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El violador del chándal se casará proximamente con una joven leonesa

Ha decidido quedarse a vivir en León, aun teniendo la oportunidad de establecerse en Galicia, alejado de sus víctimas. Un empleo en la misma empresa para la que trabajó en la cárcel, los trámites ya iniciados para casarse por la Iglesia con una

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León

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LEÓN. Marco Romero Redacción Quienes le tratan hablan de él como un ser «dócil», incluso «encantador», rasgos que también le caracterizaban hace más de una década, cuando Andrés Mayo todavía negaba su autoría en las agresiones sexuales que tenían conmocionada a la sociedad leonesa -especialmente a la población femenina- por la violencia con que fueron perpetradas y por otros elementos que, entre octubre de 1989 y el mismo mes de 1990, contribuyen a alentar el temor a la figura del mayor violador en serie jamás conocido en la provincia leonesa. Mayo es ahora un hombre nuevo, a juzgar por la pila de informes que fundamentan el auto dictado por el juez de Vigilancia Penitenciaria de León el pasado 15 de noviembre en favor de su excarcelación condicionada. «Su evolución penitenciaria e historial personal» fueron determinantes para que la Junta de Tratamiento de la prisión de Mansilla de las Mulas propusiera el 21 de octubre de este año que Andrés Mayo iniciara una nueva vida en la calle. Pero este órgano, integrado por cinco personas para evitar un empate de votos, no fue unánime en su decisión. Los profesionales que han seguido más de cerca el programa de control de Mayo _el psicólogo, el educador y el subdirector del centro penitenciario- apoyaron su puesta en libertad, mientras que el director de la cárcel y el subdirector médico se mostraron reticentes a conceder un beneficio penitenciario que se ha traducido en la reducción efectiva de la pena a una décima parte de la condena impuesta por un tribunal de la Audiencia Provincial de León:106 años de cárcel por cuatro delitos de violación y siete tentativas;fue absuelto de otras cuatro agresiones sexuales al no haber sido identificado por las víctimas en una rueda de reconocimiento. El informe del fiscal de Vigilancia Penitenciaria también apoyó la excarcelación de Mayo. Tras haber conseguido una revisión de su sentencia en el año 1995 para acogerse a los beneficios penitenciarios del nuevo Código Penal -su excarcelación entra en el supuesto de que se ha observado buena conducta y que tiene un pronóstico individualizado y favorable a su reinserción social, además de que fue clasificado en tercer grado penitenciario el 17 de septiembre del 2001 y que ya ha cumplido doce años de cárcel, es decir, más de las tres cuartas partes de la condena absoluta que permite el CP (20 años)-, Andrés Mayo sólo tiene que dar muestras de una conducta socialmente aceptable para que su pena quede totalmente extinguida, circunstancia que podría producirse en poco más de un año, según fuentes judiciales. Mayo acude cada dos semanas a los servicios sociales penitenciarios del Centro de Inserción Social. Su programa de control también le obliga a contactar una vez por semana con la prisión provincial. Cada mes, la jueza de Vigilancia Penitenciaria -el juez que dictó el auto de excarcelación ha sido trasladado a Madrid- tiene que recibir un informe del psicólogo que garantice que el proceso de reinserción y el comportamiento del ex preso evolucionan tal y como fue pronosticado. A pesar de todas estas obligaciones, Andrés Mayo ya hace una vida normal en León. El abogado que le ha defendido durante todo el proceso declina toda posibilidad de establecer contacto con su cliente, a pesar de la insistencia de este periódico. Sin embargo, ha sido posible saber que Mayo Fernández -34 años y aspecto impecable- está trabajando en León para una empresa asturiana, cuya identificación, como otros muchos datos sobre su nueva vida, no es citada en beneficio de su reinserción social. Acude con normalidad a su centro de trabajo y, de hecho, ha recibido un fuerte apoyo por parte de esta entidad dentro y fuera de prisión, puesto que durante su encarcelamiento ya estuvo realizando