La tertulia, en la puerta de casa
León sale a la fresca para no perder la costumbre
Los corrillos de vecinos durante las tardes y noches de verano aspiran a convertirse en Patrimonio de la Humanidad tras la propuesta que ha enviado a la Unesco un pequeño pueblo de Cádiz y que secundan en León
Son las ocho de la tarde y en la plazuela de Oteruelo los vecinos forman un corrillo y charlan animadamente. Hay niños alrededor y el parque infantil de esta pedanía, que pertenece al ayuntamiento de la capital, es un hervidero de chavales. Lo mismo ocurre en decenas de pueblos que sortean la crisis demográfica solo en agosto. Y en algunos barrios de León, como Puente Castro, Armunia o La Inmaculada, acostumbrados a las tertulias veraniegas en la puerta de casa cuando el sol concede una tregua, que en plena ola de calor no llega hasta la medianoche.
Ahora, esa tradición secular de ‘tomar el fresco’ podría convertirse en Patrimonio Cultural de la Humanidad si la Unesco acepta la propuesta que ha lanzado el alcalde de Algar, un pueblo gaditano que quiere proteger esas conversaciones al aire libre frente al avance de las generaciones más jóvenes. Tiene el apoyo de los vecinos.
En León también lo defienden, aunque sin llegar tan lejos. Son conscientes de que cada vez hay menos gente en los pueblos y que este hábito, tan arraigado en la provincia, podría desaparecer en unos años si no se preserva como es debido.
«Normalmente sacamos las sillas de casa», explica un vecino de Oteruelo que vive en la calle Balcón, justo enfrente del mirador desde el que se tiene una vista privilegiada de toda la ciudad, con la Catedral al fondo. «Vengo con un libro, el periódico o una revista cultural. Salimos a charlar y a veces estamos aquí hasta las dos de la madrugada», revela mientras escucha la radio sentado en las escaleras de su vivienda, de planta baja.
También se juntan en la plaza del Caño, donde están mejor organizados. «Ponemos mesas y sillas para pasar la tarde fuera», apunta Silvia, que hace de anfitriona. El más joven ronda los cuarenta años y la mayor sobrepasa los sesenta, sin contar a las dos niñas, Blanca y Xana, que juguetean a pocos metros de ese filandón improvisado al que solo le falta la lumbre. Sobran las historias. Y los chascarrillos. Casi nada pasa desapercibido. No necesitan las redes sociales. Ni abusan de los móviles. «A las once, cuando terminamos de cenar, salimos de nuevo», apunta Silvia, que reivindica esa costumbre de tomar el fresco, sobre todo en tiempos de pandemia, cuando las restricciones ahogan la movilidad y comprometen las relaciones sociales.
En la calle
En Oteruelo, Puente Castro o Armunia celebran cada noche su particular filandón
«El año pasado, con el confinamiento, empezamos a reunirnos aquí fuera, donde poníamos sillas y mesas, a metro y medio de distancia, para pasar un rato agradable», señala. Desde aquel momento lo repite cada día, siempre que no llueva o haga demasiado viento. Sale a las ocho de la tarde, cuando el sol decae, y aguanta hasta la hora de cenar. Luego ocupan la calle otro buen rato, hasta que la charla languidece por el cansancio. Son unos cuantos.
En esta ocasión se han unido Noemí y Rosario Antolín, la presidenta de la asociación vecinal que habitualmente hace este tipo de reuniones en el patio de su casa. Nunca faltan el café y las pastas. Hablan de las necesidades de la pedanía, de qué pueden hacer desde la asociación y planean actividades para dar a conocer Oteruelo.
Esta singular manera de pasar el rato, y combatir el sofoco del calor, ha llamado la atención incluso de medios internacionales como ‘The Guardian’, que hace unos días se hacía eco de esta campaña, enseñando al público extranjero que existen costumbres y tradiciones en España que aún requieren protección. En León saben bien de lo que habla.