Diario de León

ENTREVISTA

Rogelio Blanco: «León debe posicionarse en Europa como tierra de libertades»

El pensador Rogelio Blanco. JESÚS F. SALVADORES

El pensador Rogelio Blanco. JESÚS F. SALVADORES

León

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Fue el filósofo y escritor de La Cepeda, Rogelio Blanco, quien desde su responsabilidad como director general del Libro propulsó el proyecto que logró para León el reconocimiento de Cuna del Parlamentarismo. Hoy, diez años después, hace balance .

—Usted ideó y sacó adelante la distinción para el Reino de León ¿Cómo surge la idea?

—Cuando en 2004 asumo la Dirección General del libro, Archivos y Bibliotecas entro en contacto con Federico Mayor Zaragoza, exdirector General de la Unesco, que me comenta el programa Memoria del Mundo destinado a significar selectivamente aquellos documentos señeros para la humanidad, documentos significativos a preservar y difundir su rico contenido;. El primero que decidí proponer fue el Tratado de Tordesillas y, posteriormente Las capitulaciones de Santa Fe y en 2011, Los Decreta de las Cortes leonesas de 1188, que se reconocerían en la reunión plenaria de Seúl de 2013 como documentación parlamentaria primigenia y a la ciudad de León, urbs caput regni, a la sazón, Cuna del parlamentarismo.

—¿Cómo fue todo el proceso?

—Dado que el documento emanado de las Cortes de 1188 desbancaba temporalmente a la paradigmática Carta Magna inglesa de 1215 que con abundante prosapia el mundo sajón ha presentado como la primigenia manifestación del parlamentarismo o democracia temprana, optamos por acudir fundamentalmente a referencias y autoridades del ámbito anglófono a fin de dar cuenta con sus propios historiadores. Esta elección dio paso a críticas desde el ámbito nacional por no tener en cuenta investigadores nacionales. Pero con esta opción no se trataba de obviar las referencias hispanas, más bien de fortalecerse frente a los intereses (lobbys) sajones resistentes a perder el prestigioso paradigma, que, por otra parte, de acuerdo a cómo aconteció la reunión de Juan Sin Tierra exclusivamente con los magnates (clérigos y nobles) en las praderas de la ribera del Támesis, está lejano de ser un modelo parlamentario. Esta circunstancia y modo de elección activó a algunos historiadores hispanos a poner en cuestión las Cortes leonesas, los Decreta y la propia sede o cuna originaria, mas también activó la investigación y la divulgación; así lo justifican citas y monografías aparecidas.

—Sé que tuvo que enfrentarte a muchas ‘sirenas’ que intentaron que el barco naufragara.

—El 31 de diciembre de 2012 ceso como Director General, y observo, en este caso y también en otros, cierta desidia. La experiencia me dio la oportunidad de conocer el funcionamiento y, sobre todo, conectar con varios representantes culturales de Iberoamérica que posteriormente asistirían a la citada reunión en Seúl. Además, el representante español de cultura ante el organismo era Javier Muñoz Sánchez-Brunete. Pues bien, este triángulo de relación me permitió una acción fluida más allá del escaso celo de los responsables del Departamento de Cultura hispano, ajenos al juego de posibilidades y de resistencias, toda vez que los anglosajones no estaban dispuestos a perder la significación de primigenia de su Carta Magna. Cuando en el verano de 2013 se anuncia la aprobación, tanto el Ministerio como desde la Consejería autonómica y el Ayuntamiento de León tardaron en reaccionar o respondieron de forma equivocada. Desde la Consejería de Cultura de Castilla y León, se hablaba de un reconocimiento a las Cortes castellanoleonesas. ¡Grave afirmación! O más bien mala intención o ejercicio histórico memoricida, pues las Cortes de 1188 eran propias de un Reino privativo, el de León, y nada más. Un Reino con tradición de Curias, regias o plenas, de concilios, asambleas y concejos. Un Reino proclive a ordenar el territorio mediante ordenanzas, fueros, curiales y decretas, el de León; frente al de Castilla que era refractario a cuanto he señalado. A título personal, excepto por la acción de algunos amigos, profesores y periodistas, en los primeros momentos no solo no se me citaba, a pesar de ser el proponente y firmante ante la Unesco en mi condición de competente como Director General, sino que se me negaba la acción.

—¿Cómo cree que debería explotarse el título para poner León en el mapa internacional?

—La grandeza de este reconocimiento es única, máxime en momentos en que, para la democracia, planta frágil, se atisban ataques cargados de cinismo. Este suceso y reconocimiento va más allá de León. Es la manifestación de una democracia temprana en el noroeste extremo europeo, en un Reino con unas singularidades ciudadanas en un entorno europeo de férreo feudalismo. León debe posicionarse en Europa como tierra de libertades, como gentes de brega desde los astures que luchan por su libertad y se ordenan en modelos participativos y representativos. ¿Acaso existe un modelo de democracia directa y participativa mas ejemplarizante que un concejo? La democracia es un modelo político que, si tal es, garantiza derechos y libertades, equidad, etc, pero es muy reciente y con muchos enemigos. Posee fortalezas y le acucian amenazas. La historia, dice Camus, la han hecho unos pocos y la han padecido muchos. Esos pocos, muy pocos, quieren seguir poseyéndola, quieren sujetos sujetados, súbditos genuflexos y de continuo tratarán de lograrlo; incluso con nobles instrumentos democráticos, por ejemplo, las urnas. León debe, como «cuna del parlamentarismo», posicionarse como centro de investigación, observatorio y lugar de análisis, defensor y denunciante a favor de la democracia, como detente del amenazante fascismo. Opino que este observatorio debería, con apoyo institucional europeo y español, crearse y ordenarse de inmediato. Hay razones. Hay peligros...

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