trabajos para ella. En la nueva rutina diaria también entra ahora su participación en un programa desarrollado por una Organización no Gubernamental de la provincia, donde se le intenta estimular una conducta para que asuma una actitud positiva hacia las personas. Mayo también parece haber rehecho su vida sentimental con una joven leonesa, cuyos datos obviamente también se reservan. El Obispado confirmó que ambos han iniciado ya los trámites para poder casarse por el rito católico, aunque todavía no ha sido firmado por el vicario general de la Diócesis, paso esencial para que Mayo y su compañera, de unos 20 años, consigan el expediente de libertad y soltería que se exige a cualquier pareja antes de concebir matrimonio, aun con la oposición de los padres de la joven. En el Obispado tienen constancia de las intenciones de Mayo desde hace tiempo. El hecho de haber sido condenado por varios delitos sexuales no puede ser un argumento para revocar la incoación de su expediente. «Sólo se valora la libertad con que se ejerce ese matrimonio y si los dos son maduros para hacerlo», explicó el vicario, Pascual Díez Escanciano. Desviación psicopática «Mayo está afectado de una alta desviación psicopática, que actúa en forma impulsiva en periodos cortos, con tendencia a conductas antisociales que se alteran con fases depresivas. Presenta también tendencia a impulsos extraños a las normas sociales, pero las conoce y las comprende. No presenta una patología cerebral orgánica ni una dolencia psicótica que pueda alterar sus facultades anímicas de consciencia sobre el alcance de sus actos, ni tampoco su voluntad de elección entre cometerlos o no». Ese es su perfil psicológico en octubre de 1991, cuando se publicó la sentencia condenatoria. Nueve años más tarde, después de que siguiera un programa pionero para violadores en la cárcel de Mansilla de las Mulas, Andrés Mayo era «incapaz de identificar todavía la motivación que le condujo a agredir sexualmente a las mujeres o la secuencia en la comisión de los delitos», aunque ya demostraba «una buena conducta» en la calle, puesto que desde 1999 había gozado de algunos permisos. Hoy, su comportamiento dentro y fuera de la prisión y su constancia en los trabajos penitenciarios que se le han ido encomendando le han dado una nueva oportunidad, esa que sus víctimas no logran entender. LEÓN. Marco Romero Redacción Quienes le tratan hablan de él como un ser «dócil», incluso «encantador», rasgos que también le caracterizaban hace más de una década, cuando Andrés Mayo todavía negaba su autoría en las agresiones sexuales que tenían conmocionada a la sociedad leonesa -especialmente a la población femenina- por la violencia con que fueron perpetradas y por otros elementos que, entre octubre de 1989 y el mismo mes de 1990, contribuyen a alentar el temor a la figura del mayor violador en serie jamás conocido en la provincia leonesa. Mayo es ahora un hombre nuevo, a juzgar por la pila de informes que fundamentan el auto dictado por el juez de Vigilancia Penitenciaria de León el pasado 15 de noviembre en favor de su excarcelación condicionada. «Su evolución penitenciaria e historial personal» fueron determinantes para que la Junta de Tratamiento de la prisión de Mansilla de las Mulas propusiera el 21 de octubre de este año que Andrés Mayo iniciara una nueva vida en la calle. Pero este órgano, integrado por cinco personas para evitar un empate de votos, no fue unánime en su decisión. Los profesionales que han seguido más de cerca el programa de control de Mayo _el psicólogo, el educador y el subdirector del centro penitenciario- apoyaron su puesta en libertad, mientras que el director de la cárcel y el subdirector médico se mostraron reticentes a conceder un beneficio penitenciario que se ha traducido en la reducción efectiva de la pena a una décima parte de la condena impuesta por un tribunal de la Audiencia Provincial de León:106 años de cárcel por cuatro delitos de violación y siete tentativas;fue absuelto de otras cuatro agresiones sexuales al no haber sido identificado por las víctimas en una rueda de reconocimiento. El informe del fiscal de Vigilancia Penitenciaria también apoyó la excarcelación de Mayo. Tras haber conseguido una revisión