Diario de León

La gestión del Gobierno

Darias pincha con la pandemia

La ministra, a pesar de tener el viento más a favor que nunca en esta pandemia gracias a las vacunas, lleva tres meses exactos encallando en todos los frentes

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Publicado por
Melchor Sáiz-Pardo / Alvaro Soto
León

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Cuando Carolina Darias llegó a Sanidad el pasado 27 de enero nadie imaginó que cuatro meses después, aquella mujer de voz suave que desembarcaba en la sede del Paseo del Prado 18 con la vitola de la ministra más dialogante iba a estar en el centro de todas las polémicas, señalada por todas las comunidades, incluidas algunas 'amigas'. La política canaria, a la que la opinión pública conocía poco porque su forma de hacer siempre se había basado en no hacer ruido y evitar el conflicto, se había ganado en el año exacto que pasó al frente del Ministerio de Política Territorial el respeto, e incluso el cariño, de las autonomías. Pero de aquello queda muy poco... O nada.

Darias, a la que todos auguraban una estancia plácida en Sanidad después de los convulsos meses que le tocó lidiar a su antecesor Salvador Illa con el inicio de una pandemia que nadie esperaba, lleva tres meses, sin embargo, embarrada en una polémica detrás de otra, incapaz de levantar cabeza en esta fase final de la crisis sanitaria, en la que el viento sopla más a favor que nunca, con un virus en retroceso lento, pero imparable gracias a las vacunas. Pero ni siquiera la exitosa campaña de inmunización masiva (que lleva camino de cumplir con el objetivo de la inmunidad de grupo antes incluso de mediados de agosto, cuando prometió Pedro Sánchez) ha sido capaz de enderezar el rumbo de la ministra. Y es que está siendo la primavera de los pinchazos en los hombros, pero también la primavera de los pinchazos de Darias. La lista comienza a ser demasiado extensa para una ministra que antes nunca se había metido en ningún jardín: AstraZeneca, CombivacS, la confusión sobre la elección del 'cóctel de vacunas', las fallidas imposiciones a la hostelería y al ocio nocturno, los varapalos judiciales, la polémica con la vacunación de la Selección. Y a esa 'tormenta perfecta' se han sumando incluso controversias ajenas a la pandemia, como la tremenda bronca con los MIR a cuenta del nuevo sistema de adjudicación de plazas de residentes, por vía telemática y cerrado (que no permite a los aspirantes orientar sus preferencias sobre la marcha en función de la disponibilidad).

Todo empezó a torcerse para la política insular, reconocen en Sanidad, con AstraZeneca, cuando el 15 de marzo Darias ordenó de manera inmediata paralizar la inoculación del ya famoso compuesto. A partir de ahí, la "maldita" vacuna anglosueca se convirtió en el mayor dolor de cabeza de una ministra que lejos de atajar la crisis con determinación, como ocurrió en la mayoría de los países europeos, se enredó todavía más con constantes cambios de criterio sobre la edad de inoculación, volviendo loca a la población. Por un lado, Darias prometía fidelidad a los criterios de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), y por otro, los desobedecía abiertamente, interrumpiendo la vacunación con una profilaxis que el regulador consideraba segura a pesar de los trombos, violando los plazos de administración o rompiendo su promesa de no mezclar nunca profilaxis.

Para más inri, el intento de poner coto a esta crisis a través de la ciencia con el polémico estudio CombiVacs. encargado al Instituto Carlos III para 'bendecir' el cóctel de profilaxis (AstraZeneca+Pfizer), se acabó convirtiendo en un bumerán contra la propia Darias el pasado mayo por la supuesta falta de rigor de un ensayo realizado con menos de 600 voluntarios y en solo dos semanas.

La crisis de AstraZeneca, cuyos rescoldos siguen vivos, encendió la llama de un enfrentamiento autonómico que no se ha apagado cuando varias comunidades, desoyendo las recomendaciones de Sanidad, alentaron a sus ciudadanos ponerse la segunda dosis de AstraZeneca y evitar el popurrí vacunal. La 'rebelión' autonómica acabó convirtiéndose en un alzamiento ciudadano cuando la inmensa mayoría de los trabajadores esenciales (en algunas zonas, por encima del 95%) optaron por repetir con AstraZeneca, haciendo un uso masivo de la posibilidad "excepcional" a no inocularse Pfizer. Darias, en el enésimo volantazo, abrió la posibilidad de la segunda dosis de AstraZeneca después de haberse negado solo 24 horas.

Los cambios constantes de opinión y matizaciones ya habían dañado la imagen de la ministra antes de que la pasada semana se sumergiera de lleno en otra de sus crisis: la imposición fallida en todo el país de las limitaciones a la hostelería y al ocio nocturno a través de un mero acuerdo de un Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) que, bajo la batuta de Carolina Darias, ha acabado de convertirse en un verdadero campo de batalla autonómico. La insumisión masiva de las comunidades al plan de restricciones no tiene precedentes ni en la actual crisis sanitaria ni en la vida del CISNS. Ocho territorios, entre ellos los más poblados, votaron en contra o se abstuvieron; el País Vasco ni siquiera se avino a participar el debate; comunidades socialistas como La Rioja o Castilla-La Mancha, a pesar de votar a favor de las restricciones, anunciaron que no las iban a aplicar..

La obcecación de Darias por el "obligado cumplimiento" de unas medidas contra la hostelería que muy probablemente ni siquiera se hubieran tenido que aplicar por la mejora constante de los indicadores incluso abrió una crisis de calado con un aliado clave de Pedro Sánchez, Iñigo Urkullu, especialmente dolido por la "invasión de competencias".

Para cuando el pasado fin de semana Sanidad publicó en el BOE el acuerdo del consejo, Moncloa ya estaba preocupada por la imposibilidad de la ministra de atajar la crisis de la hostelería que había provocado ella misma sin demasiada necesidad. Pero cuando el lunes la Audiencia Nacional, en una decisión inédita, decidió de forma exprés y "cautelerísima" suspender la aplicación de las restricciones impuestas el CISNS en Madrid, en Presidencia de Gobierno la orden a Darias fue expeditiva: bajar el pistón, recular, enseñar bandera blanca y dejar libertad absoluta a las autonomías para decidir sobre sus bares, restaurantes y discotecas.

Había que cerrar ese frente de la hostelería porque Sanidad se acababa de meter en otro berenjenal a cuenta de la (no) vacunación de la Selección a pesar de la federación lo había pedido hace dos meses y el anuncio el domingo pasado del positivo de Sergio Busquets. El problema se convirtió en una crisis de envergadura cuando Darias decidió pasar la pelota a la Comisión de Salud Pública, donde las comunidades (todas ellas, incluidas las gobernadas por socialistas) mostraron su desconcierto y cabreo por la decisión de tratar de endosar la responsabilidad de la vacuna de los futbolistas a las autonomías.

Al final, nuevo cambio de opinión, y profilaxis para la Roja. Eso sí, tras otra polémica, a cuenta de si ahora con Pfizer o ahora con Janssen.

En el Gobierno insisten en que el viento va a seguir soplando a favor en esta fase final de la pandemia pero ya vislumbran nuevas tormentas a las que Darias tiene toda la pinta de dirigirse inexorablemente en los próximos días: el plan (o no) para vacunar fuera del lugar de residencia este verano o el fin del uso de las mascarillas en espacios públicos abiertos.

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