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RETABLO LEONÉS

Piedras con historia

Las secuencias con que nuestro Retablo trata de airear algunos hechos históricos relacionados directamente con las glorias pasadas de una capital, que durante cuatro siglos fue cabecera del reino de León, forzosamente nos llevan a

La enigmática, curiosa y controvertida pila bautismal visigótica de nuestra Basílica de San Isidoro.

Publicado por
Enrique Alonso Pérez Redacción - LEÓN.
León

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Queremos resaltar hoy, con cierto detalle, la peripecia que rodea a una de las pilas bautismales más antiguas de los primeros tiempos cristianos, y que con casi absoluta seguridad, se trata de la pieza arqueológica de más edad de cuantas se conservan en la diócesis legionense, dedicadas un día al cometido sacramental que justifica su origen. La descripción general de esta auténtica joya en piedra caliza, cuyos caracteres artísticos bien pueden remontarla al arte visigótico del siglo VI o VII, se centra en su forma de pirámide cuadrangular truncada invertida que hace presentar cuatro caras ligeramente trapezoides. Su altura es de 65 centímetros y la distancia entre sus ángulos es de un metro y diez centímetros; las cuatro esquinas lucen un par de columnillas funiculares rematadas por suaves capiteles, en las que se cree ver la intención de dar figura a hojas trepadoras con su funículo superior colgante. Los ocho capitelitos están coronados por un cornisa que corre en torno al perímetro superior de la pila. Todo el conjunto descansa sobre un bello rodapié adornado con doble hilera de tréboles, muy al estilo de frisos y frontis secularmente contrastados como visigóticos, y que debemos admirar en iglesias cercanas a nuestro entorno regional, como son la de Quintanilla de las Viñas (Burgos) o San Pedro de la Nave (Zamora). Muchos son los arqueólogos, y más todavía los aficionados a una pseudoarqueología, que han dejado escritas sus tesis e interpretaciones acerca de nuestra singular pila bautismal. Llama la atención, sin embargo, la disparidad de criterios en cuanto a su datación, procedencia y forma de uso; pero lo que llega a verdaderos extremos de dispersión interpretativa, es la gran variedad de simbolismos que cada autor cree ver en el estudio detallado de las cuatro caras que componen su morfología. La primera tesis conocida -al menos por este cronista- es un estudio monográfico de la pila realizado por el eminente arqueólogo santanderino, Manuel de Assas y de Ereño (1813/1880), académico de la Real de la Historia y catedrático de arqueología en la Escuela Diplomática, que a mediados del siglo XIX, lo publica bajo el título Pila Bautismal de la Iglesia de San Isidoro (vulgo San Isidro), en la ciudad de León, más tarde aparecieron diversos estudios avalados por personas tan prestigiosas como, Julio Pérez Llamazares (1920), Gómez Moreno (1925), Domínguez Berrueta (1957), Francisco Roa Rico (1966), Antonio Viñayo (1972) Lázaro Villanueva (1982)... y la autoridad carismática de Pijoan, que al principio de los años sesenta, confirma en su monumental obra Summa Artis, la datación visigótica de la pila, dando así por terminada la vieja polémica de su clasificación artística y temporal. Pero en lo que difieren profundamente unos de otros, estos autores, es la interpretación de los cuatro cuadros que componen la representación de seres animados. El primero de ellos, muestra dos leones afrontados de factura similar y los relieves asirio-babilónicos, que para unos son la imagen del mal en dominios leonados y para otros una antiquísima alegoría del enfrentamiento del bien y del mal. Los dos cuadros siguientes, expresan con claridad la intención del artista que los labró, de plasmar en imágenes sugerentes la actividad que justificaba la existencia de la pila: el sacramento del bautismo. También aquí existen opiniones encontradas en cuanto al reconocimiento de los personajes, y cuando unos hablan de la Virgen y el Niño, respaldados por San José, otros ven en esta última figura a un obispo con báculo en actitud catequizante. Y la figura del Precursor en el bautismo del Jordán, indiscutible para algunos por llevar encima la inscripción que dice: «S.John», es discutida por otros, que interpretan el relieve como imagen del bautismo en los denominados siglos medios. Pero el último cuadro que presenta un jinete sobre un asno, seguido de tres personas portadoras de otros tantos ramos -que parecen de azucenas-, es el que más controversia ha suscitado, entre los estudiosos del tema; mientras que Assas mantiene la teoría de «un Jesús triunfante entrando en Jerusalén». Pérez Llamazares sostiene la suya viendo la escena «como un regreso pacífico y feliz de los neófitos recién bautizados». Sin embargo, Domínguez Berrueta aprecia en este relieve «la representación de la Sagrada Familia en la huida a Egipto». Todos coinciden, no obstante, a la hora de señalar, que la pila sirvió para bautizar a los nuevos cristianos por el método de inmersión, usado generalmente por la cristiandad visigoda. Nuestro último apunte, a favor de la importancia del monumento arqueológico descrito, se apoya en el hecho de que, ya en el pasado siglo XIX, la Comisión de Monumentos de la Real Academia de San Fernando de Madrid, destacó en León al ilustre artista, Ricardo Velázquez, para dirigir el vaciado en yeso, de nuestra pila, y sacar copia exacta de la misma. Copia que hoy admiran los visitantes del Museo Arqueológico Nacional, como pieza de excepción inigualable.