El declive leonés
León perdió 40 trenes en cuarenta años
La historia menguante del ferrocarril en la plaza ferroviaria leonesa corre paralela a la deriva económica y social de la provincia
Estaba el Rápido que llevaba parsimonia; el Correo , donde a veces lo de menos era la correspondencia; los Estrella que, hasta que dejaron de ser rutilantes, nunca dependieron de la posición solar para brillar.
León puede medir la profundidad de la huella de quiebra social y económica que padece a través de cada uno de los trenes que han dejado de circular por su territorio . Si hoy circulan 40 unidades menos que hace 40 años, se excusa aplicar la regla del tres para aproximarse a la razón y al origen de esta hecatombe económica. La pérdida de trenes es causa y consecuencia.
No hace falta tampoco retrotraerse en la memoria de la ciudad más allá de los límites de la edad del declive, de esa espiral de destrucción en la que metieron a León en la década de los ochenta , cuando empezó todo, el tiempo de descuento, también para la pérdida de este patrimonio ferroviario que tiene como capital social y principal activo el tren; el tren que circula .
A vuela pluma, sale un tren menos cada año , desde aquellas efemérides de la década prodigiosa de los ochenta, que devuelven al inicio de la cuesta abajo. Sin frenos, por lo que se ve, pese al regreso a vía de alguna de las composiciones perdidas y ese aliento extraordinario que supone la entrada en servicio del túnel del Chato (el chator) , en Madrid, y la opción de lanzar trenes transversales a la otra punta de la península. El de costa a costa , que tanta leyenda repartía en el trasiego por las vías leonesas, en ese cruce de caminos de siempre que ahora se ha devaluado a fuerza de tirar hacia abajo del eje de rotación del noroeste, que centraliza fuera del noroeste el nudo de comunicación.
Los felices 80
El cierre de la Vía de la Plata supuso el primer golpe letal al ferrocarril en León
Más de la mitad de la población leonesa puede recordar aún la estación de León en aquellos abiertos hasta el amanecer que arropaban los trayectos nocturnos, de reciente liquidación, en otra fase de extinción que contradice a las tendencias dominantes en Europa, con la apuesta de los países más desarrollados por la circulación durante la noche; 24 horas de la estación, que fue testigo de un jolgorio de movimiento de afluencia a León, de entradas y salidas, que jamás volverá a disfrutar esta urbe.
Eran tiempos con modelos de trenes que se convertían en guías para el viajero ; se subía al Expreso con la paciencia que requiere el emigrante igual que se sacaba el billete para el tranvía con la urgencia de un examen en la Universidad de Oviedo, una cita en Ponferrada o un compromiso familiar ineludible en Gijón. Rápido, como la composición que te ponía en Barcelona a primera hora de la mañana luego de hacer en un santiamén el tránsito entre luces tenues y ciudades lejanas.
Había trenes con nombres populares apegados a la causa; el Sanghai , que aguantó casi hasta hace dos días, hasta que la pandemia puso la última disculpa.
León lleva sobre la espalda una historia fascinante de los trenes que le contagiaron progreso social , que es lo que suelen llevar los trenes entre los dientes de los bogies. Omnibus, electrotrenes, tranvías, Talgos, los enlaces previstos con los trenes de Astorga, que operaban por la vía de la Plata, aún abierta en el momento previo de este recuento de opciones de ayer y hoy, facilitada a este periódico por un coleccionista de momentos emocionantes del ferrocarril en León. Si se coloca un visor cenital, León era entonces el mismo enclave radial que es hoy, en el centro geográfico del noroeste, un sol con efectos radiantes hacia todos los puntos cardinales; la diferencia es que dejó de estar asistido por la presión sanguínea , por trenes que han terminado desplazados a otros puntos, a la referencia de otras cabeceras que han decapitado la plaza ferroviaria de la capital leonesa.
Hubo un apagón. Los trenes dejaron de fluir con esa presión sanguínea que convirtió a la estación del ferrocarril en el epicentro de la ciudad, aunque estuviera en los umbrales del extrarradio. Los trenes que perdió León se reflejan como fantasmas en los muros del vestíbulo de la estación, donde una pantalla de 40 pulgadas basta para despachar en plasma todo el repertorio de una tarde de verano . Hay trenes. Hay un pasado de esplendor y un futuro empañado.