El cromosoma Y esclareció el crimen de Obispo Almarcha
- Un novedosísimo sistema permitió esclarecer la causa tras dos años de investigación
Aquel vecino al que se tomó declaración poco después de la aparición del cadáver tenía interés en colaborar. Y coartada. Pero tanto interés en ayudar a los investigadores despertó algún recelo entre los miembros del grupo que se hizo cargo del caso. La dueña de un conocido bar de la zona del Ejido había aparecido muerta, cosida a puñaladas. Eso no se supo hasta muchos meses después. Lo que trascendió en un principio fue una muerte violenta sin más. Y todo en pleno confinamiento, con lo que ello significaba. Mal asunto.
La Policía Científica del Cuerpo Nacional de Policía se beatificó con el crimen de Obispo Almarcha, la calle donde a la altura del número 5 alguien asesinó a una mujer que poseía buena parte del inmueble y que había tenido algún mínimo cruce con alguno de sus inquilinos por problemas de pago.
Pero ¿quién estaba detrás de aquello? Las primeras pistas apuntaban a una pareja sentimental de la mujer. Más que por la aparición de indicios, por descarte. Era la última persona que la había visto con vida, supuestamente. Pero su declaración no dejaba demasiado lugar a dudas. Había demasiado tiempo de por medio desde que se habían visto hasta la hora en la que la autopsia databa el fallecimiento.
Abandonada aquella vía, el caso entró en un callejón sin salida. Hasta que a uno de los especialistas del Cuerpo Nacional de Policía se le ocurrió probar una nueva fórmula de investigación; el cromosoma Y. «Cuando en la escena de un crimen hay mucha sangre, a veces el ADN nuclear de la víctima se come los demás tipos de Ácido Desoxirribonucléico y oculta la presencia de otro tipo de fluidos sanguíneos que pueden resultar determinantes», explicaron los responsables del equipo investigador».
Mediante una serie de complejos análisis de última generación, se consiguió detectar una variedad del cromosoma Y que se encontraba en las ropas de la víctima y que era ajeno al de la fallecida. 53 puñaladas habían segado su vida. «Es una de las autopsias más duras que recuerdo en mi vida profesional», señaló a este periódico la representación procesal de una de las partes personadas en la causa. «Es atroz, es salvaje, no se entiende cómo se pudo producir un ataque de esas características contra una persona», explicó la misma fuente.
Confesión
Pero eso vino después de la confesión. Para arrancarle la autoría reconocida de los hechos al investigado hubo que ponerle pruebas tangibles en la cara. Una toalla del baño y el interruptor de la luz del dormitorio tenían restos de sangre, pero por la vía tradicional no había forma alguna de utilizarlo como prueba. Luego se cayó en la cuenta de que en un grifo había igualmente restos sanguíneos, todos supuestamente de la misma persona.
Cada célula humana contiene 23 pares de cromosomas: 22 compartidos entre hombres y mujeres y el par de cromosomas sexuales, que es diferente entre hombres y mujeres. Los hombres tienen un cromosoma X y un cromosoma Y. Está presente únicamente en los varones, se transmite siempre de padre a hijo. Es tres veces más pequeño que el cromosoma X y tiene muchos menos genes, alrededor de 75 frente a los más de mil genes del cromosoma X. Aunque pocos, los genes que contiene el cromosoma Y son claves para la supervivencia, y tienen un impacto sobre la biología humana.
Los cromosomas Y de todos los hombres están relacionados evolutivamente a un único ancestro varón que vivió hace 100.000 años. Por eso, las conclusiones del estudio revelaban que de halarse al propietario de esas muestras se podría determinar que había solamente una entre diecisietemil posibilidades de que los restos orgánicos procedieran de otra persona que no fuera el autor del crimen.
