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Una transición enquistada

Diez años de avances sin paso a nivel del Crucero y de retrasos por el fondo de saco

La ciudad celebrará el 18 de marzo una década del cambio clave en la trama ferroviaria, aún sin estación pasante

Dos personas pasan sobre lo que fue el paso a nivel del Crucero y sobre el cajón que conducirá el tránsito subterráneo del tren. RAMIRO

León

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Del fin del paso a nivel en Doctor Fleming al fondo se saco. La ciudad pudo avanzar a las puertas de la movilidad moderna, y la estructura ferroviaria regresó a mediados del siglo pasado. Y así sigue hoy, diez años después de aquella efeméride que muestra los recuerdos secos, sin la emoción y la euforia por la trascendencia que se le concedió al acontecimiento.

No fue un día más; ni siquiera un 18 de marzo más para la intrahistoria del ferrocarril en el capital leonesa. La barrera cayó por última vez al paso del Alvia procedente de Gijón, y la Unidad, de Ponferrada, y el chacachá ceremonial de la Mikado, que se encargó de proyectar en un minuto el repaso de los apasionantes episodios ferroviarios de León, de los caminos de hierro que por una vez sirvieron para cohesionar el territorio, para la expansión urbana del barrio del Crucero, y su alma de locomotora, su sonrisa proletaria, su idea de balcón de la ciudad que soñaba con crecer; el pulso cardiaco al ritmo de la subida y bajada de barrera fue el reloj de arena que se detuvo hace diez años, con la sensación de que la actitud holgazana de la administración impidió que fuera antes.

Aquel 18 de marzo, de un marzo de hace diez años, un equipo de cirujanos con ropa reflectante comenzaron con la costura a la brecha que durante siglo y medio marcó las aspiraciones sociales, económicas y de movilidad de León por el flanco oeste de una ciudad, que se hizo paciente mientras descontaba tiempo en las retenciones de la barrera de Doctor Fleming, pasarela de postín para todos los segmentos y modelo de la historia del ferrocarril español.

La vía muerta
La solución al problema dejó un contratiempo que devolvió a León a una época anacrónica

El 18 de marzo de 2011 fue ceremonioso en León; se aglomeró el gentío en los bordes de las vías, pasillo de honores para los últimos trenes que circularon en superficie en la intersección con los coches, paso a nivel con barrera, con la sensación nostálgica que ofrecen los rostros de la gente disueltos por la multitud, como que la celebración por los nuevos tiempos que se avecinaban se convirtiera por efecto en despedida de una estampa que marcó todo el flujo de las ambiciones de la urbe en la margen derecha del Bernesga. Hubo quien lloró el momento.

Hace diez años que se inició otra época, una transición, una gestión que se suponía diligente y lleva diez años enquistada. En aquel 11 de marzo de 2011, fue cuando la solución comenzó a superar la magnitud del problema. Sin trenes por la arteria que da fluidez a la circulación urbana en el oeste de la ciudad; y sin trenes que transiten por León. Esta semana que entra, se cumplen diez años del fondo de saco, que hizo retroceder a León a un punto desclasificado del mapa ferroviario, que es cuando los trenes llegan y dan la vuelta; al non plus ultra del ferrocarril, al encaje anacrónico de retroceder y enquistar el trayecto durante quince o veinte minutos para las unidades de viajeros del norte que comenzaron a ver un engorro el tránsito por León, cuando se trata de planificar un viaje en los veloces trenes de viajeros que apuntan a la capital de España por debajo del límite de dos horas de recorrido.

El fin el paso a nivel cumple diez años, con la herida cosida a base de aglomerado, para que los vehículos no noten siquiera la cicatriz de las vías. No habría recuerdo si no fuera porque el daño colateral del fondo de saco no dejará de supurar hasta que vuelvan a pasar los trenes que iban hacia el norte.