El termómetro marca la actividad laboral
Empleos que queman: trabajar a 40 grados en León
Ola de calor. No hay tregua en la calle, ni en el campo, ni en mitad del monte. El desfase de los termómetros esta semana pilla a la intemperie a miles de trabajadores leoneses que no hallan una sombra donde apaciguar su jornada laboral. El cambio de horarios, el aumento de la hidratación y el consuelo del recuerdo del frío que volverá se aplican como recetas para sobrevivir al sol que aplana a León.
Con el friso de los 40 grados en el alféizar del termómetro y la alerta naranja activada, León sobrevive a la ola de calor que se extenderá toda la semana con la sombra cotizada al precio de la sandía . Pero, lejos del cobijo de la umbría y el aire acondicionado, los sectores laborales obligados a resistir en la calle asumen las altas temperaturas con estoicismo, agua fresca cerca y, en la medida de lo posible, adaptación de los horarios para evitar las horas críticas del sol.
Muchos prefieren «trabajar de noche», como le sucede a Jesús Fernández. Pero, al pie del camión con cesta desde el que retira el cableado provisional que ha alimentado el área habilitada para los feriantes en La Lastra, encaja a media mañana la incidencia de los cerca de 37 grados con ironía geográfica. «Somos asturianos. No estamos acostumbrados a esto, sino al orbayu y el cielo nublado. No soy de los que vienen a secar a León», bromea, mientras apunta que «allí, días de tanto calor, pueden ser uno o dos». Lejos de los «25 o 26 grados de media» asturiana, el operario de Iluminaciones Río admite que en la capital leonesa «no se puede dormir» y que resisten «con mucho líquido y sin apenas comer nada porque ni apetece». «Pero las ganas de trabajar no nos las quita», advierte desde lo alto de la cesta Carlos Botejara, que acumula su segundo día laboral en este verano que aprovecha para complementar sus estudios del grado superior de electricidad. «Hay que acostumbrarse a todo», expone.
Pero no se acostumbra casi nadie. En León, «o te mueres de frío o de calor», como reconoce Fernando Rodríguez bajo la solana inclemente que pega en el aparcamiento del área deportiva de Puente Castro, donde supervisa las prácticas de moto. El profesor y socio de la autoescuela La Moderna explica que, «sin sombra ninguna», más allá de la que «dan un poco por la tarde los árboles junto al río», optan por «madrugar un poco más y trabajar hasta más tarde» . Empiezan a las 07.30 horas, paran a las 11.00 horas más o menos y no vuelven hasta las 18.00 horas, con lo que el cierre de las últimas clases lo alargan algunos días hasta las 21.30 horas. Pero no sólo se debe a sus resistencia, sino que afecta «a las motos, que pillan unos calentones terribles, en un circuito en el que apenas cogen velocidad, y cada poco hay que pararlas para que enfríen» . «Aunque la lluvia es peor. Mejor el frío, siempre que no sea extremo, porque aquí en invierno te pones de colores a siete bajo cero a primera hora de la mañana», señala con la experiencia de sus 22 años como profesor de autoescuela.
No tiene que sufrir esas temperaturas invernales el profesor Carlos Fernández dentro del aula de la Facultad de Filosofía y Letras. Pero, este verano, en el trabajo de campo del castro de los Judíos, en el alto de los antiguos depósitos de agua de Puente Castro, no hay quién les libre del sol. A primera hora lo llevan «un poco mejor», pero a media mañana, justo antes del avituallamiento que les suben con «fruta y algún bocadillo», admiten que están «muertos». «Estos son todos los suspensos», bromea mientras apunta con el mentón hacia los alumnos que participan en las excavaciones, que dirige junto a la profesora Raquel Martínez, en las que buscan testimonios de las estructuras del asentamiento altomedieval de la judería. «Aquí estamos muy bien. Da un gusto», ironiza Gonzalo Fernández-Valladares, «el novato», quien admite que les compensa porque «van apareciendo cosas». A su lado, Helena Muñoz asiente entre risas, dentro de un grupo de una veintena que se completa con otra decena que quedan en la facultad para analizar y clasificar los hallazgos, ajenos al calor.
