El cráter abierto en el sobrante del pasillo del ferrocarril no convence entre el vecindario
La velocidad de los trámites para devolver el paso de los trenes a través de la estación pasante no lleva aparejada la misma celeridad para encontrar una solución al entorno urbano que sella la brecha ferroviaria por la ciudad.
No gustan los metros sobrantes y sin uso que acordonan ese pasillo soterrado, ilusionista en superficie, decorado con cilindros de colores. Hasta ahí la conformidad. Porque, añadida, la valla ya no gusta los vecinos; y tampoco a los políticos.
León se enfrenta a dos hectáreas de arrabal, en medio del espacio que le abrió hace cinco años la obra de integración del tren. La intervención está rematada; y Adif no acaba de definir cómo resolverá ese cráter que no tiene definición en medio del barrio ferroviario de la ciudad; flanqueado por una valla que enardece al vecindario, del lado del pasillo que oculta la vía bajo las baldosas, y un cordón oeste que no disimula el aspecto de suburbio abandonado.
La ciudad y el urbanismo
León urge una solución al suelo sobrante, antes de que se cronifique somo pasto de arrabales
En medio, un terreno vaciado despojado de las viejas estructuras ferroviarias de León; mitad huertona urbana, mitad zona de carga de gravera. Muy lejos de aquel diseño vanguardista que se adscribió hace casi veinte años al caduco Plan Regional de Ámbito Territorial, el Prat, que envolvió la transformación urbana en torno al pasillo del tren por León. Pintaron edificios de veinte alturas, que estigmatizaron la construcción de viviendas por miles, en ese espacio entre talleres y las nuevas explanas que se crearon en torno al perfil del Palacio de Congresos y las ruinas del pasado industrial, más o menos pujante. León apura soluciones que satisfagan la idea racional que se recreó sobre planos.