HISTORIA FERROVIARIA
Cien años en el tren de Matallana
El ramal más joven del ferrocarril leonés entrará el miércoles en el club de los centenarios
El último apéndice de un conglomerado ferroviario que vino a cambiar el paso de León cruza el umbral del siglo. El tren de Matallana se comió al tren de la Robla, y a aquel corazón hullero que bombeó el desarrollo de la provincia a rebufo de la revolución industrial que quedaba tan lejos, y tan imposible.
El 31 de marzo de 1923 se añadieron los últimos 30 kilómetros al trazado, de 335, que pasó de transportar carbón al por mayor hasta los altos hornos a cargar al peso la esperanza de la emigración leonesa ; eso fue más tarde; en la edad madura del tren que también hizo de afluente de la montaña con la capital de la provincia; el ir y venir de una circulación mítica, el paso lento de un ferrocarril eterno que terminó inmortalizado en el Cuatreros, de Deicidas. Un himno para glosar el fin de una era.
El miércoles será un día de emociones encontradas por la vía estrecha de León a Matallana , de Torío, donde está convocado un acto conmemorativo de esta efeméride, aderezado con relatos sobre este ramal, a cargo de Javier Fernández, que es autor del libro «Historia del Ferrocarril de la Robla»; y alguna aportación de detalles líricos de Antonio Gamoneda sobre el Tren de Matallana.
Zozobra
El poemario real es tan extenso como el chacachá en sus cien años de vida por este tramo de ferrocarril paralelo al cauce del Torío; desde las asonancias y consonancias de los momentos de fulgor, que los hubo, al verso suelto en mitad de la incertidumbre, cuando se propuso resistir a la amenaza de cierre, y subsistió, aunque a costa de quedarse en las afueras, lejos de ese barniz avanzado y elegante y el halo romántico que siempre le dio la estación de Matallana, sede de una embajada del Torío en el centro de la capital, esquina Padre Isla.
Cien años de la León-Matallana es una alegoría definitiva de la red ferroviaria de la provincia leonesa, celosa de los tesoros heredados y privada de los retos del futuro. Una exposición de fotografía se encarga de mostrar qué fue León en el despliegue del ferrocarril, también por vía estrecha, y para lo que ha quedado.
Último tren, última vía
La joya del ramal León Matallana que el miércoles cumple un siglo, completó el puzzle de la conexión directa entre León y Bilbao; doce de horas de emoción en un trasiego que jamás fue para una prisa.
Cumple cien años; y estuvo a punto de no llegar a los setenta, con aquella muerte súbita que acostumbró a aplicar el Gobierno a León, y que alcanzó al ramal, en 1991, con la misma técnica del garrote vil que le recetó el felipismo en 1985 a la Ruta de la Plata. Hubo muerte y resurrección, y la León Matallana puede acudir a su cien cumpleaños, con ese pulso intermitente de los hipotensos que ya no le ha abandonado a lo largo de estas tres últimas décadas.
Una oportunidad para que León celebre que una referencia de las que le llevó a la modernidad llega a ser centenaria; con todos los relatos de la historia particular y colectiva de los leoneses que envuelve el tren de vía estrecha, por que llegó a fluir un cauce de vida del que ya no queda rastro en esta tierra.