Supervivientes del covid
«En el hospital estuvimos separados y creímos que no volveríamos a vernos»
Félix y Leli no saben cómo cogieron el covid, pero el virus les sacó de casa en la segunda ola, el 19 de octubre de 2020 ingresaron en el hospital. Él en la UCI y ella en planta. No regresaron a su hogar hasta casi cuatro meses después. En los peores días pensaron que nunca más se volverían a ver. La fatiga es una de las secuelas que arrastran.
Un paseo diario para visitar a una tía de 94 años que vive sola y la salida a la compra eran los únicos trayectos fuera del hogar que hacían Félix Mañanes Mateos y Leli Martínez del Corral. El confinamiento había quedado atrás, pero la segunda ola del covid castigaba a León con una escalada de contagios, ingresos hospitalarios y muertes.
Después de más de medio siglo de matrimonio no se imaginaban que les llevaría juntos al hospital, pero les mantendría separados por más de dos meses. Hay fechas que no se olvidan. «No habíamos notado nada, hasta que el 19 de octubre me dice mi mujer: ‘Tengo mal cuerpo’; pues yo también», comentó el hombre.
Se tomaron la fiebre y cuando su sobrino Mario les llamó, como hace casi a diario, le comentaron que se encontraban indispuestos. «Inmediatamente llamó al 112 y nos mandó una ambulancia», comentan. Félix era reacio a ir a urgencias, decía: «Esto no es nada, se nos pasa con paracetamol». La evolución de la enfermedad fue galopante. En lo que llegaron los equipos de emergencias de Sacyl «vi que a ella le daban arcadas y yo me empezaba a tambalear», explica.
En el hospital vi morir a mucha gente. Una de las cosas que más me impresionó fue que entraban en las habitaciones con los ataúdes, los sellaban y luego los sacaban. El virus ha matado a muchas personas; nosotros estamos aquí»
Cuando llegaron los sanitarios, «abrimos la puerta y salimos, no cogimos nada, solo las tarjetas y el móvil, pero no llevábamos los cargadores». No se dieron ni cuenta del trayecto. Todo empezó a pasar rápidamente. Una vez que llegaron al servicio de Urgencias del Hospital «nos desnudaron» y a Félix le envían directamente para la UCI. «Yo estaba mejor, nada más entrar allí le perdí de vista», comenta Leli.
Pasaron casi dos meses separados y sin poder hablar. «De la UCI no me acuerdo de nada hasta el 8 de noviembre porque me tuvieron sedado», recuerda el hombre. Un día oyó una vez: «Soy la doctora Paola...». La mujer estaba en la planta V0 de Virgen Blanca. Estuvo con oxígeno mucho tiempo. A esa misma planta trasladaron a Félix cuando salió de la UCI, con el soporte del oxígeno, sin olfato, sin gusto y sin ganas de comer. Luego le llevaron a la cuarta planta.
«Me daba envidia mi compañero porque cuando llegaban las comidas, todo le sabía bien. Yo en 15 días no llegaría a comer ni medio kilo. Perdí de 16 a 17 kilos, me caí tres veces». En el hospital «vi morir a mucha gente, lo que más me impresionó es que entraban con los ataúdes hasta las habitaciones, los sellaban y los sacaban», recuerda Félix conmovido por aquella vivencia.
La primera vez que hablamos fue porque un médico nos puso al teléfono. Félix lloraba. Era tan triste... Cuéntame algo, ¿qué tal estás?, le decía. Va bien, va bien... Pero yo sigo muy afectada, me fatigo y me han dado trombos por dos veces»
Leli y Félix no volvieron a verse hasta que les dieron el alta hospitalaria y fueron a la residencia Piedras Blancas para la convalecencia y rehabilitación. «No sabíamos nada uno de otro. No nos decían nada. Llamaban a mi cuñado y a Mario. De mí les decían que no contaran conmigo. No pensé nunca que nos volviéramos a ver. Estando allí no piensas en nada. Solo pensaba en Mario, su hermano y los otros sobrinos, que no se pusieran ninguno malo», explica Félix.
La primera vez que pudieron hablar fue a través del teléfono de un médico. «Félix se puso a llorar, era tan triste...», comenta Leli. Se reencontraron en la residencia, en diciembre. Primero llegó ella y «por la noche yo, como los pendones», dice Félix con humor. «¡Menuda alegría!». Al principio apenas se levantaban de la cama. «Félix estaba hecho un telar y yo no me tenía de pie», añade la mujer.