Así que tocó tirar de oficio y jugarse un farol de segunda opción. Tomadas las huellas y las pruebas biológicas a los sospechosos, se determinó que por algún motivo de intuición, más que de certeza, el vecino que había tenido problemas con la víctima por un desahucio inminente en ciernes era el que más papeletas jugaba e n el sorteo. Y le tocó el gordo. Cuando se le informó de que una huella de una toalla del baño y su sangre coincidían con sus fenotipos, se derrumbó y cantó.
Peculiaridades
La mayor parte del cromosoma Y es diferente al cromosoma X, sin embargo, el cromosoma Y presenta unas regiones llamadas regiones pseudoautosómicas que son homólogas de regiones del cromosoma X, lo que permite que ambos cromosomas puedan establecer uniones durante la meiosis e intercambiar material genético entre ellos.
En los embriones masculinos, el gen SRY del cromosoma Y se activa alrededor de las semanas 6-8, dando lugar a la producción de una proteína denominada factor de la determinación testicular (TDF), que induce al tejido gonadal a formar los testículos.
En resumen: aquellas muestras de sangre, solamente podían corresponder al sospechoso o a algún varón de su familia. No había demasiadas probabilidades matemáticas y en etapa de confinamiento, menos aún. Todos los miembros masculinos de su familia vivían en Valencia.
Contundente
Con el hallazgo se determinó que había 1/17.000 posibilidades de que el autor fuera otro
Pero ¿cómo se llegó a la certeza? Durante varias semanas, los policías habían estado recogiendo muestras de ADN indubitadas (las que se obtienen a partir de la certeza del individuo) con técnicas de lo más variopinto: colillas, restos de consumiciones en los bares, papeleras, basura... el increíble trabajo de zapa de los agentes merece una destacada mención en el apartado de los trabajos de hormiguita que se llevan a cabo ajenos a los ojos del gran público.
Estudiantes latinos que frecuentaban el bar de la fallecida, inquilinos del inmueble que poseía en propiedad y de cuyas rentas vivía en gran parte la asesinada. Incluso una familia de etnia gitana procedente de Rumanía también fue investigada con el foco puesto en el patriarca. No hubo un solo cabo suelto que dejar.
Latas, colillas, tazas de café, mascarillas... todo se analizó en busca de una evidencia científica para capturar al autor de los hechos.
Era el vecino del 3ºD. De todos los cromosomas estudiados, era el único que coincidía con el hallado en los vestigios a estudio. Cuando se le hizo saber lo que ese había encontrado, narró la película de los hechos. Le habían notificado que iba a ser desahuciado por falta de pago. Discutió en primera instancia con la fallecida y cuando tuvo la certeza de que su familia iba a perder la vivienda en la que residía, se encontró con que le vino un ataque de furia desmedida y perdió los papeles.
Persistencia
Latas, colillas, basura, tazas de café... se analizó todo para conseguir la prueba de ADN requerida
Llevaba en el bolsillo una navaja «de las que se usan para pelar fruta». Asestó una serie inicial de media docena de cuchilladas «y a partir de ahí ya perdí la noción del tiempo». Los forenses creen que puede decir la verdad, pero están seguros de que es plenamente imputable porque en el momento de los hechos sabía distinguir de forma perfecta el bien y el mal.
Fue la Comisaría General de la Policía Científica la que pudo establecer el cierre del caso. Y fue la labor denodada de los agentes de León la que permitió cerrar un caso que forma parte ya de la hemeroteca de las investigaciones. Por la tenacidad, la constancia y el aplomo con el que en muchos momentos se abordó el caso, a pesar del tiempo transcurrido. El asesinato ocurrió a últimos de marzo de 2020 y la resolución no se dio por concretada hasta febrero de 2022.
Hubo dos detenidos más. Un vecino de la zona fue acusado de encubrimiento y puesto en libertad poco después. La esposa del principal sospechoso, también fue objeto de una toma de declaración, aunque posteriormente se determinó que no tenía responsabilidad penal en lo sucedido.