de su sentencia en el año 1995 para acogerse a los beneficios penitenciarios del nuevo Código Penal -su excarcelación entra en el supuesto de que se ha observado buena conducta y que tiene un pronóstico individualizado y favorable a su reinserción social, además de que fue clasificado en tercer grado penitenciario el 17 de septiembre del 2001 y que ya ha cumplido doce años de cárcel, es decir, más de las tres cuartas partes de la condena absoluta que permite el CP (20 años)-, Andrés Mayo sólo tiene que dar muestras de una conducta socialmente aceptable para que su pena quede totalmente extinguida, circunstancia que podría producirse en poco más de un año, según fuentes judiciales. Mayo acude cada dos semanas a los servicios sociales penitenciarios del Centro de Inserción Social. Su programa de control también le obliga a contactar una vez por semana con la prisión provincial. Cada mes, la jueza de Vigilancia Penitenciaria -el juez que dictó el auto de excarcelación ha sido trasladado a Madrid- tiene que recibir un informe del psicólogo que garantice que el proceso de reinserción y el comportamiento del ex preso evolucionan tal y como fue pronosticado. A pesar de todas estas obligaciones, Andrés Mayo ya hace una vida normal en León. El abogado que le ha defendido durante todo el proceso declina toda posibilidad de establecer contacto con su cliente, a pesar de la insistencia de este periódico. Sin embargo, ha sido posible saber que Mayo Fernández -34 años y aspecto impecable- está trabajando en León para una empresa asturiana, cuya identificación, como otros muchos datos sobre su nueva vida, no es citada en beneficio de su reinserción social. Acude con normalidad a su centro de trabajo y, de hecho, ha recibido un fuerte apoyo por parte de esta entidad dentro y fuera de prisión, puesto que durante su encarcelamiento ya estuvo realizando trabajos para ella. En la nueva rutina diaria también entra ahora su participación en un programa desarrollado por una Organización no Gubernamental de la provincia, donde se le intenta estimular una conducta para que asuma una actitud positiva hacia las personas. Mayo también parece haber rehecho su vida sentimental con una joven leonesa, cuyos datos obviamente también se reservan. El Obispado confirmó que ambos han iniciado ya los trámites para poder casarse por el rito católico, aunque todavía no ha sido firmado por el vicario general de la Diócesis, paso esencial para que Mayo y su compañera, de unos 20 años, consigan el expediente de libertad y soltería que se exige a cualquier pareja antes de concebir matrimonio, aun con la oposición de los padres de la joven. En el Obispado tienen constancia de las intenciones de Mayo desde hace tiempo. El hecho de haber sido condenado por varios delitos sexuales no puede ser un argumento para revocar la incoación de su expediente. «Sólo se valora la libertad con que se ejerce ese matrimonio y si los dos son maduros para hacerlo», explicó el vicario, Pascual Díez Escanciano. Desviación psicopática «Mayo está afectado de una alta desviación psicopática, que actúa en forma impulsiva en periodos cortos, con tendencia a conductas antisociales que se alteran con fases depresivas. Presenta también tendencia a impulsos extraños a las normas sociales, pero las conoce y las comprende. No presenta una patología cerebral orgánica ni una dolencia psicótica que pueda alterar sus facultades anímicas de consciencia sobre el alcance de sus actos, ni tampoco su voluntad de elección entre cometerlos o no». Ese es su perfil psicológico en octubre de 1991, cuando se publicó la sentencia condenatoria. Nueve años más tarde, después de que siguiera un programa pionero para violadores en la cárcel de Mansilla de las Mulas, Andrés Mayo era «incapaz de identificar todavía la motivación que le condujo a agredir sexualmente a las mujeres o la secuencia en la comisión de los delitos», aunque ya demostraba «una buena conducta» en la calle, puesto que desde 1999 había gozado de algunos permisos. Hoy, su comportamiento dentro y fuera de la prisión y su constancia en los trabajos penitenciarios que se le han ido encomendando le han dado una nueva oportunidad, esa que sus víctimas no logran entender. javier morán