Diario de León

Día Internacional de la Mujer

El feminismo reivindica su papel esencial para superar la crisis

El acto simbólico del 8-M alerta de que la pandemia ha acrecentado la desigualdad

León

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El movimiento no siempre se demuestra andando. Cuando no se le permite moverse, la marcha puede tomar la forma de un lazo: un trozo de tela violeta de dos metros como el que ayer ligó personas a distancia social para formar tres círculos concéntricos en los que resumir el clamor de la reivindicación feminista. En medio de ese espacio de seguridad, las cerca de 200 asistentes a la concentración, condensaron «el grito de las que no tienen voz», como se leía en una de las pancartas.

El grito se elevó desde la intimidad del acto, definido en la plaza de Santo Domingo por la fuerza de lo simbólico ante la imposibilidad de concitar los millares de asistentes de años anteriores. La voz recordó que «ninguna violación de los derechos humanos es más frecuente que la desigualdad entre mujeres y hombres» y que «la pandemia ha exacerbado aún más la discriminación persistente contra mujeres y niñas». «El feminismo nos ha enseñado que lo personal es político. Y este proyecto político colectivo que constituye el feminismo es indispensable para el desarrollo pleno y completo del país, para el bienestar del mundo y para la causa de la igualdad, la paz y la justicia social. La unión y la lucha de las mujeres ha sido y sigue siendo fundamental para la conquista de los derechos», como vocearon para hacerse oír en medio del silencio de la ciudad que atardecía.

«El proyecto político colectivo que constituye el feminismo es indispensable para el desarrollo pleno y completo del país, para el bienestar del mundo y para la causa de la igualdad, la paz y la justicia social»

La masa de anteriores citas se concretó esta vez en una escena estática en la que, dentro de un protocolo estricto, cada personas que formaba parte de los círculos tenía que dar su nombre, apellidos y DNI para el parte de trazabilidad sanitaria.

Mensaje contra la criminalidad machista. RAMIRO

Desde esta distancia de dos metros entre personas, guardada por la extensión de los lazos, el manifiesto ahondó en que «la pandemia ha dejado al descubierto que todos los trabajos esenciales: sanitarios, sociales, cuidados, comercio... son sectores laborales altamente feminizados». Con los datos incuestionables que demuestran que el mercado expulsó en el último año a 8.600 leonesas, que su tasa de actividad se sitúa ya once puntos por debajo de la masculina y que suman el 63% de los contratos en erte, el discurso incidió en que el virus «ha agravado la sobrecarga de cuidados en las mujeres» y que «la no dedicación al trabajo remunerado por dedicación expresa al cuidado de dependientes es 22 veces más frecuente» entre ellas.

«La pandemia ha dejado al descubierto que todos los trabajos esenciales, como los sanitarios o sociales son sectores laborales altamente feminizados, y ha agravado la sobrecarga de cuidados en las mujeres»

La actualización de las reivindicaciones por el efecto de la pandemia no se olvidó de que durante este último año «la violencia contra las mujeres y las niñas se ha disparado en todas sus formas, desde agresiones en línea (el uso de redes sociales ha aumentado un 170%) hasta la violencia machista en la pareja, trata, prostitución, matrimonio infantil y mutilación genital femenina». La fuerza del manifiesto transmitido por Autora Panizo lo replicaban las pancartas con las que tres jóvenes componían un discurso que se leía enlazado: «A nosotras también nos gustan las mujeres y no las acosamos»; «tengo más miedo a morir por mujer que por covid»; y «putero al basurero». La coda quedaba unos pasos más allá, en manos de otra estudiante, con una cuartilla escrita en letras mayúsculas donde se podía leer «1055 menos. Ni una más»: una cifra heladora para otro lunes sin sol.

«La violencia contra las mujeres y las niñas se ha disparado en todas sus formas, desde agresiones en línea hasta la violencia machista en la pareja, trata, prostitución, matrimonio infantil y mutilación genital»

El hilo cosió la defensa armada en el manifiesto de que «la agenda contemporánea del feminismo incluye la plenitud de derechos para las mujeres». La meta pasa por «posicionarse en contra de todas las injusticias patriarcales». El catálogo exhibió que es «feminista quien reclama la abolición del sistema de géneros, el fin de la violencia machista y de la explotación sexual y reproductiva, los derechos humanos de las mujeres, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en todos los órdenes: civil, laboral, económico, político, social y familiar».

Violeta, el color que inundó ayer la plaza. RAMIRO

El relato confluyó en nueve exigencias: «la abolición del sistema prostitucional»; la aplicación de «la legislación española que prohíbe expresamente el alquiler de mujeres para gestar»; la eliminación de «los géneros construidos sobre los sexos y que imponen estereotipos, mandatos y normas que establecen jerarquías entre mujeres y hombres»; la máxima de que «la reconstrucción económica y social del país tenga como eje la autonomía económica de las mujeres»; la promoción de «políticas públicas de corresponsabilidad» con medidas concretas, como «la escolarización de 0 a 3 años y un sistema de servicios públicos para los cuidados suficientemente financiado, la regularización de la situación de las empleadas del hogar y la eliminación de los incentivos que dificultan el empleo de calidad de las mujeres»; la fijación de que «la pensión pública mínima, contributiva o no, sea de 1.080 euros al mes»; el establecimiento de «educación afectivo-sexual obligatoria en los centros educativos»; el «cumplimiento del Pacto de Estado Contra la Violencia de Género»; y la «formación feminista obligatoria en el ámbito jurídico, sanitario y en el resto de poderes públicos». «Viva la lucha de las mujeres», se coreó como cierre del alegato.

La proclama se repitió con el eco de las calles a medio vaciar. En el círculo aun ligado, Sofía García Rodríguez, de 8 años, junto a su madre, Montse, defendía como eslabón más joven de la cadena un cartel con juego de palabras: «No somos histéricas, somos históricas». Mientras, el atardecer al oeste de Ordoño se acostaba sobre un fondo violeta.

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