Toros
Una muleta tiene la llave del Parque
Ponce y Hermoso de Mendoza salen a hombros tras lucirse a medias con un deslucido encierro, tanto para rejones como para la lidia a pie. El manso sexto cerró la puerta grande a El Fandi, variado en banderillas y con el capote
Ayer sí hubo salida a hombros y puerta grande, físicas, para los dos triunfadores de la tarde en la segunda y última de feria de San Juan en León. Y si el encierro no se hubiera cerrado con un manso de libro, el ciclo se habría saldado con pleno de triunfadores. Sólo El Fandi quedó fuera en el contador, pero fue despedido con una cariñosa ovación y los gritos del tendido coreando el nombre del torero. Su idilio con el público leonés se mantiene intacto. Sigue creciendo el de Enrique Ponce, cuya estética y magistral técnica llevan años encandilando a los tendidos. Su muleta tiene las llaves de la puerta grande del Parque. Y a fe que sabe usarlas. Por su parte el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza anduvo aseado y seguro. El público se lo agradeció.
La cubierta del coso leonés resguardó a los aficionados de una tarde ventosa y fresca, y una megafonía que se ha usado en contadas ocasiones se engrasó ayer para recordar repetidamente al respetable que la mascarilla sigue siendo obligatoria en estas estancias, incluso en la medianía del festejo, cuando afloran bocadillos y viandas. De nuevola corrida se inauguró con el himno nacional, esta vez con el paseíllo organizadamente detenido antes de desplegarse los capotes. Ceremonioso y muy ovacionado.
El festejo tuvo más de voluntarioso y de sabiduría de tres toreros con ya largas trayectorias que de emoción. Les faltó a las ganaderías en conjunto casta y vibración; lo compensaron los lidiadores con oficio y técnica.
El Fandi, siempre poderoso en banderillas . FERNANDO OTERO
Los que le sobran a Ponce, que ya en la madurez de su carrera sigue haciendo gala de regularidad, enhebrando en su veterana muleta embestidas que en otros engaños no tendrían recorrido y en los suyos se traducen en orejas. Buen ejemplo fue el primero de su lote, que brindó al padre de su novia, ambos presenciaron el festejo desde el tendido. Fue el toro más chico del encierro, anovillado, y podía haber sido tan Esaborío como anunciaba su nombre, pero cayó en manos del maestro de Chiva. Ya al principio quiso irse al caballo que guardaba la puerta, y tras el puyazo en el lugar reglamentario ensayó el torero un delantal, que remató el astado con una voltereta. Probó con una chicuelina pero el animal salió buscando el abrigo de las tablas. Le enjaretó al final una tanda de chicuelinas de mano baja y una larga.
Tras un eficaz tercio de banderillas Ponce sacó al toro de la querencia para meterlo suavemente en la muleta, dejándole el engaño en la cara para impedirle huir. Siempre despacioso y elegante, el diestro inició las tandas con molinetes, dejó la mano a la altura precisa para acompañar la embestida sin tirones y sin obligar en exceso y remató con pases de pecho muy compuesta la figura.
Ponce conduce la embestida de su primer toro. FERNANDO OTERO
Al natural la embestida se mostró más renqueante y el torero adornó las tandas con molinetes, cambios de manos, pases de pecho,... Un repertorio muletero suave y pausado, sin atisbo alguno de brusquedad y sin dejar que el rajado astado claudicara o pensara en nada que no fuera responder a los cites.
Al final, ya más en corto y con el toro agotado y con respuesta algo más bronca, extrajo varios circulares doblando la rodilla y tirando de la trayectoria que desataron una gran ovación de un público ya entregado. Se hincó de rodillas antes de preparar con parsimonia la estocada, con un silencio sepulcral en los tendidos. Hundió el estoque hasta la bola y paseó triunfal (también pausado y gustándose, repartiendo sonrisas) las dos orejas del de García Jiménez, que fue ovacionado en el arrastre. Por haberse dejado dirigir, se supone.
Salió el torero valenciano en el que hizo quinto dispuesto a apuntalar el triunfo, pero le esperaba Boticario, con más peso y menos cara, que salió suelto del caballo y cayó desplomado al suelo en los primeros pases de la faena de muleta. Poco pudo hacer aquí el engaño hipnotizador de Ponce, que le dio mucho tiempo al astado y le aplicó muleta suave y alta para aliviar sus carencias.
No hubo nada que hacer con un viaje renqueante y con la cara por las nubes, una sosísima media embestida que sólo pudo conseguir muletazos de uno en uno. Ni por esas, no tenía fuerzas el oponente ni para medio muletazo. El abaniqueo dio por concluido el fiasco, que agradeció el público y recibió el diestro con ceremonia desde el tercio.
Al fin, un capote
El jolgorio lo puso una vez más El Fandi. Recibió a su primero con dos largas de rodillas y un variado repertorio capotero, para llevarlo galleando al caballo. Muy ovacionado el vistoso quite por lopecinas; como lo fue también su esperado tercio de banderillas. Mantiene el granadino excelente forma física y la exhibe en los pares de la moviola, de dentro a fuera, al revés,... Y ese aclamado violín, que nunca falta.
Hermoso de Mendoza, tras el rejón de muerte a su segundo. FERNANDO OTERO
Abrió la faena de muleta de rodillas en terrenos del 8, y recetó varias tandas perdiendo pasos para aprovechar la inercia del viaje del blandito oponente. Por el pitón izquierdo enjaretó tandas sin dejar que alcanzase el engaño una embestida que remataba con la cara arriba, pero era obediente y noblota.
Molinetes de rodillas y circulares citando de espaldas hicieron las delicias de los seguidores, en un largo trasteo en el que el toro fue y vino sin hacer un feo. Pinchó el matador antes de volcarse en el segundo intento, del que rodó el toro sin puntilla. El fallo dejó el premio en una oreja, a la espera de rematar el triunfo con el último.
Pero no hubo caso. Al sexto, un colorado con más presencia, lo recibió también con largas de rodillas y lopecinas, con el intermedio del toro barbeando tablas buscando la salida. Echó las manos por delante ya en el capote, intentó saltar al callejón y buscó la puerta de toriles por donde había salido. Cantó la gallina desde el principio, y fue desarrollando bronquedad y violencia para defenderse.
Lo intentó El Fandi, con un quite por chicuelinas persiguiendo al toro, que huía en cuanto vería hueco; esquivando el recital de gañafones que le tiró su oponente, intentando sacarlo de las tablas donde acabó aculado. Faena imposible.
La maestría a caballo
Tampoco tuvo mucho material para el lucimiento Pablo Hermoso de Mendoza. Aprovechó al noble segundo de su lote, que le permitió realizar faena al embestir sin excesivo celo, pero obediente a los cites de las monturas.
El navarro lo enceló cabalgando a dos pistas dejándose llegar, y cambiando el viaje por dentro; toreando con la grupa, quebrando en la cara en las banderillas e intentando clavar al estribo.
La noble embestida le permitió clavar yendo de frente y volteando el caballo en la cara del astado con despaciosidad, y ejecutar su famoso teléfono tras colocar las cortas.
Dejó un rejón traserillo y desmontó para adornarse en la fase final del toro, que se tragó la muerte y cayó con la boca cerrada.
Su primero fue un marmolillo, que midió la arena ya antes de clavarle el primer rejón pese a la suavidad con la que lo enceló en la cola del caballo de salida. Lo llevó después a dos pistas adaptando el galope de su montura a la cansina velocidad del toro, muy deslucido y que perdía las manos constantemente. Para olvidar.