Diario de León

LUIS GARCÍA GUTIÉRREZ, ABAD DE SAN ISIDORO

"Debemos ser una Iglesia abierta, que no excluya a nadie, tenga la situación que tenga"

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro, en la muralla, una de las zonas de la Colegiata donde le gusta meditar. J. NOTARIO

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro, en la muralla, una de las zonas de la Colegiata donde le gusta meditar. J. NOTARIO

León

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Cuando se refiere a él habla de «un cura». «Es que soy un cura, es con lo que me identifico. Ahora soy abad, antes vicario,... pero lo que da continuidad y el ser a mi persona es ser cura». Desde que se ordenó en 1999, y a través de los cargos de responsabilidad que ha ocupado en estos 24 años con una juventud poco habitual en el organigrama eclesiástico. 

Luis García Gutiérrez (Villaquilambre, 1975), el nuevo abad de la Real Colegiata de San Isidoro , ha atendido parroquias, incluso en su cargo de vicario general de la Diócesis de León. Tiene por delante el reto de concluir las obras y el proyecto de musealización de la Colegiata, de la que es canónigo desde 2010. Sufre por quienes se sienten excluidos de una Iglesia que «tiene que ser abierta, aceptar a todos, tengan la situación que tengan»; y ha de dar respuestas a los jóvenes. «Nuestra sociedad ya no es cristiana, aunque tenga esas formas». La base es sencilla: «Hemos de ser más humanos. Lo humano es el cimiento de lo cristiano».

—¿Cómo surgió su vocación?

—Éramos de la montaña, de Rodillazo, mis padres bajaron a vivir a Villaquilambre por motivos laborales, justo entonces nací yo. Allí me crié hasta los 18 años, cuando acabé el COU. Estaba muy vinculado a la parroquia, era catequista, y el párroco me propuso ir al seminario. Sentía la llamada a trabajar en la Iglesia y ayudar a los demás. Y así me enganché. 

—Su especialidad es Liturgia, ¿en qué consiste, y cuál es su tarea, que ha desempeñado también en la Conferencia Episcopal?

—Hice los seis años de seminario, después estuve tres años como párroco en Riaño, Horcadas y Carande, fue mi primer destino. Entonces llegó don Julián López de obispo, que es también liturgista. El experto en esta materia en la Diócesis murió y me propuso ir a estudiar. Estuve tres años en Roma, en la Facultad de San Anselmo, de los benedictinos. La cuestión litúrgica es cómo se celebran los ritos en la Iglesia, su historia, cómo han cambiado y la normativa actual. Y, por supuesto su sentido teológico. 

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro. J. NOTARIO

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro. J. NOTARIO

—Desde 2021 ha sido también vicario general de la Diócesis de León. ¿Cómo fue ese camino?

—Estuve seis años en la Conferencia Episcopal, al frente del área de Liturgia. Todas las semanas iba y venía a Madrid, y desde 2010 ya era también canónigo de San Isidoro. Decidí no renovar otro mandato en la Conferencia y volví a mi Diócesis. En ese momento don Luis Ángel de las Heras sustituyó a don Julián como obispo, y me propuso ser vicario general. Así comenzó hace dos años otro trabajo muy importante, el servicio a toda la Diócesis. El vicario general colabora con el obispo en lo que le pida, sustituirle, atender a los sacerdotes,... 

—¿Dejó entonces las parroquias que atendía?

—Pues ha sido la primera vez que un vicario lleva parroquias. Le pedí que me descargara de alguna, pero quería continuar con otras. Dejé Puente Villarente y Toldanos; y me quedé con Villaturiel y otras cinco parroquias. Ahora sí tendré que dejarlas.

—Ha sido la mano derecha del obispo De las Heras. ¿En qué ha cambiado la Diócesis desde que ha llegado, cómo le definiría?