A cubierto también han dejado a s us compañeros del retén Luis Canal y Diego Prieto. Aunque insisten en que están «mejor en la calle». «En el parque de bomberos hay de media entre 34 y 35 grados . Se han gastado más de 800.000 euros en la reforma, pero han dejado unas ventanas estrechas que apenas se pueden abrir y no hay ventilación», detallan los dos operarios del servicio de prevención y extinción de incendios, sin descuidar la revisión de los hidrantes, en la calle Jacinto Barrio Aller, junto a los campos del Golpejar de Puente Castro. Aunque insisten en que prefieren «estar fuera» para cumplir con estas tareas rutinarias de inspección , en su trabajo el calor incrementa el riesgo de incendios, a los que se enfrentan con «equipos que pesan más de 5 kilos» y en los que «la temperatura suben muchos grados». Los saben bien sus compañeros de la UME de Ferral del Bernesga en el incendio en el que intervienen estos días en Salamanca, donde han reforzado a los brigadistas de la Junta, enfrentados a temperaturas en el centro del fuego que se acercan a los 1.000 grados. «La deshidratación es lo peor. Tenemos que beber mucha agua», advierten. LACIANA
«Al llegar la noche se puede dormir y eso se agradece»
La receta se la saben en Laciana, donde los vecinos se consuelan al pensar que no son temperaturas tan elevadas como en otras zonas y, además, «aquí al llegar la noche se puede dormir perfectamente, y eso se agradece». «Incluso algunas veces te puedes tapar», refiere uno de los vecinos de la comarca, en la que las temperaturas no molestan en exceso a los trabajadores. Aunque las sufren, el sector de los ganaderos las agradece para la recogida de hierba. «Es un trabajo que tenemos que hacer, y tiene que venir el calor para poder hacerlo», describen los lacianiegos, quienes, a medida que avanza el día y baja el mercurio, toman las terrazas de los bares. MONTAÑA ORIENTAL
«Si sigue así en unos días no habrá dónde dar de beber al ganado»
Aunque en la montaña oriental, advierten de que las temperaturas superan las que se recuerdan el calor «no es nada normal y es muy malo para el campo, ya que se está secando todo» , como apunta Noel Pérez, ganadero de Aleje, quien reseña que a sus abuelos nunca les ha oído «que haya habido tanto calor como estos días». «Lo normal es que hubiese llovido en mayo y tuvimos un mayo muy seco. Si sigue así, en unos día no habrá dónde pueda beber el ganado», alerta.
El juicio lo comparte Juan, de Las Salas , quien recuerda que «este año apenas ha nevado y no ha llovido». «El ganado lo va a pasar muy mal, ya que no hay agua», reafirma, a la vez que apostilla que «ya han puesto un bando para el buen uso del agua potable». «Aquí siempre ha habido agua suficiente y este año no la hay», reflexiona.
Pese al calor también hay que se consuela con que «lo bueno que tiene la montaña es que, por mucho calor que haya, las sombras son un poco frescas y protegen», como apunta Santiago Fernández. «Aquí, las casas tardan en calentar. Aunque hace mucho más calor de lo habitual de otros años», reconoce el vecino del pueblo de Horcadas, donde «el problema mayor se da desde las 12.00 hasta las 18.00 horas, ya que no se puede estar al aire libre». LA BAÑEZA
«A las horas centrales intento hacer las menores entregas»
No tiene forma de evitar el calor Carlos Charro, Buta , que aprovecha para tomar aire después de subir a pie una bombona hasta un tercer piso sin ascensor, mientras a su espalda el termómetro ubicado delante de la plaza de abastos de La Bañeza marca 43 grados. «Se lleva con paciencia», se resigna el célebre butanero de la localidad, quien desvela que intenta «distribuir las entregas para que, en las horas centrales de calor, intentar hacer los mínimos servicios» . «Sin que eso afecte a los pedidos que tenga», apostilla para que no quede duda, con el aval de las 14.30 horas en el reloj, de que el descontrol del mercurio no frena el reparto del butano en la zona.
