Diario de León

EL HÉROE AL QUE HOMENAJEA LA GUARDIA CIVIL

A Perico no sólo le siguen llorando los cuerpos de élite

El recuerdo del agente asesinado vive aún en el colegio González de Lama, los institutos de La Palomera y Ordoño II o la parroquia de Jesús Divino Obrero

Pedro, con cazadora de colores, con compañeros de 3º de BUP en un viaje a París en 1988. DL

Pedro, con cazadora de colores, con compañeros de 3º de BUP en un viaje a París en 1988. DL

León

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«Aún no somos conscientes de lo que ha perdido este país al morir Perico». Reflexionan algunos de los amigos de infancia y adolescencia en León de Pedro Alfonso Casado , el jefe de la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil asesinado hace ahora un año en acto de servicio y cuya memoria sigue viva en el Cuerpo, que acaba de homenajearle. Viva también en el barrio donde siguió haciendo su vida, con su gente de siempre, cada vez que volvía a la ciudad. Desde su infancia en el colegio González de Lama a su paso por los institutos de La Palomera y Ordoño II, o la parroquia de Jesús Divino Obrero, a la que estaba fuertemente vinculado.

Sus compañeros siguen definiéndole como un líder nato, con un largo y brillante servicio en las fuerzas de intervención de élite, en cuyas misiones siempre se puso al frente. También en la que acabó con su vida en la localidad vallisoletana de Santovenia de Pisuerga. Una entrega de la que sabían sus amigos, con la cautela que siempre guardó para la delicadas misiones que realizaba.

«Siempre quiso ser guardia civil, y volcarse en las operaciones especiales», recuerdan dos de sus compañeros de colegio e instituto, con los que quedaba habitualmente en sus frecuentes visitas a León. Un empeño al que dedicó entrenamientos y esfuerzos este «cazurro de pura cepa, extrovertido hasta el extremo. Cuando te veía, te abrazaba con toda la fuerza del mundo».

El jefe de la UEI, segundo por la izquierda, de adolescente con sus amigos. DL

El jefe de la UEI, segundo por la izquierda, de adolescente con sus amigos. DL

Amigo de su amigos, «muy familiar, creyente, adoraba a su mujer y a sus dos hijas, con las que le gustaba también hacer excursiones por la montaña leonesa». Y salir con sus amigos. «Siempre. cuando acababa de atender a su madre».

Pedrín en el barrio, Perico como se le conocía en la Guardia Civil, era hijo de agente y sus hermanos forman parte también de las fuerzas de seguridad. «Era muy cariñoso, tanto como bromista Siempre quedábamos en los mismos sitios del barrio, el Nalgas era nuestro punto de encuentro desde chavales. Seguía siendo el mismo tipo divertido, contando sus chistes. A la vez tenía una personalidad fuerte, mucho carácter, austero». Y prudente. «Sabíamos que participaba en misiones muy arriesgadas, que formaba también a agentes de élite a nivel internacional. Pero no por él. Nunca daba detalles de sus misiones».

Una preparación en la que se volcó desde niño. «Los demás comprábamos de críos revistas de fútbol, él de cosas de seguridad. Era buen estudiante en general, pero en educación física era una máquina. También hacía artes marciales. Pasaba horas colgado de la barra parra dar la talla, porque era bajito».

Pedro Alfonso Casado, nacido en 1972, se formó en la Academia de Zaragoza para ingresar después en los Grupos de Acción Rural de la Guardia Civil. Participó desde el primer momento en la Unidad Especial de Intervención (UEI), de la que era responsable, el grupo de élite adiestrado para resolver situaciones de alto riesgo como operaciones antiterroristas (tuvo un papel decisivo contra ETA, pero también a nivel internacional), rescate de rehenes y resolución de situaciones extremas, tanto dentro como fuera de España.

El 1 de julio del año pasado el teniente coronel recibió un tiro en la cabeza que le atravesó el casco y le provocó la muerte cuatro días después. Su grupo había acudido a rescatar a un rehén retenido por el Chiqui (al que ahora piden 84 años de cárcel), que había matado antes a un vecino. El traslado de su cadáver desde Valladolid a su sede en Valdemoro se organizó en una caravana que fue una muestra de respeto sin precedentes por parte de toda la Guardia Civil y otros cuerpos de seguridad en todas las carreteras que recorrió.

Esta semana ha recibido un homenaje en el que se le ascendió a coronel a título póstumo, y que dejó de manifiesto que ni sus compañeros ni sus superiores olvidan su «carácter, profesionalidad, actitud y compromiso». Ni la pasión de un líder nato. «En cualquier misión, no te mandaba, él era el primero». Eso le costó la vida, tras haberla arriesgado decenas de veces en ocasiones en teoría mucho más complejas.

Para sus compañeros, para el Cuerpo, seguirá siendo un ejemplo de «valor, servicio y entrega». Para sus amigos de la infancia, para la gente del barrio leonés al que llegó de niño y al que siempre volvía, el «tipo más sociable, la sonrisa permanente con esos ojillos azules». Ellos tampoco olvidan el «mazazo» que supuso su asesinato. Pervive su entrega. No sólo para la Guardia Civil.

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