La fábrica singular de Adriano Alcorta en Trobajo
Araú, un edificio maldito 30 años
La chacinería se cerró en 1992 tras un siglo, pero San Andrés no ha logrado en tres décadas reabrirla Su auditorio de 306 butacas, sus salas expositivas y de reunión languidecen desde la reforma de 2015
El sueño municipal de abrir a la ciudadanía la singular y desfallecida fábrica de embutidos Araú, fundada en el siglo XIX por Adriano Alcorta, constituye un espejismo de 30 años. Los inmuebles quedaron desocupados y sin actividad en 1992, tras haber funcionado con éxito durante más de un siglo. Su deterioro se agravó hasta tal punto que fueron declarados parcialmente en ruina y estuvieron a un paso de desaparecer por derribo. Curiosamente, no fueron su singularidad e importancia como ejemplo de la arquitectura industrial de la provincia los que salvaron a Araú, ni su profusa decoración con ladrillo macizo en las cornisas, vanos, remates almenados, hastiales escalonados y torrecillas, sino su ubicación en el corazón del Camino de Santiago, ya que el entorno gozaba de protección BIC desde 1962.
El proyecto para revitalizar Trobajo del Camino como foco cultural y social de la mano de este curioso inmueble, que lleva el sello del prestigioso arquitecto Juan Crisóstomo Torbado y azulejos del artista Daniel Zuloaga, dio un paso adelante en 1997 con las conversaciones ya en firme entre el Ayuntamiento y los dueños para recuperar la emblemática chacinería, que pasó finalmente a manos municipales en el año 2000.
Y, aunque en diciembre de 2015, la luz de sus 99 ventanas volvió a ser un espectáculo con la remodelación de sus cuatro edificios gracias a seis millones de euros del Ministerio de Fomento, esta joya de San Andrés del Rabanedo lleva perdiendo su brillo de nuevo en los últimos siete años en que las fechas para su reapertura se han ido dilatando.
La factoría, que demostró ser como un junco para resistir los vientos del bum urbanístico, la contaminación acústica y las vibraciones de los miles de vehículos que transitan a su lado por la avenida de Párroco Pablo Díez, ha sumado en su singular historia la bancarrota de varias empresas que participaron en su reforma, los retrasos del ministerio para atender los remates y hasta lo nunca visto: una pandemia. No salió indemne de todas esas batallas. En 2009, un año después de comenzar su rehabilitación, perdió su fachada y torre Oeste por un derrumbe, y la nave macelo fue cercenada para abrir un vial.
Balance de sus batallas
Perdió su torre Oeste y la nave macelo y sobrevivió al bum urbanístico, varias crisis y la contaminación
Los trabajos se paralizaron con la crisis de la construcción y se retomaron en 2014 para conservar la esencia de sus 2.291 metros cuadrados. En diciembre de 2015 parecía que todo el periplo para poner en valor el espacio tocaba a su fin, pero desde entonces las puertas siguen cerradas a cal y canto, sin conciertos en su auditorio semienterrado de 306 butacas, sin exposiciones en sus salas de 180 m2, sin ser referente habitable del Camino de Santiago o centro de reunión vecinal.
En la versión más optimista, este mismo otoño podría llegar a girarse por fin la llave del emblemático edificio, que combina sus antiguos materiales neomudéjares y el tapial con piedra de Boñar y placas de abedul modernas en su interior. El Ayuntamiento asegura que solo falta el libro técnico del edificio, ese que quedó en blanco al detectarse humedades, problemas técnicos en el escenario del auditorio, desconchones en la fachadas y fallos en las maderas tras la restauración millonaria.
E indican que la sucesión de empresas que participaron en las obras dejó «sin papeles» lo ejecutado, de modo que ahora todavía es necesario obtener los boletines de la calefacción, del sistema antiincendios y de los proyectos de electricidad y fontanería.
Requisitos imprescindibles para que un organismo de control autorizado (OCA) apruebe la remodelación. La ilusión del equipo de gobierno actual de San Andrés es trasladar la Escuela Municipal de Música a estas instalaciones de lujo con muros de 0,60 metros y vigas de hasta 11 metros. Un inmueble que se abrió como sede de una tienda y fábrica de embutidos y productos cárnicos, que también fue vivienda de sus dueños, de los trabajadores y temporalmente, de 1938 a 1939, de parte de los pilotos y técnicos de la Legión Cóndor.
El sobrino del fundador, Eusebio Araú, logró extender los productos a toda la Península y que los embutidos hicieran las Américas, al poder comerse en las travesías en barco desde el viejo continente gracias a unos envases con manteca que ideó y que conservaban los alimentos. Considerado un visionario, construyó el matadero, que ahora podría servir como espacio sociocultural, y un laboratorio de reconocimiento microscópico de la carne, donde previsiblemente se abrirá una oficina municipal. A su muerte, tomó las riendas de la fábrica su viuda, Sira Sanpedro, a quien está dedicada la plaza trasera de Araú donde se abre la boca del auditorio. San Andrés usará 67.000 euros de los remanentes y 160.000 del fondo de cooperación local para acabar con los últimos trámites que permitan levantar los velos de Araú.