el corredor que no aparece en el mapa
León-Braganza florece en Palanquinos
La obstinación de la diáspora lusa en elegir la A-231 en su itinerario entre la región Norte de Pontugal y Europa eleva la proyección geográfica de León en la movilidad del noroeste
Picos de tráfico
Contra relato oficial
La senda alternativa
Los automovilistas portugueses, a fuerza de ir y volver de centroeuropa a la región Norte lusa, hacen que la León-Braganza florezca en Palanquinos. Ahí sale a relucir un trazado que se niega en presupuesto oficial, y se reniega en los planes de infraestructuras que a veces dan lustre a las agendas de las cumbres bilaterales entre países. Si los automovilistas portugueses tuvieran que decidir en una consulta popular, la León-Braganza ganaría por mayoría absoluta entre las preferencias del itinerario que ha de llevar el noroeste ibérico a la Europa próspera, en ese corredor que tiene una analogía en los mapas ferroviarios, donde tampoco acaba de despegar.
En el caso del León, siempre hay disculpa. No la entenderá el censo de usuarios de la A-231, que ha convertido este enlace en una arteria esencial para el movimiento en bloque del extremo oeste peninsular.
La insistencia para negar y renegar de la León-Braganza no cala en el itinerario de viaje de la diáspora portuguesa por Europa, que elige la entrada a León por el Camino de Santiago como la fórmula más eficiente para encauzar el retorno a casa, y regresar a la labor después del descanso.
La Semana Santa se ha convertido en uno de los tramos del calendario en los que fluye este ejemplo de los portugueses, que no se terminan de creer que la senda del Duero es la línea más corta para el trayecto, por mucho que el boletín oficial y el relato político se pongan de acuerdo para invitar el giro con los letreros gordos de la señalización de las autopistas, autovías, que cruzan el centro de Castilla. La Semana Santa Portuguesa, de fuerte tradición comunitaria, de costumbre de reencuentro familiar y festivo, acentúa este fenómeno, que se traduce con un crecimiento de la intensidad media diaria de la autovía, que muestra enseguida la variante de las matrículas foráneas, en ese tramo del empalme de la A-231 con la A-66, el ramal de enlace de recurso para llegar desde la A-52, y la salida norte de Portugal.
Hace años que se repite el fenómeno de esta afluencia, que ha consolida a la provincia leonesa en ese rol de filtro para la movilidad del noroeste de la península, que ha compartido de forma secular desde los tiempos de las calzadas romanas.
La León-Braganza emerge en las áreas de descanso de la A-231, en torno a Palanquinos, un enclave en el que las áreas de descanso muestran la oportunidad de desarrollo junto al cauce de las vías de alta capacidad. Las preferencias de los automovilistas portugueses ratifican la certeza del ideario sobre el que se fundó la conexión entre León y la capital de Tras Os Montes, que añadía ese plus de enlace internacional, sobre la misma inspiración geográfica que ya habían mostrado otros imperios, otras civilizaciones.
El capricho de la diáspora portuguesa recuerda en estos picos estacionales la gran oportunidades que se le niega a León con la negativa política a la autopista con Braganza; aquella autovía que se diseñó para dar proyección al cableado de la movilidad que cruza la provincia leonesa de norte a sur, de oeste a este, y al que le cierran la fluidez con la inmensidad del noroeste.