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Francisco Sosa Wagner SOSERÍAS

Viagra y focas

Publicado por
León

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SON los rijosos franceses quienes llevan la fama de haber puesto en circulación la anécdota: se confesaba el rey voluptuoso Enrique IV (después de haber dicho aquello de «París bien vale una misa») y todo en el acto piadoso era un desgranar de aventuras, salpimentadas con un punto de real orgullo, turbando como es lógico narración tan atrevida el ánimo del austero sacerdote que le escuchaba, quien, abrumado, se limitaba a ensalzar las virtudes físicas de la reina y las ventajas de atenerse a las limitaciones del corral propio. El rey pensó que lo más atinado era invitar a comer al confesor poniéndole sobre la mesa una docena de platos de perdiz excelentemente condimentadas. El clérigo, gustoso del ave, las iba viaticando con dedicación y entrega litúrgicas pero cuando iba a atacar la cuarta perdiz, exclamó: «siempre perdiz, cansa, majestad». Justamente ahí le esperaba el augusto personaje, que replicó: «siempre reina...». En la era científica, quien no puede disfrutar de estas escapatorias que llevan amenidad a la vida, se ha inventado el (o la) viagra que es aportación científica de envergadura. También se usa contra la impotencia llamada «disfunción eréctil» que es el nombre del gatillazo tradicional y es probablemente el recurso a estos recovecos lingüísticos lo que propicia tantos problemas y la necesidad del recurso a fármacos de nueva invención. Hay que tener en cuenta que la ciencia, quiero decir, la acumulación de conocimientos y de dengues demasiado sabihondos, conduce a la inhibición mientras que la fantasía nos lleva a la suave lascivia, a la sicalipsis. Hacia ella deben caminar los espíritus rectos y bienhumorados. Pero de estos quedan pocos y de ahí que, cuando nos falla la imaginación, haya que recurrir a la farmacia donde pedimos viagra. Hemos caído así en la trampa científica porque confiamos al farmaceútico y a los laboratorios lo que debe ser el producto de la exaltación, del esfuerzo y de la tensión propios de las inclinaciones sensuales. Al menos así debe ser para quienes aspiran a alcanzar la consistencia adecuada y a afrontar desde ella, ya empinados, empresas comprometidas, siempre con el decoro como divisa. Lo cierto es que, si repasamos la historia, desde la época medieval en la que las brujas preparaban barrocos ungüentos o infusiones milagrosas que alegraban la decadencia de los cuerpos abatidos se pasó a otra en que se quiso advertir en determinadas partes de ciertos animales propiedades magníficas para trances amatorios sin riesgos de inesperadas traiciones fisológicas. A tal efecto han cumplido un papel muy meritorio los renos de Alaska, los machos de las focas de Groenlandia (que se deben de llamar focos) y las mismas focas hocicudas. Los cuernos de reno han sido determinantes para quienes han padecido flojera de extremidades y lo mismo ha ocurrido con los penes de focas que llegaron a alcanzar precios de sensación porque, aplicados de forma artística, producían efectos de enardecimiento. Todo este esfuerzo de la ciencia antigua ha sido arrasado por viagra que ha hecho descender el precio del pene de foca/foco de forma inquietante. Sin contar con la humillación que supone para estos animales la pérdida de prestigio de su verga. Tan acusado ha sido este proceso que se teme que, en breve, en los grandes almacenes se instaure la semana del pene de foca o del cuerno de reno ofertándolos por precios irrisorios y además con facilidades de pago y con posibilidad de participar en sorteos para viajes. Se convendrá conmigo que no existe mayor degradación que ser objeto de rebajas cuando se lleva a cuestas una tradición arrogante. Es en Groenlandia donde más se percibe el problema y sus científicos, que están que trinan, han hecho tocar la alarma porque se desploma un comercio de mucha solidez. O que ha producido mucha solidez. Para gobernar con tino y pulso los hervores de la gran caldera de las pasiones humanas lo más aconsejable es dejarse llevar por las recetas naturales y por el despliegue de las habilidades tradicionales. De donde resulta que también en achaques carnales lo que no es tradición es plagio.

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