Diario de León

Luis Artigue EL AULLIDO

Cómicos

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

EQUÍVOCOS, enredos, diálogos de vodevil y risas por todas partes en la reciente representación de Violines y trompetas, obra del dramaturgo de la generación del 70 Santiago Moncada, interpretada por la Compañía de Angel Luis Yusta y Tania Ballester. El Teatro de la Casa de Cultura de Pinilla estaba lleno y expectante. El texto resultó ser una moderna farsa algo ligera y comercial, pero llena de oficio y dominio de los recursos escénicos. Esta obra venía ya avalada por el boom que, hace ya tiempo, obtuvo en su estreno de la mano de dos famosos actores, Jesús Puente y Juanjo Menéndez. No menos aval supone la pluma del escritor que suele contar con el favor del público, como así lo demuestra el reciente éxito que acaba de obtener Arturo Fernández con otra obra de Moncada: «Esmoquin». Sin embargo, he ahí la grandeza de lo pequeño, tengo grabado en mi recuerdo el final de la obra, y los aplausos a raudales, y la espera en el pasillo a que salieran los actores para irnos con ellos a tomarnos un vaso después de la función. ¡Qué impactante es hablar en serio con los cómicos! A mí, que siempre me ha gustado la docta intrascendencia de las obras de Moncada, me dio la impresión de que ésta no era una de las mejores -el año pasado la misma compañía representó con mucho duende en idéntico escenario otra de ese autor titulada «¿Qué tal cariño?», sin duda más redonda por su argumento de índole fantástico heredero de Jardiel Poncela y el último Alfonso Sastre-. Sin embargo llegué a la conclusión de que dicha Compañía representa todo un lujo para cualquier escritor de teatro. Los actores con bis cómica son aquellos que gozan de un suplemento de talento que les predispone a hacer reír. Este don impagable, según el saber grecolatino, lo conceden los dioses y no es tanto una condición como una modulación del alma. Hay actores cómicos que son tan serios que dan risa, como Buster Keaton en El maquinista de la general. Otros poseen una gracia poética que produce ternura y concienciación social, como Chaplin en Candilejas, y también está ese humor absurdo de Groucho Marx o el psicoanalíticamente ingenioso de Woody Allen. Pero sea como sea, la alta comedia engendra virtuosos normalmente no reconocidos por la crítica, pero muy necesarios para la sociedad teniendo en cuenta como está la realidad de opresora. Quede claro que esta obra de Moncada no es alta comedia pero, esta vez, los actores la han engrandecido. Al hablar con ellos después del pase, Tony Isbert reconocía que él no había hecho comedia en su vida, pero los dueños de la Compañía nos hablaban de una dilatada trayectoria profesional, y comentaban como en su repertorio había monólogos, obras clásicas y teatro del absurdo. Incluso demostraron tener un gran conocimiento del panorama escénico de Madrid, y una buena cultura teatral. Ellos me corroboraron la intuición de que hacer reír no es tan fácil, que el humor tiene más que ver con la inteligencia que con la frivolidad, que la profesión de cómico requiere talento acompañado de una gran cultura empleada en que aflore esa medicina del espíritu que es la risa. Los cómicos. Están en contacto con el lado ridículo de la vida, y por eso nos contagian cierto relativismo e indolencia muy necesarios. Además ese relativismo hilarante lleva implícito un momentáneo olvido de todo lo que duele. ¡Qué milagro! Uno veía la dotada interpretación hipocondríaca, histriónica y brillante de Ángel Yusta y no podía evitar pensar por contraste: ¡Qué poco talento hay en televisión y sin embargo cuanto queda aún en el teatro! Ahora que acaba de morir Luis Citges, un serio Buster Keaton español, escribo esto en su memoria y en la de todos aquellos que dedican su vida a la comedia, esos que nos hacen más soportable la vida con su presencia en este planeta porque, como decía el clásico, «nacieron para provocarnos el divino don de la risa, y convencernos de que el mundo está loco». Gracias.

tracking