—Creo que ha sido un revulsivo. Cada persona aporta algo, y yo he aprendido mucho de él. Es una persona de consenso, de comunión, como decimos en la Iglesia. Siempre tiene en cuenta a los consejos, que son muchos en la Diócesis. Nunca toma decisiones sin consultar, que podría hacerlo. Es una forma de trabajar que he aprendido de él, escuchar a los demás y llegar a un consenso para actuar. Otro aspecto es su cercanía, es una persona muy accesible. Cuando está con alguien, el tiempo es para esa persona, es algo de lo que he querido aprender. Y, desde luego, una impresionante agudeza intelectual. Rápidamente ve el punto fundamental de una persona o una situación, es muy inteligente.

—¿También está siendo un revulsivo en los proyectos que está poniendo en marcha?

—Desde luego, como el que acaba de presentar de ayuda a las víctimas de abusos, que es necesario. Afortunadamente aquí no ha habido casos graves, pero el servicio tiene que estar como un signo de que esta es la línea por la que quiere avanzar la Iglesia. Ha trabajado mucho sobre ello. Ahora tiene también preparada la visita pastoral a la Diócesis, algo que el Derecho Canónico manda a los obispos. Visitará todas las parroquias, que son muy felices cuando reciben al obispo.

—¿Cómo recibe ahora su nombramiento como abad de San Isidoro?

—Los canónigos, a parte del trabajo que tengamos fuera, en San Isidoro nos organizamos por canonjías, cada uno tiene un área encargada: sacristía y basílica, hotel, yo llevaba el museo,... Los estatutos capitulares marcan que el abad ostenta la representación de la Colegiata a todos los efectos, en el mundo de la Iglesia y de la sociedad civil; las autoridades se relacionan mucho con nosotros. Y el otro gran pilar de la tarea del abad es la coordinación de todos estos servicios. Pero siempre teniendo en cuenta que el órgano fundamental de gobierno de esta casa es el Cabildo, no es el abad el que decide. Y si no hay consenso entre los siete sacerdotes que lo formamos, se vota. 

—Ha ocupado todos estos cargos muy joven, cuando en la carrera eclesiástica los ascensos suelen ser más lentos. ¿A qué cree que se debe?

—Es verdad, y lo he pensado muchas veces. Creo que se nos ve esta aparente juventud en el contexto de la Iglesia, donde parece que los cargos están ocupados por gente mayor. No sé si eso es bueno o malo, pero es así. Yo tengo cerca de 50 años, y en el mundo civil es cuando las grandes empresas son dirigidas por gente de mi edad. A veces estás donde están buscando a alguien. Es verdad que fui de los más jóvenes en la Conferencia Episcopal, y ahora aquí también. Es así.

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro. J. NOTARIO

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro. J. NOTARIO

—¿Cree que su ascenso en el organigrama de la Iglesia seguirá este ritmo, se ve por ejemplo como obispo?

—No, no, ni por asomo. Será en todo caso lo que decida la Iglesia. Ahora lo que toca es trabajar por San Isidoro.

—Sustituye en el cargo a Francisco Rodríguez Llamazares, que ha estado en el cargo 20 años, y con el que ha trabajado. ¿Cómo le definiría, y cuál cree que es su legado?

—Francisco tuvo la difícil misión de asumir la abadía después de Antonio Viñayo, el gran abad, sabio, renacentista. Él le ha dado al Cabildo un tono de cercanía, es una persona muy asequible con la que se trabaja muy bien. Vivimos juntos desde hace años, así que el traspaso es sencillo. Hay que destacar que a él le tocó el cambio radical de la cara de la Colegiata en estas dos décadas. Teníamos la basílica absolutamente ennegrecida y sucia, por las calefacciones; y le tocó la difícil decisión de cerrarla, limpiarla e iluminarla. Después la antigua casa de espiritualidad, que estaba muy deteriorada, y afrontó el proyecto de convertirla en el Hotel Real Colegiata. También la tarea ingrata, porque vivimos aquí, de arreglar la casa de canónigos. Inició las obras del museo. Es decir, le ha tocado abordar el período más importante de obras en la Colegiata. Intervenir en estos edificio es delicado, pero siempre hemos contado con la ayuda de la Junta y el buen entendimiento entre ambas partes. 

