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En el olvido

El patrimonio ferroviario entona el cuerpo a tierra

El depósito del siglo XIX sigue tirado en los talleres de remolcado

Elemento de una pieza del depósito de agua de vapor, ayer tarde, en el recinto de remolcado. DL

León

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El patrimonio industrial ferroviario de León sigue a ras de tierra. Cuando cae en desgracia, no hay elemento que se salve del olvido; da igual el pasado bendecido por el rey Alfonso XII; da igual la ornamentación; igual, el legado que representa para poner en valor la herencia de lustre que Caminos de Hierro dejó en la provincia leonesa, a la vez que abrí camino al ferrocarril por el noroeste. El depósito de agua de los primeros talleres ferroviarios que se levantaron en León como sostén técnico para el despliegue del tren por el territorio español cayó del pedestal en febrero, y en el suelo sigue.

Ninguna de las acciones que la compañía ferroviaria responsable de esta herencia prometió poner en marcha para salvar el depósitos se han llegado a poner en práctica.

Para aplacar los rumores y temores que desató la intervención, mientras el depósito de agua velaba armas las dos primeras noches a la puerta de los talleres de remolcado, en el mismo recinto en el que estaba instalado desde hace décadas, los responsables políticos de Renfe en León dieron por zanjadas las dudas sobre el destino de la valiosa pieza: iba a ser restaurada, con fondos económicos dispuestos para la ocasión por la empresa pública.

Desmontado

La pieza daba servicio a los primneros talleres ferroviarios de León, que inauguró Alfonso XI

Un par de jornadas después de echarlo a tierra, y de permanecer tirado en el exterior de las instalaciones del taller de Gómez Salazar, el depósito se retiró al interior del recinto de remolcado. Allí permanece. A la espera de las promesas de intervención, rehabilitación y restitución, que no se aprecian aún en los estamentos por los que suelen aparecer las previsiones inmediatas de la compañía ferroviaria.

El depósito se desmontó porque había cuestiones de fuerza mayor en materia de seguridad que así lo aconsejaron, vino a explicar el responsable institucional de Renfe en León para aclarar el destino de la pieza.

La base sobre la que estaba instalada había experimentado hasta la fecha de la entrada de las grúas una inclinación con el suficiente arco para comprometer la estabilidad; de la torre metálica que lo sujetaba y del propio depósito; además se comprobaron algunos problemas de corrosión en la propia estructura metálica de sujeción. El resto, forma parte de la historia reciente del patrimonio ferroviario que tiene León. El suelo se ha convertido en un lugar adecuado para aparcar componentes y estructuras de este catálogo. No es el único ejemplo. La grúa hidráulica d e las instalaciones ferroviarias de la terminal de mercancías de la capital leonesa no llegó a gozar de las mismas prebendas para su conservación que otros elementos similares en lugares en los que el patrimonio ferroviario sí ha tenido acogida.

A pocos metros de este enclave en el que ahora espera mejor trato el depósito de agua de los talleres de vapor, parece olvidad entre montoneras de grava y vegetación la aguadera de vapor, en una posición a mitad de camino entre el olvido y la lista de espera para poner en orden la conservación del bien.

El depósito de talleres fue el último en caer a ese pozo en el que no debería de haber entrado si se toman al pie de la letra las promesas del representante institucional de Renfe en León, que dejó bien claro en febrero que habría rescate para el depósito del siglo XIX.

Eso espera el vaso metálico, en posición de descanso desde hace casi medio año.

Esta estructura se instaló en los talleres de León a finales del siglo XIX, con el objetivo de dar servicio a las primeras instalaciones ferroviarias de la capital leonesa. Estuvo en servicio hasta la década de los noventa del siglo XX.

Su estructura se compone de carriles que, mediante cruces de San Andrés, en dos alturas, configura un entramado que sostiene el vaso donde se acumula el agua. El recipiente está formado por cuatro filas de chapas ensambladas mediante remaches.

En el catálogo que se confeccionó para dejar constancia de los puntos a conservar entre el patrimonio ferroviario leonés, se daba cuenta de que el depósito presentaba algunos puntos de corrosión. Así como que el crecimiento de un árbol ornamental, una mimosa similar en el interior de la base fue lo que provocó una ligera inclinación del conjunto.

Perdió la utilidad a finales del pasado siglo, después de más de cien años de servicio y como testigo del paso de los trenes que impulsaron el desarrollo en León como jamás llegó a conocerse; como jamás se volverá a conocer.