, no hay que tener miedo a ninguna persona, independientemente del sexo que tenga. Y eso debe estar en las conciencias de las personas jóvenes porque si tenemos miedos no somos libres. -¿Esa filosofía te la ha aportado la naturaleza? -La mar te da mucho que pensar porque vives mucho tiempo solo contigo mismo. Te das cuenta de la pequeñez del ser, de esa gran realidad filosófica que dice que no somos nada en comparación con la inmensidad del tiempo y de la creación. -Va a ser juez por un minuto: Marruecos o Sáhara. -Entendimiento con el reino de Marruecos, que es un país hermano y al que nos tienen que unir siempre lazos de buena vecindad. Tolerancia y paz con ese gran país que es Marruecos. -¿Qué preferiría ser, rey de Holanda o presidente de Francia? -El presidente de Francia tiene demasiado poder y los sistemas presidencialistas no me gustan. Las monarquías tienen mucho sentido cuando han significado un sentir en ese país, como puede ser España, donde es una institución que ha hecho realidad el país. Por ejemplo, la monarquía japonesa tiene un sentido único y ha garantizado la unidad de permanencia con independencia. Eso es importante como valor, que es algo que las repúblicas no podrán tener porque son frutos de elecciones y de mayorías parlamentarias, lo que significa que el presidente de la República Francesa representa a un partido y a sus socios de gobierno, pero no representa al partido socialista francés, por ejemplo. -¿Qué me contestaría si le digo que prefiero la elegante extravagancia de su hermano el duque de Lugo que su estilo espontáneo y deportivo? -La imagen personal de saber estar muy bien en cada sitio es importante. La elegancia es tener el comportamiento más natural posible. Yo veo a mi hermano una persona muy natural aun en situaciones de protocolo. Lo importante es sentirse bien y natural, la palabra clave aquí. Ese dicho de que el hábito no hace al monje es verdad: lo importante es la actitud y saber absorber la energía y la realidad de las personas que te rodean; dejar que te vean sin ningún tipo de frontera, porque para los cuatro días que vivimos en este mundo no puedes ir desperdiciando el comunicarte con quien sea, porque todos somos grandes maestros para todos. Pongo como extremo el pastor de campo. Para mí los pastores son personas que sí que son filósofos, son universidad porque han estudiado la gran carrera de la vida. -Todo filosofía, insisto. -Yo me considero una persona romántica, y eso es bonito en un mundo en el que todo es consumo, donde no hay sitio para lo espiritual, el pensamiento, el sentimiento. Las ideas han de triunfar siempre. La imposición de ese consumo es injusto, abrupto: el hipermercado, cambiar de camisa cada cinco días, dos coches... es ridículo. La revolución de hoy tiene que ser contra el consumismo. Yo, desde pequeño, me he obligado un pequeño impuesto de lo que yo puedo producir para personas que no pueden producir y que yo elijo para poder ayudar. Ese recuerdo de una viejecita a la que di de comer durante cinco meses es el cuadro de mi salón. De qué me serviría tener tres picassos colgados. Para eso es muy importante hablar con las monjas de clausura, ellas saben que la vida es un soplo, pero son felices. -¿Atravesar el océano con una embarcación de apoyo no es como escalar el Everest con una botella de oxígeno? -A pelo no se puede ir con una embarcación que necesita repostar cada cinco horas. Básicamente el uso de la embarcación ha sido una gasolinera móvil. El barco iba a 30 o 40 kilómetros de mí y, en contra de lo que se pueda opinar, cuando había necesidad de que me pudiera rescatar era imposible acercarse porque te decapitaba; no servía para salvamento.