Los vecinos molestos
INTERACTIVO | La pandemia dispara el fenómeno okupa por la falta de control vecinal
Las denuncias se han multiplicado por cuatro en diez años, con el pico más alto en 2020 ante el confinamiento de las redes de vigilancia en los barrios
La crisis sanitaria, el confinamiento y la agudización de la necesidad de vivienda de colectivos muy vulnerables crearon —durante la época más dura de la pandemia— la tormenta perfecta para que el fenómeno okupa creciera como nunca antes en León. Durante 2020 la okupación ilegal de inmuebles sumó 35 denuncias, cuatro veces más que al inicio de la década, cuando la provincia contabilizó nueve, de acuerdo a los datos facilitados a este periódico por el Ministerio del Interior. Y aunque en León no «hay motivo de alarma, como ocurre en otros territorios como Cataluña o las zonas de costa», señala el presidente de la Cámara de la Propiedad Urbana, Miguel Ángel Sánchez Fraile, los casos que se detectan y cronifican suponen un auténtico tormento para los vecinos que lo sufren pared con pared.
«La falta de control vecinal durante el confinamiento hizo que los okupas tuvieran libertad para moverse a sus anchas», resalta el abogado de la Cámara. Juan López Contreras explica que precisamente en lugares como León las redes vecinales en los barrios y los pueblos evitan que el fenómeno okupa pueda extenderse con facilidad ante la cercanía de los propietarios. «Si entra alguien en una vivienda sin habitar, lo saben de inmediato y lo comunican; un control que es imposible en las grandes ciudades».
Las okupaciones, donde el Ministerio del Interior engloba en sus estadísticas casos de allanamiento de morada, la ocupación de inmuebles, el allanamiento de domicilio de persona jurídica/establecimiento, y la usurpación en el ámbito de la ocupación de inmuebles (delitos que luego deben clarificarse ya con precisión en sede judicial cuando el caso sea juzgado), tienen como destino barrios con infraviviendas, normalmente muy deterioradas, antiguas y largamente deshabitadas. El Crucero, Armunia, San Esteban, la Asunción, San Mamés o Las Ventas concentran los principales ejemplos.
Destino de okupas
Viejas viviendas deshabitadas e incluso en ocasiones sin estrenar y en manos de los bancos
También, en los últimos años y tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la okupación de inmuebles recién construidos, pero sin ninguna vivienda vendida, y con la promoción en quiebra, forma parte de los casos ya computados en la ciudad. El más conocido fue en la calle Juan Pablo II, en La Lastra. Durante más de un año los okupas vivieron en viviendas de acabados de lujo. Las estrenaron tras comprar por 350 euros las llaves a una mafia, que previamente reventó las cerraduras.
«En los últimos años se ha observado un aumento del fenómeno okupa porque ha habido cierta permisividad social, el movimiento se ha popularizado con ese sentido romántico que se le da y con el activismo existente ante la necesidad de vivienda de algunos colectivos, y lo que es, es un delito, un atentado contra la propiedad», recalca Sánchez Fraile. La falta de un parque de vivienda «digno y suficiente» explica también en gran parte el crecimiento del fenómeno. «No se le da a la población marginal una oportunidad de contar con una vivienda a su alcance»
Entre los casos detectados por la Cámara de la Propiedad Urbana, como ejemplos, cita la okupación de desvanes. «El peligro está en que los lugares donde entran a vivir no están preparados y supone un peligro que manipulen la luz y el agua, con riesgo de incendios o inundaciones». El abogado López Contreras alude también a ejemplos como los de okupas que abren huecos entre un edificio y otro en inmuebles destinados ya a la demolición.
Cámara de la Propiedad
«Con el fenómeno okupa ha habido cierta permisividad social, se ha popularizado; y lo que es, es un delito»
«Hay que ser rápidos en actuar para que abandonen la vivienda okupada, el problema llega cuando se establecen y la legislación entiende que se ha constituido en hogar. Ahora, con el declive del derecho de la propiedad, prima más la perspectiva social», apostilla.
En el barrio de Armunia, Cristina, reside junto con su anciana madre en una vivienda unifamiliar, pared con pared, con una casa okupada desde hace casi una década. «Han entrado no sé ya cuántas familias. Desgraciadamente no estamos protegidas ante estos okupas». Enganchan la luz desde la instalación de su fachada de una forma muy precaria. «Saltan chispas y tengo miedo a que un día haya un cortacircuito y se produzca un incendio». Ha avisado ya dos veces a Iberdrola y otras tantas o más a la Policía Local. «Cuando la compañía eléctrica arregla la instalación, a las dos horas vienen los técnicos de los okupas y vuelven a engancharse a la corriente desde mi fachada». Convivir día a día a su lado, reconoce, le corroe, y confiesa: «Parece que no me queda más remedio que aprender a vivir con ello».