Caso Carrasco
Hallan un móvil y una plancha para el pelo en la celda de Montserrat y Triana
Las asesinas de Isabel Carrasco pasan a segundo grado pero no tienen permisos de momento, mientras la tercera condenada, la expolicía Raquel Gago, ya ha recibido el tercer grado penitenciario
Mientras Raquel Gago disfruta de su recién estrenado régimen penitenciario de tercer grado, que le fue concedido el pasado mes de enero en el Centro Penitenciario Madrid I de Alcalá de Henares, Montserrat González y Triana Martínez, madre e hija condenadas con las penas más importantes a 22 y 20 años de prisión como autora material y cooperadora necesaria respectivamente del crimen de Isabel Carrasco, no han podido disfrutar por el momento de beneficios penitenciarios y se mantienen en una tónica menos beligerante que durante su paso por Villahierro o Villanubla, pero con momentos de escasa colaboración.
La última sanción grave que se les impuso fue el año pasado cuando se encontró un teléfono móvil escondido en su celda, en la cárcel de Villabona (Asturias), a la que fueron trasladadas en octubre de 2018. Poco antes fueron sorprendidas con una plancha para rizar el pelo, un objeto prohibido en las penitenciarías.
Estos acontecimientos hicieron que experimentaran un retroceso en su proceso de adaptación y que se evaluaran negativamente sus comportamientos, circunstancias que influyen de forma fatal en la concesión de beneficios. De hecho, han accedido a la consideración de internas de segundo grado, lo cual ya comportaría la posibilidad de disfrutar de determinadas facilidades, pero el historial que presentan lo hace inviable.
Por ley tendrían derecho a 36 días de permiso al año, al ser reclusas de segundo grado y haber cumplido la cuarta parte de la pena total, pero se supedita a los informes favorables de conducta. No es el caso.
Como consecuencia de aquello, Montserrat y Triana perdieron sus destinos en el economato, uno de los puestos más preciados por los reclusos. Desde aquel momento la madre trabaja como auxiliar del invernadero y la hija, en la biblioteca del módulo de mujeres.
A nivel sentimental, tampoco las cosas han mejorado para la joven ingeniera de telecomunicaciones, que encontró el amor en un joven rumano al que conoció en la penitenciaría leonesa. Tras pedir el traslado a Valladolid, para estar en compañía de su pareja, cuando madre e hija fueron destinadas a Asturias, también se autorizó el cambio de prisión de su compañero sentimental, que siguió sus pasos. Cumplía condena por robo.
Sin embargo, el interno fue extraditado a Rumania para terminar su penitencia penal. La relación había perdido fuelle y a tenor de los detalles que han trascendido, todo apunta a que no ha resultado demasiado traumático para su compañera sentimental, que sigue el curso de su vida a la espera de recuperar la libertad en 2034. Dos años después, en 2036 quedará libre su madre.
En julio del año pasado, madre e hija perdieron el piso en el que residían el día del crimen. El lanzamiento de la propiedad, ubicada en las inmediaciones de la gasolinera de Supercor, sirvió para poder enjugar parte de deuda contraída por los gastos y costas procesales del juicio en el que fueron condenadas, así como por las indemnizaciones pendientes que arrastran con Loreto Carrasco, la hija de la asesinada. El próximo día 12 de mayo se cumplirán ocho años del suceso.