—Hablaba antes de Antonio Viñayo, que marcó una época en San Isidoro. 

—Es una institución, sus estudios, sus publicaciones,... Se centró mucho en el románico, pero abordó todo tipo de temas, de la provincia, tradiciones,... Es ese hombre que podía hablar y escribir de cualquier cosa y hacerlo bien.

—Ahora usted asume el cargo en pleno proceso de finalización de las obras del museo, la musealización, que ya dependía de usted. ¿Qué plazos maneja?

—Pronto mostraremos la obra civil, que es una parte muy cuidada. Creo que se ha hecho algo bello, y muy bien pensado. Ahora hemos terminado de definir la museografía, pensar dónde exponer cada pieza; el discurso, porque es muy importante lo que queremos decir desde que una persona entra hasta que sale. Y sin olvidar que la pieza principal es el edificio, la propia Colegiata. Esa es una de las razones por la que los visitantes van a pasar por el claustro alto. Antes tras la visita no se llevaba una idea clara de lo que era la Colegiata, se perdía entonces esta pieza principal. Toda esta fase la ha dirigido el célebre medievalista Isidro Bango, y estamos en la redacción del pliego de condiciones para sacarlo a licitación entre las empresas de museología. Confío en que en ocho meses estemos en fase de concluir.

—Estas obras han disparado sus costes, ¿cómo se han asumido?

—La Fundación Montemadrid tiene consignado su compromiso, que eran dos millones de euros para la musealización; y la Colegiata aportaba otros 500.000. Es la que está asumiendo los excesos, con sus entradas. La Junta interviene en restauración, pero el museo era compromiso del Cabildo y la fundación. Y aún estamos amortizando los préstamos de las obras de las habitaciones. Tenemos que hacer muchas cuentas.

—Cuando este proyecto esté finalizado, ¿hay alguna otra iniciativa que tenga en mente abordar?

—Quedaría como capítulo más significativo arreglar las capillas del claustro, pero ahora no se puede asumir. Hay muchas que van a quedar cerradas, como están ahora. En fases sucesivas iremos continuando esa recuperación con los criterios del museo, que se irá ampliando.

—A veces parece que la importancia de San Isidoro como monumento relega el liderazgo pastoral que debe ejercer. ¿Comparte esta percepción?

—La persona que viene a San Isidoro sabe lo que busca. Una persona religiosa viene a la basílica, que a parte de ser un monumento tiene el ámbito de la espiritualidad. Tradicionalmente era un lugar para las confesiones, viene mucha gente a eso; y por supuesto la adoración eucarística. Esta parte ha bajado, pero como en todas las parroquias. Porque nuestra sociedad ya no es cristiana, aunque tenga esas formas. La gente es más mayor, y la pandemia les ha afectado mucho, o no salen o se han muerto. Pero por otro lado están nuestras asociaciones, que tienen su destacada importancia, el pendón, la cofradía sacramental, la adoración nocturna, que ha bajado pero se mantiene con energía. Desde el punto de vista interno lo que cuidamos es el punto de vista pastoral y espiritual de la basílica. Somos curas. Luego está toda la parte del edificio y la musealización.

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro. J. NOTARIO

Luis García Gutiérrez, nuevo abad de San Isidoro. J. NOTARIO

—La Iglesia atraviesa un momento difícil, de vocación y de fieles. ¿Cómo puede acercarse, por ejemplo, a los jóvenes?

