El último hijo de los fusilados en Villadangos
«¡Se nos agota el tiempo!», Rufino Juárez García, de 86 años, llevaba colgado del cuello el epitafio dedicado a su padre sobre la lápida de una tumba de Vegas del Condado a la que quería llevar sus restos junto a los de su madre: «Y seguimos esperando tu vuelta de tan largo ‘paseo’». Rufino tenía 18 meses cuando se quedó huérfano de padre, Rufino Juárez Fernández. Este labrador y vocal de la Junta Vecinal de Vegas fue detenido por falangistas junto a Epifanio Llamazares y Sixto Rodríguez, tras presentarse en el cuartel de la Guardia Civil, como requirieron a su esposa, el 21 de octubre de 1936. A la noche siguiente era ‘paseado’ en Villadangos y enterrado en el cementerio de este pueblo en las fosas comunes que fueron abriendo para dar cabida, junto a las tapias, a las 71 personas que, según consta en el Registro Civil, cuyos cadáveres fueron trasladados al camposanto desde el monte donde era ejecutados. El pasado 10 de agosto Rufino volvió al cementerio en busca de memoria y dignidad para su padre, junto a otros familiares de fusilados. «No pude venir, por miedo, hasta que tuve veintitantos años», recordaba. Aquel día tener la esperanza de poder cumplir su deseo y de las otras familias, pero era consciente de que el tiempo corría en su contra, como le dijo al alcalde, Alejandro Barrera, en la reunión que mantuvo con las familias. En las vísperas del concejo que negó ilegalmente el derecho a las familias, Rufino se debatía entre la vida y la muerte en el hospital. Estuvo ajeno al ruido y tampoco pudo disfrutar de que, al fin, se impusiera la cordura en Villadangos. Las otras familias y la ARMH esperan cumplir el deseo de Rufino, que hoy será enterrado en Vegas del Condado en la tumba donde espera que termine el largo ‘paseo’ de su padre. Allí le esperará.