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María José Díaz

«Entregué el diseño floral del Hostal y en su apertura estaba ya en la UCI»

A la florista María José Díaz le detectaron coronavirus dos días después de que terminara la decoración floral para la inauguración del renovado Hostal de San Marcos. El 24 de noviembre, dos días después de que fuera a Urgencias y la enviaran a casa con medicación, tuvo que volver para pasar directamente a la UCI.

María José Díaz posa en su floristería, Ijar, en León.

León

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El martes 2 de diciembre, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, inauguraba en León el restaurado Hostal de San Marcos, un acontecimiento social que vistió de gala las renovadas dependencias del histórico Parador de León. Entre los adornos de ese día estaba el arte de la floristería Ijar de León y la mano de su propietaria, María José Díaz. María José no pudo disfrutar del gran acontecimiento. Pocos días antes, con su obra ya acabada y entregada, ingresó en el Hospital de León con coronavirus y enferma grave. Mientras León celebraba la reapertura del Hostal adornado con las flores de Ijar, la familia de María José recibía el parte sanitario diario de los médicos de la UCI que alertaban de su grave estado de salud.

«Todavía no entiendo cómo y dónde me pude contagiar. Yo soy muy pesada con la prevención, las mascarillas, el lavado de manos y la distancia social. Doce días antes de mi ingreso estuve prácticamente encerrada en el taller de la floristería preparando toda la decoración para la inauguración del Hostal, sola, sin contacto con nadie, y cuando terminé y llevé el trabajo al Parador me puse enferma, me sentía fatal, muy cansada». María José tiene 56 años e ingresó en el Hospital el 24 de noviembre de 2020. Para contextualizar la situación epidemiológica que vivía León en esas fechas hay que recordar que el mismo día que pisó Urgencias estaban ingresadas en los dos hospitales de la provincia 327 personas, de las que 36 permanecían graves en la UCI, y la incidencia acumulada a catorce día de evolución era de 796 casos, con un mapa coloreado prácticamente en su totalidad de color rojo de riesgo extremo. Era la cuarta ola que empezaba a dar signos de agotamiento y que sufriría un repunte apenas mes y medio después, con la población aún sin vacunar y con las primeras dosis entrando en las residencias de personas mayores.

María José se quedó ingresada el 24 de noviembre, pero apenas 24 horas antes su marido la llevó a Urgencias porque no se encontraba bien. Allí le dijeron que tenía coronavirus, pero la radiografía no mostraba signos preocupantes de enfermedad y la mandaron a casa con un tratamiento. El protocolo de rastreo posterior detectó también el virus en su marido.

Apenas 36 horas después del alta, su estado empeoró. «No soy una persona que se queje, aguanto mucho, me encontraba muy mal, pero por lo visto estaba mucho peor de lo que yo pensaba. Me puse muy mala y me volvieron a llevar al Hospital, me ingresaron y me pasaron a la UCI. Es llamativo que un día antes tuviera la radiografía estable y cuando volví 24 horas después ya tenía una neumonía grave y apenas podía respirar». Sus síntomas eran cansancio, tos, sensación de pasar por una gripe muy fuerte... «pero no le di importancia. No tenía enfermedades previas y no quería que me llevaran al Hospital por la situación que había entonces» con la cuarta ola campando a sus anchas y sin vacunas. Esa segunda vez que pisó el Hospital ya no se sujetaba de pie. «Tengo una nube en la memoria de esos días, fue una experiencia horrible. No soy llorona ni quejica, pero sentí que podía morir. Tenía miedo. Nunca antes había tenido una baja. En mis dos partos estuve el menor tiempo posible de baja porque tenía que trabajar. Ahora soy propietaria de dos floristerías en León, pero también he trabajado para otras personas».

Hay mucha gente que no se vacuna porque tiene miedo, pero se siente mucho más miedo cuando entras en una UCI, lo puedo asegurar, y tener la incertidumbre de si vas a poder salir de allí con vida

Los especialistas del Hospital llamaban a diario a su marido para informarle de su estado de salud. «Las noticias no eran buenas». Su marido, asustado, llamó a sus dos hijos que vivían en Brasil y en la región china de Hong Kong. «Pensaban que me moría. A mi marido le decían que estaba muy grave. Lo peor de este bicho es que te ataca muy rápido. De estar más o menos bien, aunque con síntomas, a pasar a la UCI en dos días».

María José estuvo veinte días en la UCI. «Recuerdo muy bien el miedo que sentí». Las noticias de la evolución de la pandemia del coronavirus no eran buenas en esas fechas. El 24 de noviembre fallecieron por coronavirus en León seis personas y el virus se había cobrado ya 1.263 víctima en la provincia desde el inicio de la pandemia con el primer positivo en León el 1 de marzo.

«Sentí miedo porque cuando me dijeron que me iban a pasar a la UCI me vino el recuerdo de las imágenes que había visto de enfermos en cuidados intensivos. Pensé que iba a morir. No podía respirar y el oxígeno estaba muy alto. Es difícil respirar en esa situación, tienes que pensar en cómo hacerlo». La situación empeoró y los médicos tomaron la decisión de intubarla. «Todo fue muy rápido. Pero es una situación que quiero olvidar. Aún así pienso que soy una persona afortunada porque sobreviví, de las pocas que salían de la UCI en ese momento de la pandemia. Recuerdo que en el mismo periodo de tiempo estaban ingresados otros dos chicos de 30 y 24 años. Cuando salí de la UCI ellos seguían allí. Fue una pesadilla, como un mal sueño». Un recuerdo que se desdibuja por las secuelas que el virus ha dejado en su concentración y la protección psicológica para sobrevivir a un estado de estrés tan extremo.

Este virus está ahí y actúa muy rápido. No soy una persona quejica y cuando me llevaron a Urgencias pensaba que no estaba tan mal, pero estuve muy grave y a punto de morir

«Todos los días que estuve en la UCI permanecí sedada», pero recuerda como flaxes algunas secuencias. «Esos recuerdos son porque me subían y bajaban la sedación y en esos momentos concretos yo estaba semiinconsciente. Me quitaron el tubo y me despertaron el 8 de diciembre. La primera persona en la que pensé fue en mi madre, que cumplió 90 años el 3 de diciembre y no pude estar con ella y felicitarla. Cuando pude sentarme en un sillón y tener un aspecto para no asustar a mi familia hice una videollamada para hablar con mi marido y mis hijos, que vivieron y se quedaron en León. No tengo más que agradecimientos para el personal sanitario. Allí todo era una locura de cables, máquinas que hacían ruido, alarmas. No se puede dormir y el personal no para ni un momento. Aún así siempre tenían una mano para mí, una mano de plástico, pero una mano».

De la enfermedad le que quedado fatiga crónica. «No estoy todos los días igual. A veces, cuando salgo a la calle, se me duermen los brazos y las piernas y me tengo que parar. Sigo en revisión en la consulta ambulatoria».

María José reconoce que el apoyo de su familia es clave para salir adelante. «Ayuda mucho tu tesón y tu esfuerzo y da mucho subidón estar en casa y encontrar el apoyo familiar». Tras su experiencia personal anima a ponerse la vacuna. «Este virus sigue ahí, Hay mucha gente que tiene miedo a vacunarse, pero da mucho más miedo entrar en una UCI y pensar que no puedes salir de allí con vida»