Talleres clandestinos
Uno de cada diez talleres en León trabaja sin licencia y de forma furtiva
La patronal del sector estima que solo en la capital hay veinte locales ilegales de reparación
Los talleres clandestinos de reparación de vehículos, localizados en garajes, casas particulares o bajos sin licencia, «ensucian» a un sector que, como la mayoría de actividades, ha sufrido una caída importante de la facturación por culpa de la pandemia y las restricciones a la movilidad. Estos «piratas», como les llama Juan Fernández, presidente de Tarevel, la asociación provincial, integrada en Fele, que aglutina a la mayoría de profesionales, no son un caso aislado. Ni es difícil dar con ellos. Incluso se anuncian en algunas plataformas.
De hecho, en la capital —revela— hay en estos momentos «unos veinte talleres ilegales» y 170 que cumplen a rajatabla con todas las obligaciones. Son algo más del 10% los que se saltan las normas. Y eso que, según estima el responsable de la patronal, la cifra se ha reducido desde mediados de marzo del año pasado, cuando se decretó el primer estado de alarma, lo que provocó que la demanda de este tipo de servicios se desplomara de forma severa.
Han puesto «varias denuncias», pero «es muy difícil solucionar este problema», arrastrado desde hace años. «Son todos unos listillos, saben perfectamente a qué hora vienen los inspectores y adaptan sus horarios o directamente cierran la puerta y continúan trabajando dentro, sin abrir a nadie», denuncia Juan Fernández, quien reclama más controles y sanciones severas para todos los locales clandestinos.
Avisa también del riesgo que supone para la seguridad vial confiar el arreglo de una avería en el vehículo a talleres que «no ofrecen ningún tipo de garantía» y que ni siquiera se sabe qué tipo de piezas ponen o si están certificadas.
Advertencia
La asociación provincial avisa del riesgo que supone arreglar un coche sin ninguna garantía
«Pueden parecer baratos, pero no lo son. Todo lo contrario. La mano de obra apenas la cobran, en algunos casos, pero luego te colocan dos o tres piezas que suben el precio», explica. Hay trabajadores del sector que tienen un contrato por la mañana en un taller legal y por la tarde hacen sus «chapuzas» en casa o en algún local habilitado para este tipo de operaciones.
Si ese diez por ciento de «piratas» que —estima el presidente de Tarevel— hay en el municipio leonés se traslada al resto de la provincia la cifra de talleres clandestinos superaría la treintena. «Nos hacen mucho daño», reconoce Juan Fernández, quien recuerda las «dificultades» por las que atraviesa el sector debido a la emergencia sanitaria.
«Andamos un poco a gatas. Es cierto que las empresas pequeñas, de hasta tres o cuatro trabajadores, han resistido mejor la crisis porque, aunque ha bajado el trabajo, han seguido funcionando, pero los ingresos han caído, como en todo lo demás», asume.
Peor lo han pasado los concesionarios de la provincia, que han realizado ajustes y tirado de los ertes mientras la actividad no recupere los niveles que tenía antes de que la pandemia impactara de lleno sobre la sanidad y la economía de prácticamente todo el tejido.