La fallida autovía de Onzonilla a La Bañeza que iba a cimentar el triángulo del desarrollo
A aquella eclosión de autovías con las que León despidió el siglo pasado, faltó la alternativa de la conexión entre Onzonilla y La Bañeza.
En el ánimo de negar oportunidades a León, también se le negó es traza perpendicular, que estaba concebida para triangular el eje del desarrollo del territorio leonés. Con el ánimo también de gravar el desarrollo económico de León y de los leoneses, se impuso la opción del peaje con Astorga, que se va a pagar hasta 2050 y constriñe la fluidez de mercancías, de movilidad laboral, de tráfico recurrente por el corredor central de la provincia, el eje de la cohesión.
La autovía propuesta entre el polígono de Onzonilla y La Bañeza había de ser libre, para ejercer de eje dinamizador y directo para el asentamiento industrial leones, y una salida vertical hacia el desdoblamiento del corredor de la sexta; a la vez, ramal de salida del norte, porque estaba llamado a facilitar el enlace a las grandes vías de comunicación, en el mismo corazón del noroeste. La misma aplicación hubiera evitado la construcción de la que luego fue AP-71, que representa un buen ejemplo de palos en las ruedas del avance económico de León.
Onzonilla y su área de influencia es hoy un nodo elemental en el tránsito de este a oeste, en ese itinerario preferido por el tráfico que procede de Portugal en dirección a Francia u otros países centroeuropeos.
La propia afluencia de tráfico internacional a este punto de León corrobora, un cuarto de siglo después de haberse planeado, que la alternativa de la autovía a La Bañeza era la adecuada para la fluidez de la circulación por el noroeste de la península.
También, raíz y germen de la reivindicación inmediatamente posterior, que dio origen a la aspiración de una conexión directa entre León y Braganza, que en esa vía de alta capacidad previa hubiera satisfecho la mitad de las expectativas.
El resultado de aquella fiebre inversora en infraestructuras se quedó lejos de los objetivos que perseguía León de contar con autovías que racionalizaran la vertebración del territorio igual que en provincias agraciadas por trazas transversales, libres y gratuitas, para lanzar la prosperidad sobre el asfalto. Veinticinco años después de aquel descarte, León aún paga los efectos del peaje de la León-Astorga, en una herida que no cicatriza.