Sin termómetro, la incidencia de las temperaturas en La Bañeza se mide por el reparto de los espacios en la plaza Mayor. Los habituales, acostumbrados a ocupar la grada de sol, se resguardan estos días, en los que se resignan a «buscar la sombra». «Desde luego, por la mañana es mucho el calor que hace», concede el más veterano.
La edad no amedrenta a otro de los vecinos, que camina apresurado, con la gorra, presto a «hacer unos recados» que le han hecho salir. «Voy a ver si acabo pronto y me recojo en casa porque este calor es demasiado», apunta, antes de continuar camino con celeridad.
No tienen esa suerte los obreros que hacen zanja en mitad de la calle. Ni siquiera los que ocupan el interior de las excavadoras, desde donde se avista a la sombra la sombra de la gran terraza de un bar en la que los clientes aprovechan para tomar algo. «Estamos acostumbrados», despacha el más joven, quien expone que prefieren el invierno. «En invierno te abrigas y el frío se quita mejor que el calor, sobre todo este. Mucha agua e hidratarse bien, no queda otra», abunda uno de los veteranos. SAHAGÚN
«Bebemos más agua y nos protegemos pero no hay solución»
Los consejos los repiten en la obra de restauración de las ruinas del monasterio de San Benito. En Sahagún, los obreros, coinciden en que «es lo que hay». «Nos protegemos, bebemos agua más a menudo, pero no hay nada que ponga solución», manifiestan los operarios, subidos al andamio, sin apenas sombra en la que encontrar una pausa.
No hay tregua tampoco para los obreros que avanzan en la canalización del gas. La conducción sirve de metáfora para el discurso en el que reseñan que «ahora por calor excesivo y otras veces por frío intenso», en su oficio «no hay términos medios». «En algunos momentos, podemos alternar la obra mediante cambios, pero el caso es que no falte el trabajo. Es cierto que estas temperaturas nos aplanan respecto a lo normal de esta demarcación. Pero es lo que toca», señalan.
Mejor fuera
Los bomberos critican que en el parque hay cerca de 35 grados tras invertir 800.000 euros
EL PÁRAMO
«Es lo normal para esta época del año, pero...»
El Páramo y todo el sur de León no se libran estos días de las altas temperaturas que en las horas centrales del día llegan a alcanzar los cuarenta grados, aunque hay quien se atreve a señalar que es «lo normal para estas épocas del año, pero...». De todos modos, la mayoría de los trabajadores intentan evitar la exposición directa al sol en los momentos de más calor.
En el caso de albañiles y operarios municipales, como los que se afanan en una rotonda de Santa María del Páramo, madrugan para aprovechar la fresca del amanecer, aunque a esas horas los termómetros no bajen de los veinte grados que nada tienen que ver con los casi cuarenta de otros momentos del día. En la medida de lo posible, organizan sus tareas para ejecutarlas en interiores o a la sombra.
Los agricultores , con la llegada de la modernización de los regadíos, tampoco se ven obligados a permanecer a pleno sol para regar sus campos, como explica Juan Manuel Ibán, mientras junto a un aspersor en Pobladura de Pelayo García. La mayor parte de los riegos se realizan por la noche porque así se aprovecha mejor el agua y en el caso de tener que hacerlos de día no suelen ir más allá que unos minutos para el cambio de sectores o para desatascar algún pajarillo .
Eso en cuanto a los trabajos al exterior, pero también quienes realizan sus labores en interior como oficinistas, hosteleros, administraciones públicas (ayuntamientos) sufren estos días los rigores del calor ya que muchos edificios no cuentan con aire acondicionado, como advierte Sonia Ramos, auxiliar administrativa en el Ayuntamiento de Pobladura de Pelayo García. Intentan solventarlo estos días abriendo puertas y ventanas para crear corrientes de aire o haciendo uso de ventiladores.
Información elaborada por: Vanessa Araujo, José María Campos, Daniel Pisabarro, Acacio Díaz, Armando Medina, Carmen Tapia y Álvaro Caballero.