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Los vecinos empapelan el Húmedo contra el parque temático de las borracheras

El hartazgo vecinal marca una ruta de abandono por las calles que siguió la comitiva municipal en la fiesta de la Inmaculada

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León

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El corazón de la ciudad, el Barrio Húmedo, amaneció señalado con pegatinas amarillas de protesta por el mal estado de sus calles. Cada fallo, un hito de aviso al peatón.

«Peligro, baldosa suelta», «Stop, aquí no se orina» o «No grites, aquí vive gente» fueron algunas de las leyendas de advertencia adosadas al suelo, a los contenedores o a las farolas de la zona. Así terminó otra noche larga para los vecinos que resisten en la zona, a pesar del acoso de las incursiones en el ocio y el piso turístico, el alterne, la juerga.

El parque temático de las borracheras ya tiene una respuesta interna contundente; de hecho, el rastro de la protesta tuvo una intención fundada en el evento de la agenda municipal que en esta festividad de la virgen de diciembre llevó a los representantes de la ciudad a esta zona; la senda de la denuncia se extendió desde la plaza de las monjas Concepcionistas hasta los soportales de la Plaza Mayor, donde se localiza el fervor mariano en la hornacina, que cada 8 de diciembre convoca a la corporación municipal.

Así que el «cuidado, baldosa», fue un aviso abierto, también para la representación del Ayuntamiento de León. Especialmente, para la representación del Ayuntamiento, a tenor de la orientación de la protesta.

El Húmedo está que arde contra el abandono al que se ve sometido por la gestión municipal, según denuncian los vecinos, agrupados en una asociación que ha elevado el tono de la repulsa en los últimos meses; en las últimas semanas, especialmente.

La cadena de denuncias pegadas al suelo, en cada fallo, en cada mácula, en cada esquina marcada por los orines, viene a añadir otra gota al vaso que colma la paciencia de la vecindad.

Se han visto otras entregas recientes en asambleas vecinales. Hace un mes, las conclusiones quedaron claras. Se declararon cansados de los «insufribles fines de cada semana de gente descontrolada», en los que la «resaca de ruidos, vómitos, olores, orines y defecaciones, amén de montones de plásticos y desperdicios, del gamberrismo, contaminación ambiental e infracción de horarios», los vecinos del Húmedo unieron este martes fuerzas para «no ir cada uno por su lado, tejer una estrategia común y conseguir ser escuchados de una vez». «No aguantamos más», clamaron los vecinos por el hartazgo derivado de que «las autoridades no hagan cumplir las ordenanzas y abandonen la zona sólo como parque temático de la juerga».

Las quejas repetidas de anteriores ocasiones marcaron parte de la asamblea de la asociación León Típico, hace un mes, y se añadieron al abandono del censo. Los vecinos insisten en que los responsables municipales deben empezar por «hacer cumplir sus propias ordenanzas», como la del ruido que «se saltan a la torera los locales nocturnos cuando quieren». Las molestias se incrementan, , con «las terrazas que están invadiendo todo», sin que el gobierno de Diez acabe de sacar la nueva normativa que anunció hace más de un año pero retrasó para evitar las posibles repercusiones negativas electorales, y con «los camiones de reparto que entran y salen cuando quieren, sin que les hagan cumplir los horarios». «Hay que actuar, actuar y actuar para que se cumpla lo que está marcado. Si tienen que meter multas, que lo hagan», reclamó la portavoz vecinal tras la asamblea con la que se revitalizó la resistencia.

Entre sus mayores preocupaciones los habitantes del casco histórico coincidieron en elevar al Ayuntamiento la necesidad de «una reglamentación municipal que regule los pisos turísticos». «Cuando se meten en una comunidad no hay quien los controle y, al final, son quienes vivía allí los que tienen que terminar por marcharse». Las quejas por «el abandono» se cebaron además con la «suciedad que invade las calles», sobre todo aquellas con mayor tránsito de paso y en las que se acumulan negocios de comida que abren hasta altas horas, como Mariano Domínguez Berrueta. Y una falta de urbanidad que queda impune.