Ya es otoño en los parques de León

Hay una connotación apocalíptica en la estampa del césped que rodea al Musac trufado de hojas secas de los plataneros. Secas, tiesas, como que el 20 de agosto fuera el 20 de noviembre. Otoño avanza en agosto por los parques leoneses. El fenómeno se extiende por las zonas verdes de la capital, como un capítulo inexplicable del fin de los tiempos que hasta ahora se conocían al dedillo y, ahora, entran a formar parte de la incertidumbre. Argumentan los expertos que el adelanto de la caída de la hoja de algunas especies frondosas tiene que ver con un mecanismo de defensa del propio árbol; que estresado por el agobio del calor, decide soltar lastre, avanzar los tiempos, las edades y la costumbre. Así que hay secuencias inimaginables en la memoria de la ciudad, con esa brisa que levanta el solano a la hora de siesta, y enfila la hojarasca contra los bordillos de la acera, en otro capítulo propio de la espera del barrendero en la víspera de los Santos.

Pero es agosto, y el termómetro vacila entre los 35 y los 36 grados, con lo que es posible que esta agitación de la caída de la hoja en los árboles ornamentales se acelere en estas fechas que asoman a la despedida del mes grueso del verano. León tiene todas las papeletas para preparar la limpieza del suelo de los jardines y calles antes de que el ocre se apodere de las alamedas; las especies más afectadas por esa tensión son los plátanos, los castaños y las robinias, que plagan la ciudad.