Carta a José Álvarez de Paz

La imposibilidad material de estar presente hoy en Noceda del Bierzo, para sumarme al merecidísimo homenaje que el Partido Socialista Obrero Español rinde a D. José Álvarez de Paz no me impide, afortunadamente, subrayar con estas líneas mi admiración y mi más profundo respeto hacia quien, siendo adversario político, llegó a ser también un entrañable amigo personal.

Nuestra relación se inició hace más de medio siglo, cuando a él y a un compañero suyo, que según creo recordar quería ser cantautor, les negaron el pasaporte para viajar a París. Se dirigieron a mí, que había sido elegido Procurador en Cortes en representación de las familias leonesas después de una campaña llena de promesas de aperturismo, y conseguí la rectificación del gobernador civil, que era persona razonable. Álvarez de Paz lo agradeció durante toda su vida.

Después coincidimos en el Congreso de los Diputados entre 1982 y 1986 y, sobre todo, en el Parlamento Europeo entre 1986 y 1994. Es sabido que, en la política de difusión de los trabajos de esa institución y de la institución misma, el Parlamento hace posible con su financiación que cada

Eurodiputado invite dos veces al año a veinticinco ciudadanos de su país.

Tengo que subrayar que ni una sola vez de las que Álvarez de Paz ejerció esa posibilidad dejó de invitarme a reunirme con ellos y a que les expusiera mis puntos de vista. Si eran leoneses, como ocurría con frecuencia, le complacía contribuir a que me conocieran. No recuerdo muchos casos de esa magnanimidad.

Aún tuvimos ocasión de frecuente diálogo cuando ejerció de profesor-tutor en el Centro Asociado de la UNED en Ponferrada, donde colaboró bien eficaz y solventemente con mi propia cátedra de Derecho del Trabajo. En una ocasión en que visité Pontevedra, siendo él gobernador civil, tuvo la amabilidad de invitarme a almorzar y recuerdo muy bien la emoción con que asistí a la presentación en Madrid de su libro «Nombres propios», con su ya muy quebrantada salud y el incansable apoyo de Teresita. Al sumarme a su homenaje, no me mueve la generosidad, sino la justicia. Álvarez de Paz publicó en este mismo «Diario de León» artículos memorables, tanto cuando falleció mi hermano José Mª, colega suyo en el Colegio de Abogados de León, como cuando ingresé en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Lo menos que puedo hacer es corresponder con la improvisación de mis recuerdos.

Recuerdos que lo presentan siempre como un hombre de excepcional formación humanística, de auténtica sencillez, de admirable bondad natural y, sobre todo, de un sincero afán de convivencia con el discrepante. Eran tiempos de concordia, de discutir pero no de insultar al adversario, de polemizar sin la menor pretensión de tener el monopolio de la verdad. Fueron momentos de oro de la siempre frágil democracia española y a D. José Álvarez de Paz le cabe el mérito de haber sido ejemplar en un comportamiento político del que tan necesitados estamos.

Yo hoy me siento, de todo corazón, en Noceda del Bierzo.