Circulación
Cinco semáforos en cadena condicionan los accesos de tráfico a la nueva estación de trenes
El ordenamiento de la circulación, otra herencia envenenada de la integración ferroviaria para la ciudad
La herencia de la integración del ferrocarril colea en León. Dos semanas después de que un alto cargo de Adif escenificó la cesión de terrenos al Ayuntamiento, hay espacios cerrados a cal y canto, sin definición de uso a corto plazo.
Llegar en coche a la estación de León implica extender la maniobra , hasta el extremo de no disponer de un recinto de estacionamiento a la altura de la necesidad de la infraestructura, en un armazón de acceso recién estrenado y con miles de metros sin dedicación en el entorno . El exotismo de las definiciones del espacio habilitado para el acceso de viajeros que llegan en vehículos particulares, «kiss and go, y park and drive» se queda escaso para la función que tiene asignada. Basta observar cada horquilla horaria de entrada de entrenes a la estación por la línea de alta velocidad, los enlaces con mayor demanda, para seguir el pequeño círculo de caos que sucede tras la entrada del tren en vía; una procesión de vehículos se agolpa lo más cerca que le es posible al chaflán oeste de la estación ferroviaria, mientras avanza como un a mancha la saturación del carril derecho de la avenida que se dio en llamar prolongación de Ordoño II.
La secuencia se duplica para los vehículos que llegan a buscar pasajeros; en algunos tramos, y en algunas fechas, la réplica para el tráfico supera la rotonda de cabecera de este vial, y repercute para los accesos de la calle Gómez de Salazar.
El nuevo León que nació de la integración del tren, que se pintaba como referencia para la movilidad, la nueva movilidad de conceptos sostenibles, es ejemplo de un desbarajuste circulatorio que se asume por la obligación de la espera en el ritmo de los trenes que entran y salen de León.
El episodio se suele repetir entre dos y tres veces por jornada , casi siempre en coincidencia con la frecuencia del AVE, y de alguno de los Alvia que, ahora sí, han recuperado la condición de pasante de la estación leonesa.
Si la llega en vehículo a la estación de León es un acontecimiento, la salida acrecienta el tono de suplicio. No es posible girar hacia la izquierda, porque lo impide el ordenamiento del tráfico que se decidió para la zona, con señalización horizontal que obliga a emprender la marcha siempre en dirección al este, al centro de la ciudad.
Ahí empieza el calvario: cinco semáforos consecutivos, no siempre coordinados, en las primeras decenas de metros que se encuentra el conductor en la avenida que saluda la entrada a la ciudad: cinco semáforos en cadena, hasta el cruce con la Avenida de Sáenz de Miera,
Para empeorar algo más las perspectiva, esta obligatoriedad en el giro para los vehículos que salen de los aledaños de la estación, incluidos taxis y otros de servicio público, la prohibición del giro a la izquierda complica de entrada cualquier trayecto que se quiera emprender hacia el oeste, hacia la calle Doctor Fleming, arteria fluida para la zona oeste de la ciudad leonesa.
De toda la recomposición derivada de la apertura del ala oeste del vestíbulo de la estación leonesa, el mejor parado es el colectivo de taxistas; al fin, con un espacio disponible para esperar a los usuarios, que ya no tienen que cruzar cuatro carriles para llegar al servicio.