—Ay madre, estás para el homenaje, dijo a su marido.
Él recuerda que comió una sopa que le supo a gloria. Empezó a recuperar el humor y «pedía jamón todos los días».
La rehabilitación no fue coser y cantar, pero resistieron con mucha fuerza de voluntad. En mayo, Félix aún no sabía subir las escaleras y llegar al jardín de San Francisco desde su casa en la calle Martín Sarmiento era agotador. En septiembre ya empieza a haber días en los que dice «hoy me siento estupendamente» y tiene ánimo para madrugar y salir de viaje a pasar el día. «Llora y haz lo que te dé la gana, pero tú palante», se decían. Durante casi un mes arrastraron el cansancio indescriptible que les dejó la enfermedad. «Después ya nos empezaron a bajar al fisio: te enseñaba a levantarte. Tardé dos mes porque cuando empezaba a hacerlo me dieron los trombos y me tuvieron que volver a ingresar», recuerda Leli.
Ella no tuvo que pasar por la UCI pero ha tenido que volver al hospital por dos veces debido a los trombos. La primera, el 6 de diciembre y la segunda el primero de mayo. El segundo ingreso se prolongó hasta la víspera de Nochebuena. «Son las secuelas del covid», dice consternada porque la enfermedad le ha robado las energías que tenía. «Yo era muy activa y ahora tengo una fatiga.. Por la calle disimulo parándome a mirar escaparates», confiesa.
Félix tiene 85 años y Leli 77. Él no se jubiló hasta los 73. Estaba encantado con su trabajo al frente de un almacén de vinos en la calle Párroco Pablo Díez, Bodegas Regias, que había montado con un tío. Es cazador, pescador, conduce...
A mediados de febrero regresaron a casa, con vacuna y todo. La residencia fue un alivio, pero a veces les deprimía el ambiente. «Las chicas son maravillosas y nos atendieron muy bien. Pero me impresionó aquel salón tan enorme» al que llegaba en silla de ruedas hasta que aprendió a andar de nuevo». En mayo todavía «no sabía subir las escaleras». En la residencia no había tiempo de aburrirse: «A las seis de la mañana ya están duchando a la gente», comentan. Al ser tantas personas con necesidades de atención el personal tiene que organizarse, pero muchos mayores preferirían poder estar un rato más en la cama.
El matrimonio agradece mucho la atención recibida en la residencia, pero prefieren estar en su casa, hacer sus comidas, la compra, juntarse de vez en cuando la familia y seguir sus rutinas.
Félix y Leila forman parte de las más 5.600 personas que han salvado la vida en los hospitales leoneses tras sufrir el covid. «ha muerto mucha gente», lamentan. Viven para contarlo aunque su vida ha cambiado y el cansancio sigue acechando. «
«Voy haciendo las cosas pero me tengo que sentar», apunta la mujer que tiene que usar una media de compresión a raíz de los dos episodios de trombos poscovid. Dormir duerme bien, cinco horas seguidas. Durante meses perdió el sentido del gusto y su marido se convirtió en el probador oficial de las comidas para ponerlas al punto. También se le ha caído mucho el pelo, añade«A mí el fuelle, el fuelle es lo que más me falla», admite Félix.
Para la familia fue un acontecimiento y un alivio el regreso a casa de Félix y Leli. Su sobrino Mario Alonso Martínez lo celebró en su perfil de Facebook con una foto en la fiesta del Pastor de Los Barrios de Luna en 1988 en la que aparece, con un mastín, acompañado de sus queridos tíos y de su hermano.
Después de que el matrimonio tuviera que dejar su casa y separarse por el maldito virus, recuperaban su hogar cuatro meses después. Salieron con la segunda ola en plena escalada y regresaron con la tercera en retirada y con otras dos por llegar.
Félix y Leli viven, cada día un poco mejor, con las secuelas del covid. Son supervivientes de una pandemia que en León se ha llevado la vida de 2.214 personas hasta la fecha. Los duros momentos sufridos no han borrado sus sonrisas. Comparten su experiencia para que la sociedad sea más consciente del sufrimiento que para muchas personas ha sido la enfermedad. Son héroes silenciosos de la pandemia.
Puedes compartir tu experiencia con el covid en: sociedad@diariodeleon.es