Protestas de los vecinos
Un botellódromo a las puertas de la Catedral
Los vecinos de San Pelayo alertan del descontrol en el entorno de la plaza, cansados de los destrozos, pintadas e insultos de los jóvenes
El entorno de la plaza de San Pelayo se ha puesto de moda. Junto a la Catedral, recién reurbanizado, el remanso que se crea en recodo que hace la calle que comunica Pablo Flórez con Serranos ha perdido su carácter discreto y su tranquilidad. No se trata del bullicio habitual de la entrada y la salida del colegio de las Teresianas, sino de la nueva costumbre de grupos de adolescentes que han convertido el espacio en lugar habitual de botellón, sobre todo los fines de semana y vacaciones. «La ciudad de León es de todos», admiten los vecinos, quienes apostillan que «no para pintarla y destrozarla».
Las quejas vecinales se arrastran ya desde hace tiempo, pero el problema se ha incrementado ahora sin que haya habido mucha respuesta. Hay denuncias, avisan los habitantes del entorno, que se han convertido en vigilantes involuntarios para enfrentarse a los grupos de chavales a los que les ha dado por «romper los timbres, destrozar los cristales, llenar todo de pintadas o arrancar los árboles, que han tenido que replantar hasta en tres ocasiones sin otro resultado que las astillas que quedan al día siguiente», según relatan. Pero no se quedan ahí, sino que «se enfrentan, insultan, amenazan y hasta tiran botellas contra los balcones», describen los afectados, quienes señalan que suelen recurrir al Paidos, el grupo de menores de la Policía Local de León, aunque entienden que «tienen que abarcar mucho en todos los barrios».
Fiscalía de menores
Las denuncias por romper un timbre y hacer pintadas prosperan con las pruebas recogidas por los vecinos
Pese a que está apenas a dos pasos de la Catedral, la plaza de San Pelayo se mantiene como una de las zonas oscuras de videovigilancia. No hay cámaras, reseñan los vecinos, que reclaman que se aumente el control sobre la zona, donde ellos mismos han pillado en las últimas semanas «a unos por romper un timbre y otro por hacer pintadas». No puede ser que haya tardes en las que «se acumulen 60 o 70 chavales» que se dedican no sólo a vocear, sino que además aprovechan para «colocarse en la plaza «con bebidas, porros y otras cosas que no les sientan bien», deslizan. «Empiezan por la tarde. A las cinco están más tranquilos, pero a las nueve se desatan por completo. Esto pasa todos los viernes, sábados y domingos, y, en fiestas, mucho más. Parece que no se quiere ver, pero es evidente», detallan los afectados, quienes afinan que «no se trata de desclasados, ni mucho menos».
Acumulación
Los habitantes avisan de que en la pequeña plaza se juntan «entre 60 y 70 chavales» a la vez
El panorama no es de ayer. Viene ya de tiempos atrás. Los vecinos subrayan que «la zona está como abandonada, hay poco orden», y advierten de que la mayor parte del vecindario «es gente mayor que ha cogido incluso miedo». «Aquí, están como recogidos, creen que molestan menos, pero ni ellos ni quienes deben garantizar la vigilancia parecen entender que viven personas. No nos apartamos de que la ciudad es de todos, pero no para esto», repiten.