Día Internacional de la Mujer
La pandemia expulsa a 8.600 leonesas del mercado, ensancha la brecha laboral y aleja la igualdad
8-M. Son el 51,2% de la población de la provincia y el covid castiga con especial virulencia su vida laboral. La tasa de actividad femenina se sitúa ya en León once puntos por debajo de la de los hombres y ellas suman el 63% de los trabajadores en erte. Las diferencias empiezan en casa.
Los estereotipos de género, que lastran como una pandemia la situación de la mujer en el mercado laboral, y los problemas estructurales arrastrados tradicionalmente en su faceta como trabajadora se han visto acrecentados con la crisis sanitaria, con el consiguiente ensanchamiento de la desigualdad. Pasos atrás en la brecha salarial y laboral entre hombres y mujeres por un virus, cuyos efectos castigan especialmente al empleo femenino en la provincia, al igual que en el resto del país.
Los datos hablan por sí mismos: 7.344 trabajadores en erte en León actualmente, de los que 4.658 son mujeres (el 63,4%); la pandemia ha eliminado, según la EPA, a 8.600 ocupadas del mercado laboral en solo un año, frente a los 3.200 en el caso de los hombres, y la tasa de actividad de ellas está ahora once puntos por debajo de la masculina. Otro dato relevante, que además evidencia la brecha a la hora de enfrentarse al paro: la tasa de cobertura de las prestaciones en la provincia alcanza casi el 70% en los hombres, mientras que en las mujeres se queda en un 55,2%. Más paro, sólo hay que fijarse en las estadísticas que acaba de publicar el Servicio Público de Empleo del último mes para comprobar cómo el desempleo se ha cebado especialmente con las mujeres: 19.530 paradas, casi 3.000 más que hace justo un año. Representan el 56,3% del desemplo actual. A lo largo del 2020, además, el número de contratos destinados a ellas se desplomó un 33%, casi diez puntos más de los que perdieron los hombres.
¿Y, por qué la pandemia ahonda en la brecha? El alto grado de feminización de los trabajadores afectados por los erte —en labores como la hostelería, sectores ligados al turismo o el comercio—; la destrucción masiva de la ocupación de las empleadas de hogar y de las cuidadoras no profesionales durante los picos más álgidos del covid, además de la decisión de muchas mujeres de optar por jornadas parciales o, incluso, por excedencias para cuidar a sus hijos o sus mayores en el confinamiento (con centros escolares y centros de día cerrados) explican en gran parte los pasos atrás que la crisis sanitaria ha supuesto para la lucha por la igualdad. Y en el fondo, la utopía de la conciliación y el eterno problema del déficit de corresponsabilidad en las tareas del hogar y el cuidado de la familia, más acentuado en un momento de pandemia, al que se le unió el teletrabajo y la multiplicación de las tareas de la mujer en el ámbito del hogar.
«Con la pandemia se han incrementado exponencialmente los estereotipos de género que ya existían, la asociación de las mujeres a determinadas tareas, sectores y actividades», explica la catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de León, Susana Rodríguez Escanciano. Incide en que las mujeres ocupan los puestos más relacionados con los cuidados (servicios sociales, educación, sanidad...) y los de más baja cualificación profesional. «Por lo tanto, han sido muy afectadas por esta crisis».
También le parece relevante la aún escasa capacitación digital de las mujeres para adaptarse a las nuevas necesidades de los procesos productivos y no sólo los más punteros, sino también los tradicionales. «Los puestos se destruyen y sustituyen por personal más preparado, por lo que ellas acaban ocupando los menos cualificados. Los nuevos yacimientos de empleo demandan destrezas para las que no están preparadas», abunda la catedrática.
Precisamente, el mayor número de paradas leonesas, el 51,7%, se sitúan en la franja de las mayores de 45 años, que suman en estos momentos a 10.101, con dificultades de acceso al mercado laboral. De hecho, 862 de ellas están en las listas del paro bajo el epígrafe sin empleo anterior.
De manera —enfatiza la docente— que las más vulnerables arrastran la precariedad en el empleo. «Así que el primer obstáculo se lo encuentran ya en el acceso al puesto de trabajo para el que no se consideran preparadas». Rodríguez Escanciano resalta que estas circunstancias las empujan a trabajos más precarios y hace referencia, como ejemplo, a las empleadas de hogar que en los peores momentos de la pandemia «sufrieron una destrucción masiva de empleo», al igual que las cuidadoras de dependientes no profesionales.
Entre los sectores más precarizados a los que acuden como salida laboral, como falsas autónomas normalmente, destacan las ‘riders’, repartidoras a domicilio o sectores ligados a la industria cárnica.
El teletrabajo ha menoscabado también la brecha de igualdad y ha demostrado que los cuidados del hogar siguen siendo cosa de mujeres, por lo que durante el confinamiento «su trabajo aumentó con una triple jornada».
