Un deporte para hermanar realidades contrapuestas

Esta es la bitácora de impresiones. De las sensaciones que ayer sintieron unas niñas que, acostumbradas a vivir en la pobreza, viajan por primera vez a España. Un ejemplo, aunque cualquiera vale, es el de Jimena que tiene 12 años y nada más bajar del autobús relata a sus compañeras que para ella «lo más impresionante ha sido viajar en avión. ¡Qué bonitas son las nubes vistas desde arriba». Todas visten igual, abrigo rojo y guantes y gorro calado hasta las orejas. Su tez morena da fé que no están acostumbradas al frío. «Cristina nos contó que esto era muy bello, aunque un poco frío, ¡eh!». Después del barullo, del reparto de maletas, salen en fila de la estación de autobuses en dirección a los coches que les esperan para llevarles a una comida en el auditorio. «Es duro decirlo, pero allí apenas tienen para eso», la bitácora ha cambiado de voz. Ahora es Yolanda Fuentes quien habla. Ella ha estado tiempo en Bolivia y conoce de primera mano la realidad que allí se vive. Desde entonces, para ella, la pobreza tiene nombre y apellidos. «Ellas son adultos en cuerpos de niñas. Trabajan desde que tienen 5 años y sustituyen a sus madres con sus hermanos más pequeños con tan sólo 9, para que sus mayores puedan trabajar y así llevar el pan a casa». Es el turno de palabra para la coral formada por tres monitoras bolivianas. Andrea, también gimnasta, Esmeralda y Lorena conocen muy bien de lo que están hablando. «La mayor parte de estas niñas viven en barrios marginales. Hay casas donde no hay ni letrinas (váteres) y calles donde no existe el alcantarillado». Sin embargo, todas están de acuerdo al afirmar que «la oportunidad que este programa les brinda será una clase magistral para su futuro. Aquí en León podrán conocer un mundo que desconocen. Un lugar lleno de oportunidades por el que podrán luchar cuando vuelvan a Bolivia». Todas las voces le dan gracias al deporte por brindarles esta oportunidad. Por no distinguir ni entre clases, ni entre culturas.