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Un barrio obrero

El Ejido busca una salida

El vandalismo en forma de pintadas o la ausencia de ascensor en algunos edificios antiguos son los principales problemas de un barrio donde apenas quedan comercios abiertos

León

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En el barrio de El Ejido la vida transcurre tranquila. A las callejuelas que serpentean por los alrededores de la avenida de José María Fernández no llegan los problemas de convivencia que denuncian los vecinos de los arrabales más alejados del centro, donde el vandalismo va más allá de las pintadas que decoran la mayoría de las paredes de este distrito, pegado a la Catedral.

Sus aceras están en buen estado y las calles «bastante limpias», señala Lucio Fernández mientras se toma un café en la terraza del Cooper, justo enfrente de uno de los parques de este barrio leonés, donde una madre disfruta con su hija del área de juegos. Hay alguna loseta de goma apunto de claudicar y la madera del balancín está sin tratar, «como en casi todos los columpios de León», denuncia esta madre.

Apenas se ven comercios en la zona y muchos locales parecen abandonados a pesar de que en sus puertas resiste el cartel de ‘Se traspasa’ o ‘Se Vende’, aunque a juzgar por su estado deben llevar años incrustados sobre el escaparate. Otros están totalmente desahuciados, como el de una hamburguesería con las persianas destrozadas o el de una tienda de puertas blindadas que muestra un toldo desvencijado y hecho añicos por el paso del tiempo.

En la avenida de José María Fernández hay muchos locales cerrados. FERNANDO OTERO

La calzada no es como la de Ordoño pero tampoco se parece a la de Armunia, donde resulta prácticamente imposible moverse por el barrio en una silla de ruedas, con un bastón o unas muletas. «Es un sitio tranquilo, agradable para vivir, donde no tenemos muchos problemas, aunque estemos algo encajonados», explica Juanjo, vecino de Víctor de los Ríos. En el número 27 de esa misma calle hay un edificio en decadencia, con algunos cristales de las ventanas rotos, aunque vive gente dentro. Las pintadas adornan toda la manzana.

Un poco más adelante está la casa de Emilio Tascón, a donde se mudó desde Carbajal de la Legua junto a su mujer hace «muchísimos años». No se arrepiente. «A mí me parece que el barrio ha evolucionado bien. Aquí vive gente obrera y la crisis ha hecho mucho daño. Casi todos los locales están vacíos, pero eso también pasa en el centro», señala.

Contenedores en mal estado. FERNANDO OTERO

«Tienes Santo Domingo a cinco minutos andando y a un paso está la Universidad. El Ejido es un barrio antiguo pero está bastante bien cuidado en comparación con otras zonas», añade otro vecino que acaba de comprar el pan en una pequeña tienda.

Hay casas bajas, de una o dos plantas, y edificios antiguos de hasta cinco pisos que se mezclan con las grúas que levantan nuevas viviendas en una barriada en expansión, sobre todo cuando se abra a la ronda interior y se inaugure el nuevo espacio comercial junto al parque de La Granja, un pulmón para el Ejido y la ciudad.

En algunos bloques de casas con varias décadas de vida no hay ascensor porque «antes la normativa solo obligaba a instalarlo cuando pasabas del quinto piso», explica Emilio Tascón. «Es un problema importante porque aquí vive gente mayor. Yo fui presidente de mi comunidad y me tiré diez años para que nos lo pusieran. Siempre hay alguien que no lo quiere», recuerda.

La madera sin tratar de algunos columpios es una deficiencia bastante común. FERNANDO OTERO

También consecuencia del paso de los años son las obras que de vez en cuando levantan parte de la carretera, o las aceras, para arreglar las tuberías corroídas por la tierra que las cubre. «Tienen que renovar los contenedores, pintar los pasos de cebra y arreglar algunas baldosas que están sueltas. La limpieza también se puede mejorar», traslada.

Solar sin limpiar en la calle Cantarranas. FERNANDO OTERO

No será fácil quitar todos los grafitis que colonizan las fachadas. Algunos de muy mal gusto. También tendrán que cambiar los cubos donde se deposita la basura. Los de José María Fernández son nuevos, pero en muchas calles aledañas los contenedores están completamente rotos, aunque para Emilio Tascón «ese es un asunto menor en comparación con lo que ocurre en otros sitios».