—Desde luego, es un campo difícil. Pero creo que los jóvenes, precisamente porque lo son, están siempre en búsqueda, tienen inquietudes. Lo que tendríamos que aprender en la Iglesia es a dar respuesta a las inquietudes que hay. Responder a lo que nos preguntan, y no responder otra cosa, porque si no no hay comunicación. Una de las claves es que podamos estar cercanos a los jóvenes, a veces es muy difícil, pero no es imposible. La experiencia que tengo en las parroquias es que hay que tratarles como personas de la edad que son, no infantilizarles. La Iglesia que sale con las banderas y las trompetas ya ha pasado. Hay que tener un contacto más directo.

—Los escándalos de los últimos años ¿han influido en ese distanciamiento, o es que, como decía antes, la sociedad ya no es cristiana?

—Llevo casi 15 años en las parroquias actuales, justo cuando surgieron los grandes escándalos, Personalmente nunca he notado ninguna prevención. Es verdad que puede afectar, yo mismo pienso cómo actuaría si fuera padre. A veces las noticias surgen en unos niveles, y luego está la vida del día a día, donde no llega tanto. El problema de los jóvenes con la Iglesia es el abandono de la fe. No que no vayan a misa, sino que no tienen fe.

— ¿Es la falta de fe, y no sólo en Dios, una de las enfermedades de la sociedad de nuestro tiempo?

—Y en el ser humano. Sí hecho de menos un poco de humanidad, en todas las cosas. Y en la propia Iglesia, a veces vamos tan deprisa en todo que perdemos los detalles humanos. Y lo humano es el cimiento para lo cristiano. Sin una calidad humana mínima, personal, ¿cómo vamos a superponer la vida de fe e Iglesia? Es imposible. Lo humano, lo bueno, es cristiano. Y eso va construyendo una sociedad, y también una Iglesia. Pero a veces lo olvidamos. 

—¿Cree que el Papa Francisco está llevando también esta revolución, este acercamiento de la institución?

—Tengo cierta debilidad por Benedicto XVI, el día que salió al balcón yo estaba en la Plaza de San Pedro. Es un cariño así de simple. Y una admiración enorme también. Me gusta que a raíz de su muerte se le haya rehabilitado, se haya tenido en cuenta que era un hombre muy profundo. Me encantaba escucharle. Decía cosas sencillas, pero era muy interesante cómo las hacía atractivas. Luego llegó el Papa Francisco con un estilo totalmente diferente, como hablábamos antes de los obispos. Ha supuesto un nuevo impulso, y deseo de renovación en la Iglesia. Y ahí estamos. 

—¿Qué conceptos, si los hay, deberían revisarse para adaptar el universo de la Iglesia a una sociedad que ha cambiado tanto.

—Una pregunta difícil. Si hubiera recetas... Creo que tenemos que dar la imagen de una Iglesia abierta, cercana, que no excluye, sea la situación que sea. Me duele mucho ver amigos y personas, de todas las ideologías e incluso opciones sexuales, que se sienten heridos por algunas declaraciones. Y el día a día no es así. Son aceptadas. Da miedo porque esas heridas quedan, y la Iglesia es abierta, no rechazamos. Parece que se nos presenta como los que siempre decimos ¡no! No es verdad.

—Deme una (o varias) razones para creer que en este caos que vivimos hay un orden divino.

-El milagro de que cada día abramos los ojos, con toda la bioquímica que tenemos dentro, ya es una señal de la existencia de Dios. Pero vuelvo a Benedicto XVI. Hace mucho, cuando era cardenal dijo: “Para el que no cree siempre surge la pregunta: ¿Y si sí?”. Y lo más audaz. “Y para el que cree, siempre puede surgir la pregunta: ¿Y si no?”. Es humano que eso nos asalte a todos. El que quiere ver los signos, los puede encontrar. Por ejemplo en la solidaridad, ahí vemos a los bomberos y militares rescatando personas en el terremoto de Siria. Hoy he visto a  un militar de la UME rescatando a una niña, por desgracia será de las últimas. Y es de los nuestros, de nuestra casa. Eso emociona a uno. Dios está también ahí.

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