Un canto a los enlaces intermodales

El tren del trigo lleva algunos años sentado en el tráfico recurrente que nutre de circulación de mercancías la rampa, y la periferia abandonada, cada vez más desengañada sobre sus opciones de recoger en el mapa de infraestructuras el fruto de la estrategia de desarrollo que vocean los políticos en campaña electoral.

El tramo final del trigo de Ucrania hasta las harineras de destino es un canto a la intermodalidad, que se cacarea en los programas políticos, pero que no termina de trasladarse del papel al terreno, sobre todo cuando no ha alcanzado aún ni el estadio de proyecto.

Barco y tren es la base con la que se quiere construir el futuro del noroeste, a la espera de acceder a los cauces de financiación engrasados por la Unión Europea, con el fin de alcanzar cotas de transporte sostenible en ferrocarril propias de la Europa desarrollada. En ese segmento, la periferia del noroeste español está también a años luz de las directrices que encauzan la normativa del transporte por ferrocarril; en la misma medida en la que en los últimos meses ha quedado abortada la oportunidad que representaba para León entrar en el mapa de mercancías 30, que se basa en el desarrollo de autopistas ferroviarias, que encajan otra intermodalidad, de carga de camiones sobre plataformas, para llevar a destino mercancía y ahorrar en costes. Las materias primas representan ahora una parte destacada de toda la base de mercancías que sube el tren.