Diario de León

La fiebre por el último viaje en la Rampa de Pajares

-Incondicionales del ferrocarril buscan un billete ante el próximo cierre 

La Perruca, un icono de la Rampa. RAMIRO

La Perruca, un icono de la Rampa. RAMIRO

León

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El final escrito de la rampa de Pajares llena de nostalgia este trazado, que acarrea trenes desde hace casi 140 años y se expone ya en los carteles imaginarios del mapa del ferrocarril como la próxima vía muerta de León.

La hoja del calendario de noviembre es también la última de servicio del enlace convencional que a caballo de tres siglos ha guiado los tiempos del ferrocarril entre León y Asturias, a través de ese valle del Bernesga que se va a quedar a finales de este mes sin el murmullo habitual del paso del tren.

No hay efeméride que quede al margen de los coleccionistas; tampoco esta, del cambio de era. Hay fiebre para conseguir un billete que certifique el adiós a la Rampa; con todos los condicionantes de emoción y tributo a la historia que acumula el trazado; el último viaje, en el último día, encabeza el ránking de cotización, que pierde fuerza a medida que la fecha de aleja de ese momento del adiós.

Los incondicionales del tren, los primeros en hacer cola en las ventanillas virtuales del operador ferroviario, para dar el último salto, la última cumbre en Busdongo, el último paso por la Perruca, la última caída por el lazo sobre esa secuencia de raíles que pasa por ser el mejor legado de la ingeniería civil en España, capaz de romper siglos de aislamiento mientras se calibraron con un exactitud las cuentas de la pendiente.

Ese mito de Pajares será inmortal en el recuerdo de los millones de usuarios que han empleado este medio de comunicación para vadear la cordillera; para los negocios que prosperaron gracias a la competitividad de los trenes de carga; inmortal en el desarrollo económico y social que impulsó entre el flujo de movimiento desde la época del vapor, la electrificación, los diésel; en los ejes de los bobineros, en el movimiento de carbón la siderurgia; en los trenes cargados de ganado; en el Adiós, Cordera de los retratos emocionales de Clarín.

Un tren que va y viene desde hace 139 años (los cumplió hace  bien poco) aglutina el deseo de una despedida a la grande, mientras el 130 de Renfe se deje sentir junto a la estación de Busdongo y en la playa de vías en las que ahora maniobran los mercancías salude por última vez a una estación que pasó a casona junto al andén con los relojes parados. 

La última vez por la Rampa lo es delante de Villamanín, en ese corredor que vuelve a juntar la  Nacional 630 de los transportistas y los cargueros que lanzaron el norte de España al progreso con las también inmortales Japonesas. 

Queda un tiempo de descuento que ya aprovechan los incondicionales del  ferrocarril para levantar acta de uno de las despedidas más tristes a la que se asoman las infraestructuras leonesas. Testigos de la melancolía del último billete posible en un  tren que rompió los moldes de lo utópico. Sin esa circulación que  se extinguirá dentro de un mes no habría sido posible este  León decadente que conoce la última  generación, pero que llegó a ser próspero y boyante, allá por donde pasaba el tren, como en ese borde del Bernesga camino a Asturias.

Días contados en el regional

La liquidación de la Rampa de Pajares lo es también de las unidades que circulan a través de este paso convencional de León a Asturias; entre el inventario de los que se mudan a los túneles no está el regional, que parece el último legado de cercanías entre los que transitan por este enlace; de Gijón a León, le daba continuidad a la ruta hasta Valladolid, y manejaba (maneja aún este mes) una escaleta de paradas que le convierten en referencia para el mundo rural. Será imposible desde  diciembre. Ya hay un runrún en el entorno ferroviario leonés sobre las consecuencias que conlleva suprimir el único tren que estaba en disposición de detenerse en cada andén, en cada apeadero, también al sur de la capital leonesa.

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