La crisis sanitaria como factor que ha ahondado en la desigualdad también es la tesis que defiende la responsable provincial de Igualdad de Comisiones Obreras, Rosa Castro. «La pandemia ha frenado el avance en medidas de igualdad, se han paralizado todos los recursos». Y al igual que evidencian los datos, insiste: «El desempleo se ha cebado especialmente con las mujeres, han sido las más afectadas por esta crisis. El problema del empleo femenino es estructural y se agrava en cada crisis, llevamos una mochila con un bagaje del que nos cuesta desprendernos».
Un argumento que cimenta con reflexión similar la coordinadora del Programa de Agentes de Igualdad de UGT Castilla y León. Mila Ballesteros recalca que «la pandemia ha puesto de manifiesto los problemas estructurales; cada vez que hay una crisis, la situación laboral de la mujer se ve más afectada con un mayor desempleo y menores niveles de ocupación». Culpa de esta circunstancia, como causa determinante, al «desequilibrio en el reparto de las tareas de casa entre el hombre y la mujer; la falta de corresponsabilidad hace que las mujeres sufran una mayor pérdida de empleo, tengan peores salarios, menos prestaciones y peores pensiones».
Factores como la temporalidad y la parcialidad de los contratos explican en gran medida la brecha salarial, que como término medio supone que una trabajadora cobra al año un 24% menos que un trabajador. «La brecha salarial ahora es más visible, la punta del iceberg que cuantifica un problema que comparten todos los países», cuenta la catedrática Rodríguez Escanciano. «A pesar de los esfuerzos y sucesivas reformas legislativas para intentar combatir el problema, y los planes de igualdad, en el fondo existen muchos factores que dificultan que la situación pueda revertirse». Se refiere, entre otros aspectos, a la discriminación salarial «derivada de los estereotipos de género»; la parcialidad en los contratos, «normalmente no deseada, pero obligada por tener que atender a la familia»; ocupan las categorías profesionales más bajas, el aumento exponencial de la temporalidad y las propias dificultades en la carrera profesional.
Todo ello, manifiesta la docente, «lastra salarios y futuras prestaciones para la jubilación». En este sentido, la responsable provincial de Igualdad de CC OO subraya que, de acuerdo a la última Encuesta de Estructura Salarial, una mujer cobra de media al año en Castilla y León 5.658 euros menos que un hombre y que el 20,56% de las trabajadoras perciben sueldos equivalentes al salario mínimo, mientras que en el caso de ellos es del 8,22%.
Y en la cúspide de la pirámide laboral, en el mundo de las directivas en consejos de administración, la igualdad también constituye una batalla que tiene aún por delante un largo horizonte. Un informe de la EAE Business School asegura que las mujeres ocupan el 34% de los puestos de dirección en España, aunque hay sectores, como el de la logística que el porcentaje se sitúa por debajo del 25%. «Con la pandemia, la mujer es la que más ha perdido en todos los trabajos, el teletrabajo ha obligado además a la mujer a hacerse cargo de los niños y el cuidado de mayores», lamenta la presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de la Fele, Luisa Amoedo. «Es verdad que en el mundo de la dirección de empresas se ha avanzado mucho, pero aún queda mucho camino; la corresponsabilidad en casa no existe, estamos todavía lejos».
Realiza un llamamiento a las empresas para que cuenten más con las mujeres, a pesar de que no estén obligados. «Mejorarían sus cuentas de resultados». Considera que la gestión de la igualdad en las compañías debería ser «estratégica, como factor para mejorar la competitividad empresarial, aunque cuesta implementarla». Se muestra convencida de que la conciliación forma parte de la solución a la brecha de desigualdad, «pero sólo funcionará si la corresponsabilidad es total y cosa de los dos».
Sesenta y cuatro empresas leonesas, las que tienen más de cien empleados, son las pioneras en implementar planes de igualdad en sus centros y debían hacerlo antes del día 7. El año que viene, llegará el turno para las 78 con una plantilla entre los 50 y 100 trabajadores.
¿Cómo acortar la brecha, estrechar las diferencias laborales y caminar hacia la igualdad? Todas coinciden en la corresponsabilidad como factor clave. «Debemos evitar la inercia de que los cuidados domésticos recaigan siempre en la mujer, más permisos de paternidad...», afirma la catedrática. También, fundamental, el papel determinante de políticas activas de formación y cualificación profesional. «Tendrían que priorizar de alguna manera el acceso al mercado de trabajo, como primer paso; y, por supuesto, dotación de servicios públicos que ayuden a la conciliación (centros de día, residencias, guarderías...)». Los sindicatos ponen, además, el acento en el papel del diálogo social, la equiparación de permisos para cuidar a los recién nacidos y la reducción de la segregación laboral en el mercado de trabajo.
Este año, la voces del 8-M no tendrán en León el eco de las manifestaciones en la calle. Las restricciones sanitarias obligan a concentraciones estáticas con aforo y acciones limitadas.
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Editorial | El 8-M debe ser el punto de partida para retomar la senda de la igualdad
Redacción