Casi un cierre cada dos días desde que la pandemia hirió al sector
La progresión aritmética alimenta la epidemia de cierres de comercios que siguió al covid. No hay pausa, aunque el ritmo incesante de los meses posteriores al confinamiento se ha modulado para dibujar una línea en la que se apunta casi un cierre cada dos días en la provincia. El sector, que junto a la hostelería representa la cara más visible de la virulencia con la que se revolvió la pandemia contra los emprendedores, intenta capear la situación, pese a la incidencia acumulada de la crisis internacional desatada por la guerra de Ucrania y su consiguiente alza de costes. Subieron los materiales, se incrementaron los suministros, se desbocaron al alza las facturas de la luz y, como reacción inmediata, bajaron las trapas de los comerciantes y los hosteleros.
No han escapado del contagio ni siquiera las zonas en las que parecía que se podía resguardar la fortaleza del sector. Ordoño II, entronizado como eje vertebrador de actividad todavía más con la peatonalización, exhibe las muescas de los cierres en los carteles de se alquila que se repiten, sobre todo en los dos extremos de la avenida. Burgo Nuevo, Gran Vía de San Marcos, República Argentina, Villabenavente.... El centro no garantiza ninguna isla de supervivencia, ni mucho menos. Aunque los barrios, con facturas de alquiler más baratas, tampoco esquivan la cornada de la crisis. Trapa que baja es difícil subirla.