Laciana inventó las marchas negras
La Primera Marcha Negra se convirtió en una forma de reivindicación histórica de los mineros
La MSP quería cerrar el Pozo María, pero hoy, sobre la mesa, la victoria. No se cierra el Pozo María», gritó Javier Rubio, uno de los portavoces de los sindicatos a las puertas del Ministerio en Madrid.
Fue el 25 de marzo de 1992 y la historia del valle cambió para siempre.
Cambió porque aunque sólo fue una venda en la herida de la reconversión, que ya había cerrado Hulleras de Sabero y amenazaba al resto, aquella movilización pacífica hizo cambiar la percepción de los mineros a nivel nacional.
Laciana puede presumir con orgullo de una forma de protesta con ‘copyright’ que sólo empañó un ministro de Industria, un tal Aranzadi, que aún hoy no ha pedido perdón por no recibir a los mineros de MSP.
Aquella protesta hasta Madrid, secundada por 500 trabajadores de la empresa más grande del sector, emocionó en su salida de Villablino, recibió el aplauso a su paso por Matarrosa, dejó imágenes como el apoyo del pueblo de Bembibre... Eso en el Bierzo. Más allá del Manzanal concitó el apoyo de localidades en las que nunca habían visto un minero.
Enorme fue la entrada triunfal en Valladolid. Frente a aquellos que alimentan la rivalidad con Pucela, quedaron imágenes inolvidables, con miles de vallisoletanos echados a las calles.
Sí, así fue y así hay que recordarlo.
También en las estribaciones de Navacerrada, por tierras de Ávila, o bajando a Madrid, cantando incluso ‘Yo soy minero’ por la muerte de Antonio Molina en aquellos días.
El conflicto de la MSP venía precedido por otro en la Hullera Vasco Leonesa, donde se quemaron instalaciones de la empresa y el ambiente fue muy crispado durante meses.
Y aunque hubo altercados en la autopista, en el puente del pantano de Luna, aquella primera Marcha Minera supuso también un volantazo en las movilizaciones del sector.
Llegó a los telediarios por su resistencia, por el orgullo de ser mineros, por la solidaridad a cada paso.
La Marcha Minera tuvo aquella mañana final de marzo un día soleado en Madrid. Todo lo contrario que al día siguiente, cuando los lacianiegos coparon las instalaciones del pozo Calderón en la salida de los encerrados que mantenían también el pulso de la movilización a decenas de metros bajo tierra.
Bajo los paraguas, nevando, la sirena del castillete anunció la subida a la superficie de la jaula con los líderes sindicales. Quien estuvo nunca lo podrá olvidar.
Laciana resistió y afrontó un momento histórico. Hubo más ‘marchas’ pero ninguna como aquella que hoy se sigue recordando con emoción. Las imágenes de los pies destrozados por el calor del asfalto, los abrazos de los hijos...
Cada uno de los participantes guardó en un lugar de honor de su casa aquel casco que lució. Orgullo minero.